La calle estaba sola, o por lo menos lo estaba aquel tramo en el que yo me encontraba. Recién me habían arrojado fuera de una camioneta, el sujeto rió mientras me aventaba al rostro un fajo de billetes, y yo trataba de levantarme del suelo. Pisó el acelerador mientras la puerta del vehículo se cerraba, y yo seguía escuchando su risa.
Me levanté, el pavimento estaba mojado por una reciente lluvia; y mientras me acomodaba la falda, aproveché la soledad de la calle para colocarme nuevamente la ropa interior... El negocio de la lascivia no es particularmente amable con sus obreros. Pero ya estoy acostumbrada, y ésta no ha sido la primera vez, ni tampoco la más terrible.
Volví a revisar que trajera todas mis pertenencias conmigo y conté el dinero en el fajo de billetes; este sujeto es un cliente habitual que tengo, si no pagase tan bien como lo hace creo que lo hubiera dejado desde hace tiempo.
Pero por ahora necesitaba descansar, dormir un poco y definitivamente tomar una ducha para quitarme la pestilencia de aquel hombre de la piel. Era un hecho que conocía esa zona de la ciudad, aunque no quedaba nada cerca de donde yo vivo u ofrezco mis servicios; sabía que cerca de esa calle había un hotel nada lujoso donde muchos de mis compañeros de oficio desarrollaban su labor, pero era barato y quedaba a pocos metros.
Mis rodillas estaban inflamadas por haber estado tanto tiempo en esa posición, y mis tobillos cansados por culpa de los zapatos de tacón tan altos que suelo usar para este menester; caminar demasiado no era una opción.
Fueron unos cuantos metros y cuestión de doblar una calle para llegar al lugar, abrí la puerta y me encontré con una fila muy larga de gente esperando por una habitación, muchas parejas, inclusive tres personas y pequeños grupos de gente aguardando por su turno.
La fila disminuía a buen ritmo, y no tengo muy claro cómo pasó pero una sensación de escalofrío muy familiar llegó a mí de repente; la gente al terminar la transacción en la recepción del hotel parecía la misma que cuando estaba esperando, a diferencia de que el brillo en sus ojos se había esfumado. Tenían las mismas actitudes y las mismas andanzas, pero el destello que iluminaba sus ventanas al mundo había desaparecido en un instante.
Fue entonces que el turno de las personas delante de mí llegó, y escuché una voz extremadamente familiar.
-El precio por la habitación es este...- dijo aquel detrás del mostrador, mientras señalaba un cartel pegado al vidrio de la ventana de recepción, su voz se tornó aterciopelada y seductora, totalmente irresistible para el oído no entrenado- ... y sus almas.-
Al momento que una de las personas tomaba la llave de la habitación, un pequeño y suave halo de luz se desprendió de su cuerpo y se integró al cuerpo del recepcionista, se sacudió un poco y sonrió con malicia.
Sonreí porque sabía que tenía que enfrentar lo que por mucho tiempo estuve evitando, pero si ese era mi destino lo haría con la mejor cara posible, sonriéndole a mi perdición.
-Yo también quiero una habitación.- dije con esa sonrisa que sabía que a aquel demonio le encantaba.- Pero yo ya no tengo alma que ofrecer, sólo dinero.- al íncubo se le borró la sonrisa maliciosa del rostro y le inundó una expresión de nostalgia y tristeza.
-¿Qué haces aquí?- me preguntó.
-Sólo quiero darme una ducha y dormir.- contesté con serenidad, mirándole a los ojos con esa ternura con la que solía hacerlo.
-Me refiero a este lugar... ¿Qué haces en un lugar como este?- me respondió con genuina preocupación.
-¿Qué puedo decir? Aquí acabé... Sabes que en este negocio no tengo opciones en algunas ocasiones, o bueno, la mayoría.-
-No sé ni porqué te empezaste a dedicar a esto.-
-Creo que eres el menos indicado para juzgarme, simplemente no tengo nada que perder ya.- dije algo molesta.- Escucha, sólo quiero la habitación por toda la noche ¿Es posible?- él suspiró.
-Aquí está la llave, está en el tercer piso.- dijo al tenderme el objeto y yo la tomé.
-¿Cuánto es por la habitación?- pregunté, ya que no alcanzaba a ver con claridad la lista de precios.
-Una charla.- dijo con seriedad, mirándome a los ojos. Sonreí y lo pensé un momento.
-De acuerdo.- asentí.- En media hora puedes subir.- respondí y me di media vuelta hacia el ascensor.
El agua me recorría con gentileza, mi cuerpo se sentía relajado con el contacto del incoloro líquido resbalando sobre mi piel a una temperatura perfecta; el olor del jabón retirando todo rastro de mi cliente habitual parecía una delicia frutal, y dejé caer toda mi preocupación por un breve momento. Por lo menos hasta que salí de la ducha, con una toalla alrededor de mi cuerpo, secándome gentilmente con el ruido de la TV de fondo, hasta que escuché cómo llamaban a la puerta; no tuve que preguntar quién era, yo lo sabía muy bien… lo sentía. Giré el picaporte, una figura alta y esbelta aguardaba al otro lado, una que conocía muy bien...
-¿Puedo pasar?- me dijo, recorriendo mi cuerpo con la mirada, nada que no conociera ya. Me moví a un costado para permitirle entrar y cerré la puerta tras de él. Lo miré con esa calma y ternura que lo sacaban de sus pensamientos y sólo atinó a preguntar.- ¿Y... cómo estás?-
Reí, divertida por la ironía que había en el ambiente, me parecía muy entretenida su incomodidad, considerando que hace apenas unos años atrás éramos íntimos amantes.
-¿Acaso el demonio que ha devorado cientos de miles de almas, incluyendo la mía, aún se preocupa por mí?- pregunté con un tono levemente sarcástico.
-Sabes que te devolvería tu alma si pudiera...- dijo un poco cabizbajo, con cierta vergüenza en sus palabras.
-No es tan malo vivir sin alma ¿Sabes? Lo cierto es que te quita un poco las ganas de vivir, pero... Dios sabe que no te di mi alma por avaricia o poder, sabe que fue un acto de amor.- dije segura de mis palabras.
-Nunca pensé que llegaras a amarme.-
-Nunca pensé que tú llegaras a amarme, y aun así hayas aceptado devorarla.-
-No es algo de lo que me pueda disculpar, no porque no lo sienta, sino porque no haría ningún cambio. Pero si sirve de algo, sí lo lamento, mucho...- me dijo el altivo demonio frente a mí.
-A pesar de todo, de yo haberme arrojado a esta vida después de que separáramos camino, hay algo que jamás nadie podrá tener de mi.- vi cómo alzaba una ceja, curioso de mis respuesta.- Mi espíritu.-
-¿Y entonces porqué sigues haciendo esto? ¿Dónde quedó ese espíritu?- demandó saber.
-Te lo dije, no tengo nada que perder. Estoy esperando mi hora y que Dios me juzgue. Él sabrá si aceptarme o no, muy a pesar de que mi alma sea tuya.-
-¿Así que de eso se trata? ¿De ir por la noche seduciendo a la muerte?- preguntó ciertamente frustrado, yo reí.
-Y la veré a los ojos sonriendo, para después descansar.-
El demonio suspiró pesadamente, me pareció percibir cierta impotencia de su parte. Abrió su saco y de uno de los bolsillos interiores sacó una licorera, desenroscó la tapa y le dio un trago generoso. Después me ofreció de la bebida, y yo sorbí un trago igual de vasto del whiskey. Me senté al filo de la cama y me retiré la toalla luciendo mi desnudez, y aunque varias marcas de quemaduras, rasguños, mordidas (entre otros) eran evidentemente visibles, no me avergonzaba de ninguna de ellas. Sin embargo, él me miraba detenidamente con una expresión profundamente amarga.
-¿Pero qué has hecho?- me dijo con la voz quebrada.
-¿Esto? Son sólo gajes del oficio.- respondí sin darle mayor importancia.- Además de que después de lo nuestro, nada ha podido lastimarme más.-
-Tú ya no eres la misma, no sé qué tomo tú lugar, pero sé que no eres quien recuerdo.- dijo ahogadamente. Me molesté por la recriminación, al final, yo tenía mucho que decir.
-Cariño, la persona a quién recuerdas murió hace tiempo, hizo un sacrificio que no debería de pedírsele a nadie. Muchos podrán vivir sin alma, pero nadie debería de perderla por propia voluntad a cambio de una vida de miseria y perdición. Yo te di todo lo que tenía porque ingenuamente creí que me amarías el resto de tu vida, y aun cuando descubriste que era amor puro y genuino, algo que no deberías sentir dada tu naturaleza, lo aceptaste. Decidiste amarme, pero también decidiste que no desobedecerías tus impulsos, y usaste tu magia en mí. No sé si de manera totalmente consciente te hubiera entregado mi alma de todas formas, pero lo hice y no me resistí... porque te amaba. Y tú me traicionaste.- para este momento, mis lágrimas deberían de correr por mi rostro desesperadamente, pero yo ya no tenía lágrimas que llorar.- Así que no tienes ningún derecho a decirme que no soy la misma de antes, yo creí conocerte y tu gula pudo más que tu amor. Seguiste con esa pantomima por seis años más, llegaste al límite en el que se supone debías de recolectar también la carne de la que te había dado su alma.-
-No pude… ¡Simplemente no pude hacerlo!- exclamó en desesperación.- Ya te había quitado el alma, no podía tomar tu vida también.-
-¿Mi vida?- pregunté con un sarcasmo hiriente.- Logré mantenerme cuerda por los seis años de gracia que me brindaste una vez devorada mi alma. Lo que seguía se supone era la eternidad en el más allá, junto al demonio del que me enamoré; pero en vez de eso ¿qué conseguí? Tuviste el valor suficiente para devorar mi alma, pero no para tomar mi vida cuando debías hacerlo y te alejaste en un descarado acto de cobardía… me dejaste. ¿Qué clase de vida podría llevar después de eso?- me levanté furiosa, empecé a caminar por toda la habitación, incapaz de sentir algo sobre la piel desnuda.
-¿Por eso es que buscas el peligro? ¿Que fortuitamente te cruces en el camino de alguien con humor para arrebatarte la vida?- en un instante todo fue claro para él. Pudo ver mis intenciones no como un desesperado escape, sino como una tortuosa búsqueda de paz; lo sentí y mi furia se convirtió en súbita calma.
-Lo sabes mejor que cualquiera. Que por más que lo deseé, por más que lo anhele, tu contrato no me permite morir por mi propia mano.- suspiré pesadamente y volví a sentarme a su lado.- Lo he intentado un sinnúmero de veces, pero siempre despierto sólo con una nueva cicatriz. Hace dos años que debiste terminar conmigo, he vivido en la inmundicia por dos años enteros cuando lo único que deseo es descansar. Deberías poder entender eso.-
-Si te asesinaba en ese entonces, sólo hubieras sufrido en el inframundo. No quería eso para ti… pensé que aun sin alma, podrías salvarte.-
-¿Y qué piensas ahora?-
Sabía que no era posible, que para el punto en el que me encontraba yo debía estar muerta. Pero podía sentir todo: cada pequeña corriente de aire, una lágrima bajando por mi mejilla, su mano izquierda sosteniendo mi espalda, y su diestra sosteniendo mi corazón latiendo fuera de mi pecho. Sentía que con cada trozo del músculo vital arrancado por sus afilados colmillos, él también sufría. Mi agonía se iba convirtiendo en paz, en tranquilidad.
-Esto es lo único que puedo hacer…- escuché casi como entre sueños.- … para que puedas descansar. Tu alma es tuya de nuevo.-
-Gracias…- dije con mi último aliento, sonriendo con una calma imperturbable.
-Te amo.- me dijo, con sangre en el mentón y abundantes lágrimas inundando sus ojos.
Vislumbré una hermosa luz que me susurraba con seducción y me dejé guiar hacia una frescura que llenó de quietud mi interior; donde nada era blanco o negro, bueno ni malo, puro o corrupto, sino pacífico y etéreo, de sosegado sentimiento.
Mi cuerpo reposó inerte sobre los brazos del demonio, mi rostro veía sin mirar.
Y por fin lo sentí.
Paz.
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