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jueves, 14 de julio de 2022

Su Majestad: Rey(na) de los Héroes. Capítulo 39: El peso del grillete

 Día 4 después de la primera aparición de la Brigada 731.


La medianoche había envuelto la megalópolis de Sternbild en el mismo manto oscuro y siniestro en que había estado los últimos días desde el debut de la Brigada 731. La luna se asomaba entre las nubes, y su gentil rayo de luz iluminaba particularmente una zona poco agradable de la ciudad, así como una igualmente poco agradable situación. El imponente cuerpo de Vaako Kovalevskaya levantaba por los aires a Kotetsu T. Kaburagi, debilitado y apenas consciente, con la cara hinchada y casi irreconocible, probablemente con un par de costillas rotas.

El cuerpo del héroe veterano fue lanzado con fuerza hacia una columna, impactándose violentamente y cayendo al pavimento como si de un bulto se tratase. Vaako, por su lado, tenía el labio inferior abierto y sangrando, así como la mejilla roja, apenas impactado por el héroe y evidentemente dominando a su oponente en la lucha cuerpo a cuerpo que libraban; caminaba acechador hacia Kotetsu, con ira en su mirada, pero con temor en sus adentros. El ruso no quería matar a Wild Tiger, él no quería matar a nadie, pero si ese sería el precio por mantener a su gente a salvo, no lo dudaría por un segundo.


-Si te hubieras rendido cuando te lo pedí…- dijo Kovalevskaya mientras levantaba por el cuello a un Kotetsu muy malherido. El tigre llevó su mano a la del ruso para intentar liberarse del sofocador agarre, pero se encontraba muy débil y Vaako muy decidido.- … yo no quería esto.-

Barnaby miraba impotente mientras un hombre rubio y de mirada cansada lo mantenía al margen, con una pose ofensiva algo extraña pero realmente amenazadora. El conejo calculaba todos los huecos posibles para poder atacar por la espalda al líder de los Brigadistas, miraba cada apertura y contemplaba cada oportunidad hasta que vio una ventana de espacio y tiempo para poder rescatar al tigre. Pasó menos de un segundo, Barnaby se encendió en su característico azul, avanzó un metro superando al rubio frente a él, parpadeó y se percató que lo tenía frente a él de nuevo. Pasó otro segundo para que se diera cuenta que su cuerpo estaba fuertemente presionado contra el pavimento.

-Eso fue un error. Por favor, quédate quieto.- dijo con calma Sebastian Vettel, el brigadista quien con sus habilidades de teleportación y maestría en Muay Thai, inmovilizó al héroe de una manera ridículamente fácil, usando la fuerza del conejo en su contra.

Kotetsu vio de reojo la escena, haciendo un tremendo esfuerzo e ignorando su propio dolor, levantó su brazo queriendo alcanzar a su compañero, cuando un puño en el rostro le devolvió a la realidad.

-¡Vaako, por favor!- gritaba Agnes desesperada, inmovilizada por una especie de daga, sacó sus conjeturas y concluyó que se trataba de un mechón de cabello tensado pero sumamente filoso, cortesía de la cabellera de Simona de Silvestro junto a ella. 


Por alguna razón, el grito de Agnes se sintió desgarrador para el líder de los brigadistas, pero se obligó a seguir con el castigo que le propinaba al héroe veterano. Su puño cerrado impactaba sádicamente el rostro del tigre quien empezaba a ahogarse en su propia sangre.

Barnaby intentaba desesperadamente liberarse de Sebastian sin éxito, sólo contemplaba cómo la sangre de Kotetsu le empapaba el rostro, tosía y se quejaba débilmente porque ya no tenía más fuerza o energía para defenderse. Vaako lo dejó tendido en el suelo por un momento, se volvió hacia la entrada de la estación Sinoviet y tomó un pedazo de concreto roto de tamaño considerable y bastante pesado a juzgar por la expresión del ruso.

-¡NO, NO, DIOS NO, POR FAVOR!- gritaba el conejo, moviéndose y retorciéndose debajo del cuerpo de Vettel.

Vaako se acercó hacia Kotetsu, quien intentaba retroceder al darse cuenta de las intenciones de Kovalevskaya, sus brazos no tenían fuerza y sus manos carecían de agarre, húmedas de sangre y sudor. Vaako se colocó encima del tigre y levantó el pedazo de concreto por encima de la cabeza del veterano, listo para asestar el golpe final.

-Sólo quiero que sepas, que esto no es personal. Estoy haciendo lo que debo…-


-¡Tenemos un infiltrado dentro de Ouroboros!- 

-¡Barnaby!- exclamó Agnes.

-¿Qué has dicho?- preguntó Vaako, algo incrédulo ante lo que acababa de escuchar.

-Lo que escuchaste. Contamos con un doble agente dentro de la organización, fue quien nos entregó la información de la Brigada.- decía Barnaby, un poco aliviado de que su comentario inicial impidiera que Vaako le aplastase el cráneo al tigre, pero incierto del nuevo rumbo de la situación. El ruso dejó caer el pedazo de concreto a un lado del malherido héroe veterano y se dirigió con esa misma mirada asesina hacia Barnaby, aún inmovilizado en el suelo.

-Dime quién es su infiltrado y les daré una muerte rápida a ambos.- dijo Kovalevskaya mientras se arrodillaba para estar más cerca del rostro del conejo.

-Déjalo ir primero, y luego hablaremos.- exigió Barnaby.

-Ustedes héroes no entienden que no les estoy dando a elegir. Les estoy diciendo lo que va a suceder.- bufó Vaako, visiblemente fastidiado. Luego, su mirada se endureció como aquella primera vez que le conocieron.- Dime quién es tu espía, o de lo contrario, usaré en ambos cada truco que sé para sacar la información que necesito.-

-Es mi hija…- dijo Kotetsu, intentando reincorporarse y escupiendo un coágulo de sangre.

-¡Kotetsu, no!- exclamó Agnes detrás, sin poderse creer la confesión que el tigre acababa de hacer.

-Tengo tanto que perder como tú, por eso estoy aquí.- decía el veterano con dificultad y una tristeza palpable.


Vaako se frenó en seco, se irguió y contempló su alrededor; los ojos Agnes que le veían con terror le lastimaban, pero detrás de ella, Simona. Él sólo podía ver a una pequeñita cuyos padres traicionaron y asesinaron, que sabía que sus propios recuerdos eran fabricados; su rostro de adulta no había podido borrar los rasgos de su niñez, aquella a quien Vaako había criado como propia y le quería como si fuese su propia sangre. ¿Y si fuera ella? ¿Acaso Vaako no lo arriesgaría todo por ella? ¿Acaso no quemaría el mundo hasta los cimientos si alguien se atreviera a hacerle daño? Se vio a sí mismo contestándose afirmativamente a todas esas preguntas, y le sonrió con tristeza. Simona entendió perfectamente, destensó sus mechones de cabello y soltó a Agnes para que pudiera reunirse con un recién liberado Barnaby junto a Kotetsu.

-Kimi, por favor, atiende a Wild Tiger. Sigamos esta charla dentro, al parecer aún hay mucho que decir...- dijo mientras desaparecía en la oscuridad de las escaleras que bajaban a las ruinas de la estación Sinoviet.

Los demás brigadistas hicieron lo propio y siguieron a su líder, mientras que el médico NEXT finés, Kimi Räikkönen, examinaba las heridas de Kotetsu e indicaba a Barnaby que le ayudara a cargar al héroe dentro de la estación, el conejo y la castaña se miraron buscando seguridad uno en el otro, y accedieron a entrar.


El doctor Räikkönen atendía a Kotetsu en una pequeña estación médica, le indicó que activara sus habilidades NEXT y comenzó a guiarlo para que concentrara sus células de manera específica en su pronta sanación, curando sus lesiones sistemáticamente mientras el propio doctor limpiaba todas las heridas expuestas. 

El tigre empezó a sentirse mejor, le colocaron un suero y recobraba sus sentidos poco a poco. Agnes y Barnaby le abrazaron una vez que pudo incorporarse en la camilla y el tigre les sonreía con calma y cansancio.

-No vuelvas a hacer eso, viejo imprudente.- reclamaba Barnaby, mientras aferraba la mano del moreno a su propio rostro, llorando al verlo sanar lentamente.

-¿Qué sucedió con “te amo” y eso?- bromeó el tigre, esbozando las palabras con dificultad. Barnaby reía, con lágrimas recorriendo sus mejillas.

-Te amo, viejo imprudente.-

-Eso suena mucho mejor… ¿podrían encargarse de esto? Kovalevskaya de seguro tendrá preguntas para mí, y estoy muy cansado…- decía mientras hacía su mejor esfuerzo por mantenerse despierto, Agnes y Barnaby asintieron.

-No te preocupes, estamos en ello.- respondió el rubio, el tigre le sonrió y cerró los ojos.

-Estará bien, quizá en unas tres horas ya esté en condiciones de moverse.- afirmó el doctor Räikkönen, Barnaby le vio con desprecio, pero asintió al no tener más opciones.


El conejo y la CEO de Hero TV salieron del pequeño cuarto médico y contemplaron con asombro lo bien restaurado que estaban sus alrededores. Mientras que ellos esperaban ruinas, ratas y oscuridad, se sorprendieron al ver las muchas amenidades; una pantalla plana con televisión satelital, muebles en buen estado y lo que parecía ser una especie de consola de mando desde donde llevaban todas sus operaciones informáticas, seguramente.

-Creí que la estación también estaba en ruinas por dentro.- dijo Agnes.

-Hicimos lo posible por acondicionar este lugar.- la voz de Vaako se hizo escuchar. Emergió de un cuarto detrás de la consola y les invitó a tomar asiento. Antes que cualquier cosa, Agnes se acercó decididamente al ruso y sin considerarlo dos veces, le asestó una bofetada que retumbó en toda la estación. Vaako abrió los ojos en sorpresa, no por la bofetada en sí, sino por quién se la había propinado.

-¿Eso qué fue?- preguntó desconcertado el moreno.

-Número uno: no vuelvas a dudar de mí, soy una mujer de palabra. Número dos: Casi matas a uno de mis amigos, idiota. Número tres: necesito una venda y un antiinflamatorio porque me rompí un dedo con tu estúpida cara.- reclamó la castaña, mientras sostenía su mano y con fastidio se reacomodaba el dedo meñique en su lugar, ahogando sus quejidos.

-Tienes razón, supongo que lo tengo merecido.- dijo levemente divertido e indicaba a Nico Rosberg llamara a Kimi para atender el dedo fracturado de la CEO. Luego de que el doctor entablillara el meñique de la castaña y tomaran asiento en la sala junto con Vaako y el resto de la brigada, se dispusieron a hablar.- Ahora, necesito entender una cosa antes que nada: ¿cómo es que nadie dentro de Ouroboros ha reconocido a Kaede Kaburagi? Frank tiene perfectamente ubicados a los familiares de todos los héroes.-

-No puedo revelarte eso, no hasta que sepa de qué lado estás.- decía Barnaby, bastante escéptico de la situación.

-Aún me estoy debatiendo si debería matarlos o no. De cualquier forma, esto es lo más susceptible que estaré de escuchar su versión, así que si yo fuera tú, lo aprovecharía.- decía Vaako con un tono un poco más relajado, pero que aún sonaba levemente amenazante. Agnes y Barnaby se miraron sin saber muy bien cómo proceder, no querían darle al enemigo más información u oportunidad para que les asesinaran. La castaña suspiró.

-Afuera me preguntabas cómo es que sabía que Lunatic no era una amenaza para tu triada. Lo sé porque él también es nuestro aliado y espía. Pero desde que aparecieron ustedes, no nos hemos podido contactar con él por temor a que nos descubrieran.-

-¿Cómo va a ser posible que el Ejecutor Supremo sea tu espía?- rezongó Vaako.

-¿Ejecutor Supremo? ¿Qué es eso?- preguntó el conejo.

-Hace unas horas descubrieron a unos traidores y los ejecutaron frente a toda la organización, Lunatic fue quien los asesinó, ganándose el título de Ejecutor Supremo. Los traidores robaron información de la oficina de Frank Martínez, el expediente con nuestra información. Según Jason Keyes, el segundo al mando, esa copia fue destruida por Lunatic mismo. Y si a ustedes se les entregó la copia de nuestro expediente, eso quiere decir que… Lunatic le mintió al Maestro. Entonces es verdad lo que dices…-


Barnaby y Agnes ya no escucharon más, se quedaron petrificados al escuchar “los ejecutaron frente a toda la organización”. El rubio sintió una punzada perniciosa en la boca del estómago y miró con preocupación a Kotetsu descansando a la distancia.

-¿Sabes los nombres de estos “traidores”?- preguntó el conejo, casi a punto de volver el estómago.

-No, sólo sé que uno de ellos podía cambiar de rostro y otro podía convertir las cosas en arena.-

-Espera, ¿ambos hombres?- preguntó la castaña con igual preocupación y terror de que la respuesta no fuera la que ella esperaba.

-Sí, dos hombres, de cuarenta y tantos años cada uno.- Vaako se espabiló un momento y reaccionó ante la conclusión a la que había llegado hacía unos pocos segundos.- Un momento, vamos a regresar un poco. ¿Cómo convencieron a Lunatic de mentirle al NEXT Supremo?-

-Empecemos por el comienzo…- decía Barnaby más calmado de escuchar que entre las víctimas no figuraba Kaede. Seguramente Lunatic había tenido que inculpar a esos hombres para proteger la fachada de la chica. Se espabiló un poco y prosiguió con su relato. Confesó ante la Brigada el acuerdo que tenían con Lunatic de cuidarla, las habilidades de réplica de Kaede y cómo había pasado desapercibida, su alianza con Deino y todo lo relevante.

Habló sobre cómo lograron dichas alianzas y sus conclusiones sobre cómo Lunatic no sabía sobre la existencia de la Brigada 731.


Vaako comenzó a hilar los sucesos mentalmente, y muy a su pesar, resultaba perfectamente lógico lo que Barnaby Brooks Jr. y Agnes Joubert le decían. Estaban confesándose ante él, sabiendo el riesgo que la Brigada 731 comprendía no sólo para la Primera Liga de Héroes de Sternbild, sino para la humanidad en general, especialmente bajo el yugo del nuevo Ouroboros de Frank Martínez.

-Te engañaron, Vaako. A ti y a toda tu triada.- decía la castaña, al ver la expresión amarga que se formaba en el rostro del rubio.- Él no va a hacerles daño.-

-Vaako, todo lo que hicimos… ¿Acaso fue en vano?- los ojos de Nico se rasgaron y su voz temblaba, levantó sus manos frente a su rostro y las contemplaba con desagrado.- Nos llenamos las manos con la sangre de un montón de inocentes por nada. ¿Nuestro “bien mayor” fue una mentira?- Jean Eric y Romain tomaron asiento junto a Nico, se les unieron después el resto de los brigadistas para consolar al chico Rosberg, sin embargo, ellos mismos se encontraban igualmente devastados.

-¿Qué hicimos, Vaako?- preguntó su tercera al mando, Susie Wolff.

-Ayudé a ese maldito infeliz a construir un ejército. Aún si Lunatic no caza a mi gente, Frank enviará a toda su organización a aniquilar a los Sun On Yee.- Kovalevskaya se puso de pie y empezó a caminar en círculos, víctima del coraje y desesperación que sentía.

-No si lo detenemos primero.- dijo el héroe conejo.

-¿Cómo piensas que vamos a hacer eso? Sé que los héroes son buenos en su trabajo, y modestia aparte, nosotros somos mejores.- decía el ruso, Agnes y Barnaby hicieron una mueca de desagrado y gruñeron por lo bajo.- Aun así quedamos cortos en números. Incluso si juntamos ambos equipos, nosotros veinte no tenemos oportunidad contra los casi dos mil militantes de Ouroboros.-

-¿Ya dos mil? Kaede nos dijo que eran aproximadamente mil seiscientos…-

-El número crece de manera rápida.- el líder de los brigadistas hizo una pausa y suspiró pesadamente.- Además, ya no tenemos tiempo.- 

-¿A qué te refieres exactamente?- preguntó Barnaby, extrañado por el desagrado que el ruso mostró en esa última frase.

-Frank me llamó unos minutos antes que ustedes nos contactaran. Mañana en la noche atacarán. Bueno, hoy en la noche, más bien.- dijo mirando su reloj, percatándose que ya era de madrugada.


-¿Es inminente?- preguntó Kotetsu por detrás, sosteniendo sus costillas con una expresión de dolor, aunque se veía mucho mejor.

-¡Kotetsu! ¿Qué haces? Deberías estar descansando.- dijo el conejo, quien se apresuró hacia el tigre para servirle de apoyo. El doctor Räikkönen se levantó y con una pequeña linterna revisó las pupilas del tigre y llevó su mano hacia la carótida del héroe, vio su reloj para tomar contar sus latidos y concluyó que el pulso era bueno.

-Según entiendo por los registros que vimos de Hero TV, usted fue tratado contra el declive NEXT con el prototipo del suero ReConnect, desarrollado en la base Sword, ¿correcto?- el tigre asintió, ambos confundido y sorprendido.- Su capacidad de regeneración también se vio mejorada junto con sus habilidades NEXT. Con esto en mente, creo que se recuperará en menos tiempo de lo previsto, aunque seguirá con algunas molestias.-

-Vaako dice que en la noche de hoy, Ouroboros atacará con sus dos mil militantes.- dijo Agnes, pensando en todas sus opciones.

-Según escuché… ¿Acaso dijiste algo de juntar los equipos?- preguntó con una leve sonrisa el tigre.

-Dije que aun juntándolos, nos matarán.- rezongó el líder de los brigadistas.

-Si estás dispuesto a luchar por nuestra causa, yo estoy dispuesto a luchar por tu gente. Estoy dispuesto a morir intentándolo si es necesario.-


Vaako miró al tigre, sus ojos irradiaban sinceridad en lo que decía, y a pesar de tener motivos de sobra para odiar a la Brigada 731, el héroe veterano estaba tendiendo su mano a la gente del ruso, a su triada… su familia.

-¿Por qué lo harías? No nos debes nada, al contrario.- preguntó.

-Ya te lo dije, tengo tanto que perder como tú. Si a mí se me está acabando el mundo por la posibilidad de perder a mi hija, no imagino cómo te sentirás con cientos de personas que dependen de ti.-

-Vaako, creo que vale la pena intentarlo.- dijo Valtteri por detrás. Simona asintió y todos los demás brigadistas, aunque temerosos y traicionados, asintieron de igual manera.

-Vamos a regresar con nuestra familia, y ellos estarán a salvo.- decía Daniil.

-“Para este momento nos hemos entrenado…”- dijo Sebastian por detrás.

-“… y nuestro sacrificio valdrá para un bien mayor.”- afirmó Nico por detrás, con una sonrisa triste, aceptando lo que viniera. Vaako suspiró y él mismo asintió al ver la valentía y coraje de su equipo.

-De acuerdo, tú ganas, Wild Tiger. Estamos dentro. ¿Qué hacemos ahora?-

-Necesitamos toda la gente que podamos conseguir.- dijo el tigre, con una abrasadora esperanza que reconfortó a todos en la habitación.


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El resto de los héroes de la Primera Liga de Sternbild se encontraban ansiosos y preocupados, su jefa y el principal Apollon Duo se habían adentrado directo a lo que parecía ser una trampa mortal. Estaban intranquilos y con cuánta razón, la Brigada 731 (a pesar de no ser tan malvados como imaginaban) había cometido crímenes atroces individual y colectivamente, y por supuesto que aquello los tenía nerviosos e impacientes. La tensión en el ambiente era palpable, aguardaban noticias de aquello que positivamente, era su única esperanza.

-Ya es de madrugada… No debimos dejarlos ir solos.- decía Ryan mientras daba un nervioso sorbo a su taza de café.

-A mí tampoco me encanta la idea, pero hay que confiar en Agnes y los muchachos.- dijo Anaksha, recargada en el hombro de su novio.

-¿Y si les sucede algo y no estamos ahí para ayudar?- decía Antonio, aún afectado por toda la situación de Cain, los demás manifestantes, y particularmente su última charla con Nathan Seymore. Su cabeza daba vueltas, y aunque quería concentrarse, no podía sacarse de la cabeza esa deliciosa y tersa piel morena…

-Hagamos esto: si en veinte minutos no tenemos noticias de ellos, iremos a buscarlos.- propuso Anaksha, también bastante inquieta.

-Deberíamos alistarnos con nuestros trajes, por si acaso.- dijo Karina, mientras se ponía de pie y levantaba hacia la puerta.- Si les parece bien, primero iré con PaoLin, Nathan y Antonio a los vestidores. Ustedes cuatro quédense aquí por si hay alguna novedad.- continuó la chica, refiriéndose a Ryan, Annie, Keith e Ivan, quienes asintieron conformes.


Los vestidores eran amplios, y estaban conectados al gimnasio que los héroes tenían a su disposición las 24 horas del día; las chicas entraron a su respectivo vestidor, dejando solos a los héroes de fuego y al toro. “Esto fue adrede, ¿cierto, Karina?” pensaba Nathan, cayendo en cuenta de la situación.

-Nate… ¿podemos hablar? No me has dirigido la palabra en dos días.- el héroe toro sonaba realmente triste. Nathan suspiró y volteó a ver al latino.

-Estoy muy herido, Tonio. Verte… me duele.- contestó el héroe de fuego, con ojos acuosos, bajando la cabeza y envolviéndose en sus propios brazos.

-Y de verdad, lamento haberte hecho daño. Nunca quise que mis propios problemas e inseguridades se volvieran tu problema.- el toro suspiró y se sentó en un banquillo frente a Nathan, quien hizo lo mismo.

-También lo lamento, sé que vienes de un contexto familiar muy estricto y conservador. Debes de estar replanteándote muchas cosas ahora, y tampoco fue justo de mi parte exigirte algo que no me podías dar en primer lugar.- el héroe de fuego comenzaba a llorar ahogadamente. Antonio lo notó, inseguro si su gesto sería bien recibido, tomó asiento junto a él y lo envolvió en un fuerte abrazo. Nathan se estremeció al contacto, pero se rindió ante el cálido abrazo que recibía.

-Hey, no llores.- decía con una sonrisa triste.- Estaremos bien, te lo prometo.-

-¿Cómo podríamos estarlo?- preguntó Nathan viendo esos toscos pero a la vez, suaves ojos. Puso una de sus manos en su pecho, a la altura del corazón y luego tocó el pecho de López.- Me temo que yo ya pasé el punto de retorno, Antonio.-

-¿Por qué dices eso, Nate? Podemos, no sé, tratar de recuperar lo que teníamos antes de todo esto y…-

-Estoy completamente enamorado de ti, Antonio.- confesó Seymore, sus manos se aferraban una a la otra, nervioso de la reacción del otro.


Un sepulcral silencio inundó el vestidor de hombres, y Nathan no pudo hacer más que sólo asentir y limpiarse las lágrimas que emanaban de sus ojos. Se levantó para intentar sacudirse esa pesadez que sentía.

-Lamento la situación en la que nos pusimos, Antonio. De verdad.- dijo soltando una risa muy triste y quebrada por su propio llanto.- No te preocupes por mí, sobreviviré a esto. Siempre lo hago.-

-Es mi familia, Nathan. Si estoy contigo… es renunciar a ellos.- bramó el latino, con frustración e impotencia.- No estoy listo para eso.-

-Nunca te lo pediría, yo sé que tus padres no aceptarían que compartas tu vida conmigo. Lo respeto, de verdad lo hago. Sólo necesito tiempo para olvidarme de ti, o más bien, de nosotros.- Nate tomó el rostro del toro entre sus manos y le obligó a verle a los ojos.- “Estaremos bien” ¿no es así?-


La mente del toro se nubló en ese preciso instante. La sinceridad y preocupación que Nathan le mostraba a pesar de la situación y de su propio sufrimiento le movió algo por dentro, pero al mismo tiempo se replanteaba qué tan malo podría ser si su familia lo desterraban del núcleo donde se había educado y crecido.

No lo consideró, ni siquiera pensó en su cuerpo actuaba por voluntad propia, sólo se vio besando de manera hambrienta y salvaje al héroe de fuego frente a él.

-Tonio… no, no está bien…- decía Nathan llorando, al darse cuenta de que él tampoco podía detenerse, paseaba sus manos por el abdomen del latino con desesperación, ansioso por sentir toda esa deliciosa piel a la que ya se había vuelto adicto.

-No puedo parar… lo siento.- dijo el toro mientras daba un suave mordisco al cuello del moreno, quien se estremeció con ese delicioso gesto.

-Nos estamos haciendo daño…- Seymore arrancaba la ropa de López, y éste hacía lo mismo con la misma desesperación.

Nathan envolvió la cintura de Antonio con sus piernas y éste lo cargó contra uno de los muros del vestidor. Desabrochó su cinturón, bajó su cremallera y bajó su mano para preparar a Nathan; no había escapatoria, para ninguno de los dos. Cuando el héroe de fuego estaba preparado para recibir el cuerpo de López, éste lamió la palma se su mano, ensalivándola lo suficiente para lubricar aquello que estaba por recibir el otro.

Nathan alzó sus brazos y envolvió el cuello del latino, mientras éste empujaba con fuerza y lascivia una y otra vez; ambos gemían y goteaban sudor al ritmo de las embestidas del toro.

“¿Qué estoy haciendo…? ¿Qué nos estoy haciendo?” pensaba Nathan con tristeza, mientras que Antonio, curiosamente, pensaba exactamente lo mismo.


lunes, 11 de julio de 2022

Su Majestad: Rey(na) de los Héroes. Capítulo 38: Salto de fe

 Día 3 después de la primera aparición de la Brigada 731.


El olor, ese penetrante olor a carne quemada y cenizas que había inundado la explanada del Vínculo era perturbador. El mensaje que Frank quería enviar había sido claro, la advertencia era inequívoca y escalofriante: Los traidores sufrirán la ira del NEXT Supremo mediante el ejecutor de su visión.

Kaede no podía terminar de asimilar el horror que presenció, y pudo sentir la zozobra de Lunatic a pesar del despliegue tan impresionante de poder que justo había acontecido. Veía a Jason mirarla a los ojos mientras decía algo, seguramente otra de sus amenazas, pero la chica no la había escuchado; sus acuosos ojos permanecieron abiertos y estáticos, sus manos cubrían su rostro, sin embargo, su expresión era catatónica e inerte.


Kaede oía sin escuchar, todo le parecía ruido sin sentido y lo percibía como muy lejano, una voz se abrió paso entre todo ese barullo y tomaba forma lentamente.

-¿… estás escuchando? Kae, reacciona por favor.- sintió un par de brazos sacudiéndola de manera firme pero gentil.- ¡Hey! ¿Me escuchas? Necesito que espabiles.- la chica se obligó a devolverse a la realidad, respiró un par de veces con pesadez y asintió.- Aún tienes cosas por hacer, coordina el regreso de todos los grupos a sus dormitorios y ve con Deino, pasa la noche en su cámara y no salgas de ahí ¿Entendido?- indicó Lunatic, la chica permaneció en silencio un par de segundos más, contemplando un poco sus alrededores.

-¿Acaso… sufrieron?- murmuró con lágrimas en sus hinchados ojos. El vigilante suspiró.

-Muy poco, lo prometo.- respondió mirándola a esos familiares ojos grises, sumamente avergonzado y arrepentido. La chica asintió nuevamente y se dio media vuelta para ponerse manos a la obra.


Los rostros ardiendo y derritiéndose de Joseph Hex y Carl Briyam aparecían intermitentes en la mente del vigilante, acechando sus pensamientos e intentando evitar que pensara con lucidez. Yuri espabiló y se irguió con pesadez, su traje de Lunatic le resultaba molesto y de una sensación sumamente desagradable. Los militantes más jóvenes desviaban la mirada para no verle a los ojos de su imponente máscara, agachaban la cabeza y esperaban a que Kae llamara por su grupo para poder retirarse del Vínculo. Los infantes temblaban nerviosamente y se tomaban de las manos, temerosos de la presencia del vigilante. Algo se quebró dentro de Yuri, aquello que latía dentro de su pecho estaba lastimado y arrepentido. “Thanatos, mi señor… ¿qué he hecho?” se repetía una y otra vez para sus adentros. Aquella sensación le laceraba y se reprochaba su propia existencia.


-Yuri, ven a mi despacho. Tenemos que hablar.- dijo una voz satisfecha y aterciopelada. Frank Martínez hizo una seña para que el vigilante caminara a su lado, mientras eran escoltados al tercer nivel por un todavía malherido Jason Keyes, quien cerró la puerta tras de sí al llegar al despacho del NEXT Supremo.- ¿Sabes? El Creador tiene formas muy extrañas de manifestarnos sus divinos mensajes, pero afortunadamente yo sé escuchar, y sé cuándo quiere que haga su voluntad. A pesar de los acontecimientos recientes, creo firmemente que estamos listos para finalizar esto de una vez por todas.- decía el moreno con determinación.

-¿A qué te refieres, Frank?- preguntó con disimulado temor, el recién nombrado Ejecutor Supremo.

-Es momento Yuri.- dijo sonriente para después dirigirse a Jason al fondo.- Quiero aquí los planos de los grupos de combate y llama a Vaako, dile que se aliste. Esta noche prepararemos nuestra estrategia ofensiva, porque mañana a esta hora estaremos reclamando esta tierra para la raza superior.-

-Sí, Maestro.- asintió Jason con una sonrisa sádica en el rostro.

-¿De verdad crees que es buena idea atacar ahora?- preguntó Yuri, quien palideció al escuchar la determinación de Frank.- Presiento que los héroes no lo van a hacer fácil para nosotros.-

-Contigo y la Brigada de Vaako de nuestro lado, somos imparables, mi amigo. Hoy hicimos de los traidores un ejemplo para Ouroboros, mañana, haremos de los héroes de Sternbild un ejemplo para el mundo.-


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Por su lado, los Héroes de la Primera Liga de Sternbild, junto con Agnes Joubert se encontraban estupefactos ante el documento que visualizaban mediante el proyector de la sala segura. Una mezcla de rencor y empatía con dolor les inundaba. El número tan obsceno de víctimas que la Brigada 731 había dejado (niños incluidos) con apenas tres días de operación, era demasiado como para ser ignorado, sin embargo, la lealtad que los brigadistas se tenían unos con otros, y con su gente, los tales llamados Sun On Yee, era de admirarse.


El expediente titulado “CONFIDENCIAL: Perfiles B731” que Kaede les había entregado hace una hora contenía absolutamente todo lo que no habían podido conseguir de la Base Militar de Sternbild y mucho más. Su contenido era valioso sin dudas, pero muy doloroso de leer; el sufrimiento y sacrificio personal de cada uno de los afiliados a esta organización paramilitar era profundamente triste.

-Por eso es que están dispuestos a todo. Son familia.- dijo Antonio, amargamente. -Con razón no hay registro de los poderes de su líder en ningún lado, porque su habilidad es convertir a otros.-

-Si Vaako Kovalevskaya creció en Beijing, era de esperarse que su triada se extendiera por Hong Kong y el resto de China.- asintió Anaksha.- ¿Recuerdan que PaoLin y yo les contamos sobre los Sun On Yee y cómo en realidad no son gente violenta? Todo lo que hace es para protegerlos.-

-Aun así, la combinación de los poderes de todos y la precisión con la que se desempeñan es el más grande peligro que tenemos ahora.- bramó Agnes con cierta desesperación.

-Aquí dice que la Brigada obedece a Ouroboros a cambio de no ser entregada a Lunatic.- decía Kotetsu con intriga en su voz.

-¿Lunatic no era de los nuestros?- preguntó Nathan.

-Así es, y dado que nunca nos dijo nada de esto…- decía Barnaby.

-¿Crees que nos haya traicionado?- preguntó Ryan molesto.

-No lo creo, sinceramente mi mejor suposición es que él no sabía ni de Vaako o de la Brigada. Estoy seguro que fue una amenaza de Frank Martínez para mantenerlos subyugados. Sabe que sin ellos no puede ganar.- respondió el conejo con seguridad en su voz, una seguridad a la que Kotetsu se aferraba.

-Tenemos que borrarlos de la ecuación.- decía Ryan intentando idear un plan para erradicar su principal amenaza.

-Muy a mi pesar, he de admitir que nuestra formación y entrenamiento es para fines comerciales.- decía el actual Rey de los Héroes. Ivan lo miró expectante.- Como decía Agnes, sus poderes en conjunto junto con su entrenamiento los hacen la amenaza más fuerte a la que nos hemos enfrentado, y sinceramente, no creo que podamos hacerles frente solos. No por lo menos sin la ayuda de otra Liga de Héroes, y dado que las comunicaciones están fritas…-

Todos en la habitación sintieron un extraño escalofrío recorrerles la columna, si el Rey de los Héroes, el Monarca de la Primera Liga y (sobraba decir) el más optimista de todos, había llegado a esa conclusión, cabía preguntarse “¿De verdad, todo se acaba aquí?”. Una inocente voz se abrió paso entre aquel malestar colectivo.

-Tengo una idea, pero no sé qué tan buena sea…- dijo dulcemente PaoLin desde el fondo, se levantó de su asiento y miró a Agnes con aquello que sólo podía describirse como esperanza.- ¿Y si hablamos con ellos?-

-¿Y decirles qué?- preguntó Karina con sarcasmo.- ¿Qué Lunatic en realidad es nuestro aliado y no corren peligro? Y de una vez les pedimos que se unan a nosotros ¿no?- Blue Rose de repente cobró conciencia de lo que había dicho, a lo que PaoLin asintió.

-Justo eso. A pesar de lo que han hecho, creo que no son malas personas, sólo sirven a alguien que sí lo es.- respondió la chica dragón con una sonrisa triste dibujada en su rostro.


Agnes se levantó de golpe después de considerar sus opciones por un momento, los demás la miraban expectantes mientras caminaba en círculos por un par de segundos. Se frenó en seco y volteó a ver a los héroes.

-Espero que esto funcione.- dijo con pesadez, salió de la habitación segura para cruzar el pasillo hacia otra sala de juntas, tomó el teléfono y levantó el auricular, cuando escuchó el tono procedió.- Sé que me escuchan. Quiero hablar con ustedes, lleguemos a un acuerdo.-

-¿Qué haces, Agnes?- preguntó el héroe tigre desde la puerta de la habitación, acompañado de un Barnaby lleno de incertidumbre.

-PaoLin tiene razón.- la castaña miró directamente a los ojos cafés del héroe veterano y suspiró triste.- Esta es nuestra única esperanza, bien sabes que de otra forma no tenemos oportunidad.- Kotetsu se pasmó un momento y asintió con impotencia.


::Si esta llamada no es para tratar los términos de su rendición, pierdes mi tiempo y el tuyo.:: la voz de Vaako Kovalevskaya resonó en la totalidad de la habitación, su gélido rostro se transmitía a través del proyector de la sala de juntas.

-Quiero reunirme contigo primero. Hablemos en persona.- dijo Agnes, con un porte sumamente elegante, altiva y orgullosa.

::No.:: espetó secamente el ruso.

-Lo que tengo que decir, te interesa.-

::Lo dudo bastante. ¿Qué podrías decirme que me importe? Además de la rendición de tus héroes, claro está.::

-Es sobre ti, sobre tu familia, los Sun On Yee.- la voz de Agnes ahora era dulce y sonaba genuinamente preocupada. Kovalevskaya en pantalla se paralizó un momento y abrió los ojos en señal de asombro.

::¿Cómo sabes de los Sun On Yee?::

-Lo sé todo, “Dai Lo”. Por eso quiero hablar contigo, y para que veas que no tengo intenciones ocultas, iré sola. Únicamente tú y yo, sólo por esta ocasión ¿Qué dices?- Agnes miraba la pantalla esperando una respuesta, el rostro del ruso no mostraba expresión cosa que inquietó bastante a la castaña.

::Reúnete conmigo en la entrada de la estación subterránea Sinoviet. Sola como prometiste, en 20 minutos.::

-Ahí estaré.- asintió y la transmisión se cortó. Agnes volteó a ver a Kotetsu y a Barnaby, visiblemente nerviosa.- Andando.- se puso de pie y salió hacia la sala segura para informar a todos y tomar camino a la abandonada estación Sinoviet, en la parte más oscura, descuidada y peligrosa de la ciudad.


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Sternbild en general era una ciudad moderna, con buenos recursos urbanos y de infraestructura, pero había algunos barrios sumamente descuidados y con una alta tasa de delincuencia. La Segunda Liga de Héroes de Sternbild hacía todo lo que podía para bajar los índices de violencia y criminalidad junto con la policía de la megalópolis, sin embargo, el factor político era el principal impedimento para lograrlo. Los políticos y su sistema dejaban de destinar recursos a estas áreas para mantenerlas marginadas y de bajo costo. Así la población vulnerable y de escasos recursos tendría un lugar para vivir, excluida de las amenidades de la ciudad, y a cambio de salarios precarios para aquellos que contaban con empleos formales, manteniendo así barata la mano de obra.

La estación Sinoviet era precisamente un claro ejemplo de ello. Una estación del subterráneo que conectaba aquella zona con el resto de la ciudad, que en su momento, poco a poco se desgastaba por la cantidad de gente que transportaba al día hacia la ciudad. Permaneció sin mantenimiento por tantos años que cuando representó un riesgo colapso sobre sus propios cimientos, el Ministerio Urbano simplemente decidió cerrarla, sin importarle cómo afectaría esto a las miles de personas que se trasladaban diariamente en aquellos trenes, obligándolas a desplazarse con métodos más caros y mantenerse alejadas.


-No entiendo por qué te citaría aquí. Un paso en falso y las paredes se nos derrumbarán encima.- dijo Kotetsu, cauteloso de sus pisadas. Barnaby y él habían decidido llevar a Agnes hasta aquel punto de la megalópolis a su reunión con el líder de los brigadistas.

-Tengo la sospecha de que la Brigada opera muy cerca de aquí, su escondite debe de estar cerca.-

-Lo más lógico sería que operaran desde la fábrica de calzado con el resto de Ouroboros.- contestó el héroe veterano.

-Ellos funcionan como un organismo aparte de Ouroboros, por eso nadie sabía de ellos hasta ahora. Aunque están afiliados a la organización, los Sun On Yee son diferentes al resto…- contestó Agnes, convencida de lo que decía. Barnaby por su lado, estaba muy escéptico del plan y de las intenciones de Vaako.

-¿Estarás bien? Podemos quedarnos para protegerte si las cosas salen mal.- el rubio tomó a la castaña por el brazo para que pudiera pasar sobre los escombros.

-Si los ven aquí, las cosas saldrán mal desde el principio. Estaré bien… espero.- la castaña miró su reloj de pulsera.- Váyanse ya, en cualquier momento puede llegar Kovalevskaya. Los veré en la calle donde estacionamos la van, ¿de acuerdo?- Barnaby y Kotetsu asintieron a regañadientes y se marcharon.


-Esto no está bien, no deberíamos dejarla sola.- refunfuñaba el héroe conejo mientras volteaba a ver a su jefa a la distancia.

-Sé que nos dijo que nos fuéramos, pero… ¿si nos quedamos cerca? Sólo para asegurarnos que no le hagan daño.- sugirió un preocupado Kotetsu. Barnaby lo pensó unos segundos y asintió.

-Tendremos que ser discretos y sumamente silenciosos. De ninguna manera pueden enterarse que estamos aquí.-


Ambos hombres asintieron y tomaron cobertura tras un contenedor de basura, sigilosamente a unos cuantos metros de la entrada a la abandonada estación Sinoviet. Atentos a sus alrededores, esperaron.


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Un gentil viento levantó unas cuantas hojas de árbol secas, se paseaban gentil y silenciosamente por la brisa, juguetearon por un momento alrededor del cabello castaño de Agnes, quien se sacudió un poco para quitárselas de encima, giró su cabeza para espabilarse los nervios y dio un pequeño salto al ver que Vaako la observaba silenciosamente, sentado en un pedazo de concreto roto a la entrada a la estación Sinoviet.

-¡Ah! Me espantaste.- exclamó llevándose una mano al corazón.

-Tranquila, no voy a hacerte daño. Mi pelea no es contigo.- respondió el imponente ruso, con una voz dura pero gentil.- Aunque he de confesar que estoy intrigado con la información que tienes, supongo que es lo que vienes a decirme.- Vaako se levantó y caminó con paso lento hacia Agnes, quien a pesar de lo corpulento del hombre y su imponente presencia, no retrocedió.

-Mis héroes tampoco quieren hacerte daño, y aunque no lo creas, nuestra pelea tampoco es contigo… Dai Lo.- afirmó la castaña, viendo directo a los ojos del ruso, quien la rebasaba por poco más de treinta centímetros y estaba muy cerca de ella, peligrosamente cerca.

-Eso lo encuentro difícil de creer, tengo la mala fortuna de crearme enemigos con motivos muy personales.- el moreno suspiró y Agnes pudo respirar de aquello, extrañamente eso la tranquilizó mucho.- He de ser muy sincero contigo, cuando mencionaste a mi triada, a mi familia… me sentí como si estuviera desnudo y vulnerable. Además, tienes una manera muy peculiar de llamarme por mi apodo. Se siente bien.-

-Escucha, sé quién eres y cómo conociste a cada uno de tus brigadistas. Pienso que sólo son víctimas de las desafortunadas circunstancias en las que se encontraban.-

-Nosotros no somos víctimas, Marié, somos los victimarios.-

-No me llames así, por favor.- rezongó Agnes un poco molesta.- Sé que sabes todo el trasfondo de ese nombre, te pido el mismo respeto que te estoy dando.- Vaako asintió.

-Tienes razón, lo lamento, Agnes.- el corpulento ruso se dio la vuelta y volvió a tomar asiento.- ¿Entonces? ¿Qué tanto es lo que sabes?-

-Sé de ti, de tu infancia, del desafortunado momento en el que te asociaste con Ouroboros, y de cómo salvaste la vida de tu equipo.-

-No les salvé de nada, les condené a esta vida.-

-¿Quieres que te demuestre lo contrario?- sacó de su chaqueta una libreta de mano pequeña y buscó entre sus páginas las anotaciones pertinentes. Con nervios perfectamente bien disimulados, prosiguió.- Empecemos por Nico, su tío le dejó en la miseria sin un solo centavo. Tú le diste un hogar y una familia después de que perdió a la suya. A Susie la sacaste de la vida callejera y la curaste de sus adicciones. A Valtteri le enseñaste cómo controlar su ansiedad, y por consiguiente, sus habilidades NEXT.-

-Detente…- decía Vaako con la cabeza baja, inundado de una sensación de vergüenza y desasosiego.

-Daniil, después de perder a su esposa e hijos, le acogiste en su peor momento. En Sebastian viste una luz que merecía ser salvada. A Romain le diste lo que más anhelaba, una familia.-

-Por favor, sólo… detente.-

-Simona sólo era una niña cuando decidiste criarla, la salvaste de sus padres. A Kimi le diste un nuevo propósito en la vida después de perderlo todo. Y a Jean Eric lo rescataste de un montón de sicarios.-

-¡Suficiente!- exclamó Vaako con desesperación, lágrimas salían vehementes de sus ojos al escuchar las palabras de Agnes, quien estaba sumamente confundida al respecto.- ¡Yo no los salvé! ¡Los saqué de su miseria para meterlos en una peor! Soy un criminal, Agnes. Un maldito criminal a quien sus errores ya le alcanzaron, ya no puedo dar marcha atrás. Tengo que acabar con esto antes de que Lunatic venga a por mi gente, mi familia. ¿No lo entiendes? Si no obedezco y hago lo necesario, lo último que verá mi gente es fuego azul consumiéndolos por culpa mía…-

-Eso es precisamente lo que necesito decirte.- dijo la castaña, mientras colocaba una de sus manos en la espalda del moreno de manera reconfortante. Vaako tomaba su rostro entre sus manos, sollozando ahogadamente.- Tu gente no corre peligro.-

-¿Qué es lo que dices…?-


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-¿Alcanzas a escuchar algo? El eco de este maldito contenedor no me deja escuchar nada.- dijo Kotetsu por lo bajo, molesto.

-No tanto como quisiera, Agnes le está hablando de la Brigada, pero no distingo muy bien lo que dice.- contestó el conejo, concentrándose en descifrar los pedazos de palabras que escuchaba.

-Veré si puedo acercarme un poco más…- decía el tigre mientras buscaba una superficie estable para avanzar. Señaló una columna lo suficientemente cercana a Agnes y Kovalevskaya.- ¡Ahí!-

-Kotetsu, no te muevas de aquí.- dijo el conejo tomando por el brazo al moreno, quien le sonrió.

-No te preocupes, seré muy discreto y silen…- decía al mismo tiempo que pisaba una roca y caía sobre un montón de tubos metálicos, haciendo todo el ruido posible y delatando su ubicación de manera estrepitosa.


Vaako y Agnes se levantaron de golpe, asustados por el escándalo repentino. Vieron a Wild Tiger intentando levantarse sin éxito alguno, los tubos le dificultaban su propia estabilidad.

-Me mentiste, Agnes. Dijiste que sólo estaríamos tú y yo.- Vaako retrocedió, visiblemente ofendido.

-¡Kotetsu, te dije que te fueras!- bramó la castaña molesta.

-No queríamos dejarte sola, ¡Lo siento!-

-¿“Queríamos”? ¿Con quién estás?- Barnaby por detrás del contenedor salió para escudar al moreno con su cuerpo, quien aún no lograba levantarse.

-Únicamente somos nosotros, estamos aquí sólo para proteger a Agnes, no tenemos ninguna otra intención.- dijo el rubio con las manos en alto. El semblante de Vaako ahora era duro y visiblemente molesto.

-Por un momento te creí, Agnes. Pero ahora veo que todo fue parte de tu plan, una emboscada.- bramó el ruso y silbó al aire. Cinco segundos más tarde, el resto de la Brigada emergió de la entrada de la estación Sinoviet, rodeando a la castaña y a los héroes.

-No, Vaako, esto es un malentendido…- decía Agnes desesperada, intentando convencer al líder de los brigadistas.


-Escucha, esto no tiene que acabar mal.- decía el héroe veterano, recién incorporado.- Tú y yo, mano a mano sin usar nuestros poderes. Nadie más tiene que salir lastimado.-

-¡Cállate, Kotetsu!- exclamó Agnes, fastidiada por la situación.

-No tienes oportunidad, Kaburagi.- dijo el ruso.

-Si gano yo, nos vamos a sentar y vas a escuchar el resto de lo que Agnes vino a decirte. ¿De acuerdo?- preguntó el tigre.

-De acuerdo.- asintió Vaako.- Pero si gano yo, le llevaré tu cabeza a Frank Martínez.-

-¡Hey!- exclamó Barnaby.- Eso no es justo.-

-No somos niños, y estamos en guerra.- bramó el ruso.- Esos son mis términos para que el resto de mi equipo no los haga trizas en este momento. Tómalo o déjalo.- Kotetsu asintió nervioso.

-Muy bien, si gano, nos calmamos, si ganas, me matas.-


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Si bien Kotetsu tenía vasta experiencia en el combate cuerpo a cuerpo, seguía siendo un hombre delgado y de estatura promedio. Vaako cargaba con él, sus imponentes casi dos metros de altura y 120 kilos a cuestas, su historia de vida le había llevado a aprender y dominar varias técnicas de lucha, sumado a que, para alguien de su complexión, era alguien sumamente ágil y rápido aún sin sus habilidades NEXT activas. Incluso entrenaba junto a Sebastian Vettel, quien era un experto maestro del Muay Thai.

Era cierto, Kotetsu no tendría oportunidad, pero… tenía que intentarlo. Había demasiado en juego, y no se podía permitir que la Brigada 731 siguiera asociada a Frank Martínez. La única oportunidad que les quedaba era convencer a su enemigo de cambiar de bando.

Los nueve brigadistas restantes se colocaron alrededor de ellos en posición defensiva, formando un círculo que delimitaba el área de pelea y observando que Barnaby o Agnes se mantuvieran al margen.

Vaako se quitó la chaqueta que usaba para quedarse sólo en camiseta interior. Los brazos del líder de los brigadistas eran enormes y cubiertos en su totalidad por tatuajes.

Kotetsu sólo se quitó la corbata, se la tendió a Barnaby, aflojó los primeros botones alrededor de su cuello para estar más cómodo y arremangó su camisa.

-Si esto sale mal, prométeme que vas a cuidar de Kaede.- dijo muy seriamente, viendo a los ojos color esmeralda de su compañero.

-No va a salir mal, no puedes permitir que salga mal.- respondió el conejo, impotente ante la situación.

-Pero en caso de que sí… prométemelo. No dejes, bajo ninguna circunstancia, que le hagan daño.- la mirada del moreno era demandante y profunda, a lo que el rubio sólo pudo asentir.- Bien, bien… aquí voy.- el tigre suspiró y se dio la vuelta, listo para encarar al imponente ruso.

-Kotetsu…- dijo Barnaby por lo bajo, pero el moreno le escuchó perfectamente.- Te amo.-

-¿Qué dijiste?- preguntó el tigre por encima del hombro, estupefacto por lo que acababa de escuchar.

-Que te amo, gran tonto. Así que véncelo y regresa con tu hija, y conmigo.- respondió Barnaby seguro de cada palabra que decía, Kotetsu asintió con una leve sonrisa y avanzó hacia un amenazante Vaako, quien lo miraba casi con sed de violencia.

Vaako en realidad no quería pelear, pero hacer méritos con Frank era asegurar que su triada viviera un día más, y vaya méritos que conseguiría postrando el inerte cuerpo de Wild Tiger ante los pies del autoproclamado NEXT Supremo.