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miércoles, 23 de abril de 2014

Gakupo x Kaito. Nuestra Aventura. Capítulo 26.

Por fin.
Por fin era el día del gran evento, después de tantos líos y problemas, se iba a concretar finalmente la Saga de los Pecados Capitales, lo malo vendría después en la noche, ya que tendría que darse la (molesta) conferencia de prensa acerca del estado de salud de Gakupo y Kaito (dicho ese asunto por ellos mismos), y se iba a aclarar la muerte de Luka (explicado por el representante legal de ellos).

Y con eso, vendría también la gran propuesta de Gakupo. Pero aquellos dos amantes ya habían discutido ése asunto la noche anterior:
-¿Listo para mañana?- decía el samurai, con un gran suspiro y una sonrisa sincera dibujada en su rostro.
-He pensado mucho este asunto ¿sabes?, desde que escuché que ibas a pedirme...-
-¿Tu no quieres que yo...?- iba pronunciando con miedo.
-¡No! ¡Digo, sí! Si quiero, pero he estado pensando que el calor del ambiente sería más... lindo.-
-¿A qué te refieres, cariño?-
-Intento decir que me gustaría que tu proposición fuera en la recepción de la boda de mi hermano... sería muy especial porque, digo, ahora yo seré tu familia, y mi familia se convierte en TU familia. ¿Entiendes lo que quiero decir?- decía el azulado mientras sonreía tiernamente.
-Entiendo perfectamente lo que quieres decir, y no podría estar más satisfecho con esa decisión.-

Ambos se encontraban en la elegante recepción del evento, alfombras rojas y meseros ofreciendo champaña de la mejor calidad y selección, mesas pulcramente adornadas de blanco con unos centros de mesa fantásticamente arreglados con rosas de colores, cada una simbolizando a cada participante de la saga.
Vestidos con unos lujosos trajes de diseñador que remarcaban la esbelta y torneada figura de ambos, Kaito se había peinado su azulada cabellera elegantemente hacia atrás con pequeñas ondas que simulaban pequeñas olas, y Gakupo pensó que la ocasión era lo suficientemente especial como para llevar el cabello suelto.
El samurai había pensado en todo lo que iba a hacer en el momento; lo que iba a decir, cómo lo diría, qué movimientos haría... todo. Incluso recordando la batahola que armó eligiendo el anillo perfecto para el hombre perfecto. Aunque ahora en lo que debía de pensar, era en la forma más coherente de enfrentar a la prensa.

(FLASHBACK)
-Bienvenido a "Le Manoir", señor Kamui ¿En qué podemos ayudarle?-
Akaito le dio muy buenas referencias de esta joyería en la cual había adquirido el anillo de compromiso para Teto, toda la mejor calidad en piedras y metales preciosos, para cualquier ocasión.
-Buenas tardes, pienso pedir la mano de mi actual pareja, y no quiero ningún anillo que demuestre sólo amor. Quiero un anillo en donde se vea reflejada nuestra vida entera. ¿Tiene algo de éso?- dijo en un tono propio y muy altivo.
-Por supuesto, por supuesto. Permítame mostrarle nuestra más fina selección de anillos. ¿Tiene algo en mente?-
-Zafiros. Los más azules que tenga. No quiero un anillo femenino, quiero una argolla de oro blanco con incrustaciones de zafiros, aproximadamente de mi talla.-
-¿Va a regalar una argolla masculina, señor?-
-No es su trabajo hacer preguntas ¿cierto?- respondió Gakupo evidentemente molesto a un asustado vendedor.
-N-no, señor, por favor, discúlpeme.- dijo el hombre y bajó la cabeza.
Viendo la amplia selección de anillos, se decidió por una brillante argolla forjada en oro blanco con diez pequeños pero brillantes zafiros y una sola amatista. Las piedras amatistas son púrpuras y con ésa, representaba en el anillo lo presente que quería estar en la vida de Kaito.
(FIN FLASHBACK)

La fiesta estaba muy tranquila, el ambiente ameno (aunque los paparazzis se apretujaban por entrar antes de tiempo), y con todo y que los muchachos habían contado ya toda la historia de sus respectivas hospitalizaciones a su familia Vocaloid, todos lo tomaron con calma y no hicieron preguntas innecesarias. Claro que al explicar la historia, excluyeron la parte de que eran pareja,. Esa sorpresa se las darían hasta el día de la boda.
Todos estaban platicando alegremente, Kiyoteru fue a la fiesta acompañado de Yüma, presentándolo ahora como su pareja; Miku por fin pudo presentar a su novio que venía desde Rusia, el famoso actor de cine independiente, Vladimir Kradgoff; Rin y Len juntos como de costumbre, Akaito y Teto compartiendo copas con Meiko y Gumi... pero definitivamente se sentía la falta de Luka. Había una mesa en el centro del salón, la cual nadie ocuparía en la noche, y el centro estaba adornado con rosas color rosa pastel, como homenaje a la finada CV03.
Mikuo se presentó solo, sonriendo con hipocresía a todo mundo pero sin hablar con nadie, esperando a las nuevas chicas de Fujimori y buscando a Yotu con la mirada.

-¡Kiyoteru!- gritó Hatsune llamando la atención del abogado una vez que lo encontró a solas. No iba a acercarse si Yüma estaba cerca. Todavía dolía el vacío que Luka había dejado.
-¿Mikuo?-
-Yo... quería disculparme por mi actitud en el cementerio. Estaba muy dolido y me desquité completamente contigo, así que... perdón.- dijo aguantándose la rabia que recorría sus venas, porque por supuesto que era una falsa declaración.
-Claro, te comprendo. No hay necesidad de disculparse, es agua pasada.- respondió Yotu con una sonrisa.
-Gracias... ¿Irán ustedes dos a la boda de los tórtolos?- dijo señalando a Akaito y a Teto.
-No creo. Yüma saldrá ése día de la ciudad, y me temo que voy a acompañarlo.-
-Ya veo... yo creo que tampoco iré. No he sido propiamente invitado, así que prefiero evitarme problemas.-
-Oh, entiendo.-
-Bueno, te dejaré solo. Tengo que hacer unas llamadas, gracias de nuevo por aceptar mi disculpa.- dijo Mikuo, haciendo una pequeña reverencia.
-No es problema. Disfruta la velada.-

Hatsune se ocultó de la multitud y se arrinconó en el fondo del salón, tomó su teléfono y llamo a Luke.
::¿Qué te dijo, amor?::
-No irán a la boda. Tenemos el camino libre.-
::Bien hecho, corazón. ¿Las chicas ya llegaron?:: dijo Luke, y Mikuo se apresuró a buscar con la mirada al señor Fujimori. Lo vio saludando a todos, recién llegaba acompañado de ambas chicas, las nuevas estrellas del grupo.
-Si, ya están aquí.-
::Perfecto. Ve que hagan su trabajo.::
-Si...-
::¿Si, qué?::
-Si, mi amor.-

Gakupo y Kaito se encontraban con los demás chicos bebiendo y bromeando, cuando Fujimori irrumpió en el círculo llamando la atención de todos.
-Chicos, que gusto verlos de nuevo y recuperados. Se que han pasado cosas difíciles, su estado de salud no había sido el mejor sino hasta hace poco, también con la partida de nuestra niña Luka... pero debemos recordar que no importa lo que pase, hay que continuar con esto. Y por esa misma razón, quiero presentarles a las dos nuevas integrantes del grupo: Lily e IA.-
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-¿Te dijo algo más?-
-Nada... que en cuanto el señor Fujimori nos presentara, nos acercáramos a ellos.-
-¿Pero te dijo exactamente qué quería que averiguáramos?-
-No, sólo que nos acercáramos y nos ganáramos su confianza. Tu con Kaito y yo con Gakupo.-
-¿Yli?-
-¿Si?-
-¿Estás segura de que podemos confiar en él?-
-No, Ibolya. Pero ése hombre es nuestra única esperanza de volver a casa.-

Yli Lujza e Ibolya Angyalka eran dos chicas nacidas en Hungría. Yli nació en una zona privilegiada de Budapest, la capital del país.
Cuando por fin se volvió toda una señorita, cumplidos los catorce años, sus padres la introdujeron a la sociedad con la intención de que algún joven adinerado y de estatus la pretendiera.
Lo que no pensaron, fue que llegó alguien con muchísimo dinero y muchísimo estatus... pero para nada joven. El pretendiente era nadie más ni nadie menos que el Ministro de Justicia del país, con sus cuarenta y ocho años a cuestas.
Una vez el compromiso establecido, el señor Ministro invitó a su prometida y a sus padres a su gran mansión a compartir una comida y pasar la velada, pero cuando llegaron, los ojos de Yli se perdieron profundamente en la mirada de la hija de la sirvienta, quien era medio año menor que ella misma.
El nombre de aquella niña de cabello blanco y largo era Ibolya Angyalka, y era el "amor" enfermizo y retorcido del Ministro, aquel "amor" a quien visitaba por las noches dos veces por semana, y le había robado su niñez y su virtud desde hacía dos años.

La boda entre la pequeña Yli y el señor Ministro se hizo presente, y ella también tuvo que ponerle fin a su niñez y a su virtud esa misma noche.
Pero una vez viviendo en la casa, y confirmar que dos veces por semana Ibolya seguía teniendo la compañía del amo de la casa, Yli intentó acercarse a ella. Las dos pequeñas estaban sedientas de amor y comprensión, así que su sincera amistad nació en el instante en que se dirigieron la palabra.
Cuando Yli cumplió los diecisiete años, en su vientre estaba creciendo el fruto de la consumación del matrimonio. El Ministro realmente amaba a Yli y al hijo que crecía en su interior, pero su cuerpo pedía a gritos a Ibolya.
El pequeño nació y se llamó Oliver, como su padre. Un pequeño niño rubio y hermoso como su madre, pero tenía un ojo muy sensible a la luz, así que desde pequeño, usó un parche que le cubría de la iluminación.
Ibolya adoptó enseguida a ése niño y se convirtió en su nana, a todo mundo le convenía: alguien cuidaba del bebé, Yli tenía a su mejor amiga cerca y el señor Ministro podía seguir disfrutando de ella.

Un día, el Ministro tuvo algunas situaciones difíciles en la Suprema Corte y para relajarse un poco, su mejor idea fue embriagarse, pero lo único que logró la bebida fue volverlo demasiado agresivo.
La primera persona que se cruzó en su camino, fue la joven Ibolya con Oliver en brazos. Maldijo a todas sus deidades por haberle dado un hijo "tuerto" y picó el ojo del niño hasta volverlo efectivamente, tuerto.
Ibolya gritó y tomó al niño, mientras el Ministro se daba cuenta de la atrocidad que había cometido.
Cuando Oliver regresó a casa después de una hospitalización, Yli le pidió a Ibolya que escaparan juntas con su hijo a otro país pero el Ministro escuchó por malas lenguas de los planes de las mujeres. Movió sus hilos en la administración interna del gobierno húngaro y las acusó de traición a la patria; su castigo fue ser exiliadas del país... sin el niño. Oliver se quedaría en la custodia de aquel mal padre que le arrebató una de sus ventanas al mundo.

Tres años pasaron y ellas vivían en una patria ajena a la suya. Ambas, Yli e Ibolya trabajaban como meseras en un bar karaoke en el que a veces cantaban para sacar una propina extra. Intentaban ahorrar lo más que pudieran de sus salarios para volver a Hungría por el pequeño Oliver.
Un día, la televisión del bar estaba sintonizada al noticiero del canal siete y la conductora Akita Neru informó:
-Y en los espectáculos: después de la muerte de la cantante Megurine Luka (la cual, seguimos esperando la declaración oficial del representante legal de Vocaloid, el licenciado Hiyama Kiyoteru) las audiciones se abren una vez más para el grupo musical. La convocatoria es mañana a primera hora en el centro de la ciudad, donde los ejecutivos de la compañía dueña de Vocaloid, elegirán a dos nuevos integrantes.
Y en las internacionales: El Ministro de Justicia de Hungría, Oliver Rayquuz, fue encontrado muerto esta mañana por la servidumbre de su mansión. La causa de muerte aún es desconocida. Su hijo pasó al cuidado de los padres de su fallecida mujer, Yli Lujza, quien fue muerta a manos de la nana del niño: Ibolya Angyalka, que también fue la culpable de la discapacidad visual del menor.-

Si, además de ser exiliadas de su país, sus nombres habían muerto junto con su nacionalidad y su honor.
¿Qué harían ahora? No cantaban nada mal, así que el plan era audicionar para intentar entrar al grupo musical aquel, ganar fama y fortuna, e intentar volver a Hungría para recuperar a su niño. Después de todo, el mundo les había enseñado que si tienes el suficiente estatus y el suficiente dinero, puedes mover un país entero... todo, por la cuota correcta.

Al día siguiente, se presentaron a la hora y el lugar indicados.
-¿Nombres?- dijo el muchacho que atendía las inscripciones a la audición.
- Yli e Ibolya Angyalka-
-¿Te importa si en el segundo nombre sólo pongo las iniciales?- preguntó un poco confundido por lo que acababa de escuchar, la mujer aceptó y el muchacho continuó.- Muy bien, Lily e IA. Suerte.-
-Es Yli, no Lily.- quiso decirle, pero la multitud la arrastró hacia otro lugar, aunque después de pensarlo un poco, se dio cuenta de que en realidad no estaba tal mal. Sonaba casi como su nombre, pero era distinto... de acuerdo, podía aceptarlo.

Esperaron pacientemente su turno, pasando el tiempo imaginando cómo sería cuando volvieran a tener a su pequeño Oliver en brazos. Las llamaron por sus nuevos nombres, pasaron a un pequeño escenario desmontable y cantaron juntas una canción que era muy recurrente dentro del bar.
Un señor de barba y canoso, como de unos cincuenta años se levantó de la mesa de jueces, y se presentó como el señor Sakine, pero que se cambió el nombre a Fujimori porque sonaba más "artístico".
Se acercó a ellas, les dio un apretón de manos y llamó a un portavoz para que cancelara todas las demás audiciones, porque ya había encontrado a sus nuevas estrellas.

Instalaron a Lily e IA en un lujoso departamento, les dijeron que las iban a introducir formalmente el la fiesta de cierre del último proyecto del grupo y ahí conocerían a todos sus nuevos compañeros, les hablaron de una suma muy fuerte de dinero y ellas aceptaron.
Hicieron uso del abogado de emergencia, el señor Hiyama Kiyoteru que hizo formal su nueva nacionalidad y su cambio de nombre, pero aún así no podrían entrar a Hungría.
Aún con su nuevo nombre, este sólo sería artístico porque el verdadero siempre las perseguiría. Incluso aunque aparecieran como fallecidas en los registros populares de Hungría, sus nombres estaban remarcados con tinta roja como enemigas de la nación.
Lo único que podían hacer, es que alguien que trabajara dentro del consulado húngaro de su nuevo y actual país intercediera por ellas... pero nadie iba a meter las manos al fuego por un par de mujeres enemigas de un país entero.
Hasta que algo pasó: el hermano de la fallecida cantante que ellas remplazaron trabajaba ahí: en el consulado de Hungría... las contactó diciéndoles que las había mandado a investigar con un detective privado y se había enterado de su problema.
Les ofreció ayuda por un simple precio: que cuando conocieran a dos de sus nuevos compañeros, llamados Gakupo y Kaito, se volvieran sus mejores amigas... se ganaran su total confianza y ya después el intercedería por ellas frente a los líderes húngaros.

Por supuesto que aceptaron, era un minúsculo precio por un bien mayor.
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Mientras las chicas llenaban de preguntas a las recién llegadas, Lily e IA buscaban el momento perfecto para escapar con los chicos. La seguridad del lugar dejó entrar a la prensa para tomar asiento en una sala contigua al salón de fiestas y así que empezara la rueda, aprovechando la confusión del momento las amigas pudieron escabullirse hasta los dos hombres de azul y púrpura respectivamente.
-¿Podemos acompañarlos un momento? IA no está acostumbrada a tanta atención, se pone nerviosa fácilmente y ustedes parecen ser muy tranquilos...- preguntó Lily tomando a su amiga de la mano.
-Por supuesto.- asintió Gakupo.
-Así podremos conocernos más rápido ¿cierto?- sonrió Kaito.

Las chicas rápidamente se encariñaron con los muchachos, tenían tantas cosas en común y Lily se identificaba bastante con Gakupo... había oído por boca de Fujimori la difícil infancia del samurai, y aunque eran muy diferentes las historias, era el mismo el sufrimiento.
IA por su parte, intentaba leer a Kaito a través de sus ojos azules. Tenían historias similares en cuanto a que encontraron la fama sin buscarla, y que ambos (a su diferente manera) habían sido vendidos por sus padres.

Mikuo observaba todo desde una distancia segura para que no lo notaran, tomando notas mentales del progreso de las mujeres. Sonriendo satisfecho de que el plan siguiera su curso justo como se había planeado.

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