Vi que habías entrado en un grado menor al mío, yo en tercer año y tú en el segundo.
Aunque yo tenía novio en ese momento, no pude evitar fijarme en ti, un muchacho muy guapo de casi dos metros de estatura, tez clara y cabello rubio cenizo; algo que definitivamente no se veía con mucha frecuencia en la zona de clase media-baja en la que estaba nuestra escuela.
Mi novio había pasado ya a la preparatoria, pero yo sabía que me engañaba; él siempre fue así, y en realidad no me importaba porque me aferraba a la idea de estar a su lado. Pero fue en ese instante cuando te vi que la duda entró en mí, y quise hablarte, pero la vergüenza no me dejaba.
Les contaba a mis amigos lo mucho que me gustabas, y el dilema que tenía con mi novio lejos; me animaron a hablarte. "Se ve que le gusta el metal" me dijo uno de ellos, y yo siendo tan ávida del género me emocioné y le pregunté que cómo es que podía darse cuenta. "Se nota enseguida" respondió, con una mirada pícara, insinuando que fuera a hablarte.
Me parece que no fue en seguida, no recuerdo exactamente si tardé días o un par de semanas a armarme de valor y hablar contigo, pero lo hice, y de lo primero que fui a hablarte fue de música, yo estaba terriblemente nerviosa, pero me transmitiste una tranquilidad y serenidad, que logró calmarme e hizo que nuestra conversación fluyera sin problemas.
De ahí, empezamos a llevarnos mucho mejor, hablábamos todos los días, te juntabas conmigo y mis amigos, hasta que te invité a salir. Sólo a caminar, yo todavía quería guardarle ese respeto a mi novio en turno.
Salimos un sábado a caminar por la zona y al parque, me platicabas de las tensiones que habían en tu casa, y me enteré que aunque estabas en un grado debajo del mío, en realidad eras un año y fracción mayor que yo. Que habías tomado un curso de inglés entre la primaria y la secundaria y habías perdido otro año por todo el problema del divorcio de tus padres.
Que muchas veces te sentías solo, y te abracé en un impulso; me devolviste el abrazo y con una mirada seria, pero reconfortante dijiste "No suelen abrazarme". Mi corazón se hizo pedazos.
Pasó una o dos semanas y decidí romper con mi novio, dándome cuenta que me había enamorado de ti, consciente de no saber si me corresponderías. Así que antes de entrar a la escuela ese día, rompí con él en muy buenos términos (a él no le importó demasiado, probablemente porque ya tenía otras chicas esperándolo). Crucé el portón y te vi, te saludé como siempre y te dije lo que había sucedido, y antes de formarnos para ir a nuestras respectivas clases, sólo me respondiste con otra pregunta y una sonrisa que iluminaba tu serio rostro: "¿Entonces ya quieres ser mi novia?".
Fui la chica más feliz en la tierra por ese breve instante, y con otra sonrisa te respondí que sí. Me diste un pequeño beso en los labios y te marchaste a la fila de tu grupo.
En el receso ya nos tomábamos de las manos, y te notabas feliz. Sonreías de una manera pícara y sutil, siempre tuve dificultad para leer tus intenciones.
La primera vez que viniste a mi casa acababan de operar a mi mamá, no podía salir o alejarme mucho por si algo se ofrecía, y aun así viniste a hacerme compañía. Pusimos música, jugamos con mis perros y hablamos puras pendejadas, algo de que Júpiter era rojo porque usaba pantalones, y cosas sin sentido que nos hacían reír mucho.
Cuando podíamos salir ya teníamos un punto de encuentro, era la contraesquina de la escuela, le llamábamos "La esquina de la mafia" porque el edificio era muy clásico, como de película de los 20s en esas escenas en donde el mafioso se para en una calle a esperar a su objetivo y se libra el tiroteo.
Fuimos a tu casa, me presentaste a tu perro, un schnauzer gris muy bonachón.
Recuerdo también que pasaba tanto tiempo contigo que mis amigos se enojaron, estaban muy ofendidos y no me hablaban porque ya me había olvidado de ellos, así que organicé una salida con mis amigos y contigo para que te conocieran mejor. Ese día jugamos muchos juegos arcade y caminamos grandes distancias Y YO TRAÍA TACONES, no muy altos, pero los pies me dolían muchísimo.
También recuerdo el día en el que te dije que mi familia iba a ir a casa de mi abuela en Cuernavaca, que nos acompañaras, habría comida, sol, alberca... todo para relajarse el fin de semana. Lo hablaste con tu madre y dijo que sí, aunque a regañadientes; te trajo a nuestra casa muy temprano, habló con mis padres y estuvo un poco más tranquila.
Nos recostamos a tomar el sol frente a la alberca después de desayunar, eras demasiado largo para las tumbonas, y sobresalía casi media pantorrilla tuya. Nos tomaron una foto, una que atesoré por mucho tiempo antes de perderla dentro de la computadora que terminó por descomponerse por el uso.
Regresamos y fuimos a dejarte en tu casa, ya en la noche. Conocí a tu papá, que él ya pasaba los dos metros de estatura, pero parecía tener algún tipo de problema porque usaba bastón, y me dio miedo que tu en algún momento fueras a padecer lo mismo.
Después de eso dejaste de ser tan retraído, hiciste amigos en tu salón; malas amistades que venían de ambientes problemáticos y te llevaron a faltar a clases, a pesar de la capacidad analítica tan sobresaliente que tenías, te influenciaron a consumir drogas, y tú dijiste que sí.
Yo estaba a nada de hacer mi examen de admisión para la preparatoria, tenía mucho que estudiar y prepararme para ingresar a la mejor escuela, la presión y altas expectativas de mi familia y profesores estaban sobre mí, no podía permitirme descuidar algo que quería tanto. Quería un mejor futuro para demostrarte que no era tan complicado, sólo era cuestión de constancia y esfuerzo, y que si yo lo conseguía, tal vez sería pan comido para ti cuando fuera tu turno de tomar el examen.
No lo logré, sólo conseguí distanciarte de mi. Y terminamos.
Por que me dio miedo que fuera por el mismo camino que el tuyo, porque me di cuenta de que te quería tanto que lo hubiera hecho.
A veces te veía pasear fuera de mi casa, tomado de la mano con tu abuela y tu madre, ya que la primera vivía muy cerca de mi casa; te veía voltear con cierta nostalgia hacia mi puerta y después pasabas de largo.
Y me aceptaron en la preparatoria, entré, conocí a la gente, pero no te pude olvidar, y aún me interesaba por lo que hacías y te preguntaba cómo estabas.
Vi que seguías por mal camino, y decidí distanciarme de nuevo. Por esas épocas te vi en un lugar que está a pocos metros de mi casa, era de noche y platicabas con una chica que tenía muy mala pinta, se veía que la vida la había tratado mal y que estaba enojada. Creí que era tu novia, aunque no los vi tomados de la mano o algo que lo indicara. Me saludaste y noté cierta pena o vergüenza mientras besabas mi mejilla, saludaste a mis padres que venían conmigo. Saludé a la chica que estaba esperándote con mucha educación y ella sólo hizo un gesto para devolverme el saludo (lo cual aprecié más que si me hubiera dejado hablando sola).
Pasó otro año y me enviaste un mensaje, yo ya tenía 17; me dijiste que querías verme y yo acepté. Hasta que me di cuenta que tus intenciones no eran las que yo esperaba.
Te cancelé y de nuevo me distancié.
Pasó otro año y quise volver a contactarte, checar qué tal seguías pero ya no te encontré. Fue como si te hubieras desaparecido del mundo. No me atrevía a ir a casa de tu abuela, a pesar de estar tan cerca de la mía. "¿Con qué derecho voy a ir a buscarlo?".
Después de eso, me concentré en trabajar, terminar de estudiar, empezar la universidad, entre otras cosas. Llegó una persona muy especial a mi vida que me hizo recordar ese amor que te tenía, me enamoré profundamente de esa persona. Me hizo la mujer más feliz durante el año y fracción que duró nuestra relación, pero de vez en cuando yo seguía pensando en ti.
Me preocupaba que estuvieras bien, pero no quería verme tan entrometida, en especial porque nuestra historia juntos había terminado hace tiempo.
Ahora que tengo 23 años, no sé por qué, pero ayer tus apellidos cruzaron mi mente como una epifanía y decidí buscarte en Google; me apareció tu perfil y lo que vi al entrar me enfrió el corazón.
Hoy saliendo de la oficina fui a la casa de tu abuela, algo que me resistí a hacer por mucho tiempo.
No había nadie, pero una vecina me vio tocando la puerta y me preguntó si buscaba a alguien.
Me dijo que tu abuela había muerto poco después que tú, y que ahora sólo vivía ahí tu mamá.
Le dejé mi número de contacto y espero poder contactarla, porque quiero visitarte y dejarte flores. Muchas flores.
Fuiste mi primer amor, y aún en la distancia siempre ocupaste un lugar especial en mi corazón.
Eras la única persona que me seguía preocupando a pesar de todo, y para ser completamente honesta, quería regresar a tu lado y volver a intentar mostrarte el lado bello de la vida. Digo, yo también salgo de fiesta, bebo, fumo mucho tabaco, pero quería mostrarte ese balance que encontré entre lo sano y lo malsano.
Sé que tomaste tus decisiones, pero no dejo de pensar en que tal vez no hice mi mejor esfuerzo cuando todavía estaba a tiempo de sacarte un camino que te costaría la vida.
Y te pido perdón, perdón por no haber hecho más.
De verdad, lo siento tanto.
Te amé en su momento.
Te sigo amando, y lo seguiré haciendo hasta que mi Señor nos reúna nuevamente.