NDA: Pues acabo de terminar de ver Jojo's Bizarre Adventure (Todas las temporadas que sacaron xD ) y pues me enamoré de uno de los protagonistas. Como bien saben, Annie en "Su Majestad: Rey(na) de los Héroes" es un OC inspirado en mi y justamente está emparejada con Ryan Goldsmith porque me enamoré de éste rubio prepotente; en este Shot voy a hacer algo parecido con un personaje en particular de JJBA Stardust Crusaders. NO ES YAOI, sin embargo, espero que lo disfruten.
(Por cierto, estoy pensando en hacer otros Shots con un genderbend de Annie para que pueda ser yaoi :D )
ADVERTENCIA ANTES DE LEER: MUY PROBABLEMENTE ESTE RELATO VAYA A SER EXPLÍCITO EN CUESTIONES SEXUALES, ASÍ QUE LO CALIFICARÉ COMO R18+
R18+
R18+
R18+
(Si, usualmente lo más que llego a escribir es Chan, ni al Lemon llego en yaoi, pero pues en este Shot si voy a sacar todo lo reprimida que he estado. Además de que sé que pocas personas de verdad leen mi blog, así que serán ustedes público selecto xD )
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Nunca me he considerado una persona muy dada a la aventura, es más, creo que mi vida se basa principalmente en la rutina y en actividades planeadas con anticipación. Esta es mi zona de confort.
Sin embargo, hay veces en que esta vida llena de monotonía me aburre en exceso, y parte de mí me incita a hacer algo distinto, sentir el riesgo de que algo salga de control me divierte... sólo de vez en cuando.
Mi nombre es Anaksha Kjolsrud, o simplemente Annie. Actualmente tengo veinte años y vivo tranquilamente en un departamento que mis difuntos padres me obsequiaron hace dos años, bien ubicado en una tranquila zona de alguna gran ciudad occidental. Siempre he sido una persona muy solitaria, la gente no me desagrada, sin embargo prefiero estar por mi cuenta.
El dinero nunca me ha representado un problema, mis padres me dejaron un fideicomiso bastante generoso además de que hablo seis idiomas (así que nunca me ha faltado trabajo ni dónde conseguirlo).
Un día como cualquiera, me encontraba en el papel de Intérprete en una conferencia entre diplomáticos nacionales y franceses en la embajada de dicho país, durante el receso entre sesiones me dispuse a admirar la galería del salón principal; París se veía deslumbrante y hermosa. Claro que había oído reseñas y visto películas e imágenes que retrataban a dicha ciudad, pero había algo en aquel arte de las fotografías... algo que me hizo salir de aquella zona de confort mía.
Salí de la embajada francesa y sin molestarme de ir por algún tipo de equipaje, sólo revisé que trajera encima mis tarjetas de crédito, mi pasaporte, identificaciones y un poco de dinero en efectivo.
Empecé a sentir emoción y cómo la adrenalina iba recorriendo mi cuerpo a través de mis venas a medida que el taxi me acercaba al Aeropuerto Internacional: Definitivamente iba a comprar un viaje a Francia. No sentía miedo de aventurarme a un nuevo país, el lenguaje no era un problema tampoco lo eran mis recursos económicos, simplemente quise hacerlo.
Inclusive mientras estaba sentada en mi butaca del avión y la azafata se me acercaba a ofrecerme bocadillos, mi estómago estaba lleno... lleno de emoción, de sentido de explorar. Algo que pocas veces he sentido. Hacer las cosas sin pensar. Después de todo, un gran músico ya lo dijo: "La vida es eso que pasa mientras haces planes."
El viaje duró siete horas, incluso un poco menos de lo que esperaba; a diferencia de las personas con las que compartí el vuelo, yo no esperé equipaje alguno. Después de haber pasado por el interrogatorio de los agentes de aduana francesa, salí frenéticamente del aeropuerto a respirar el fresco aire romántico-europeo.
Era de noche, pero las noches francesas son de las más hermosas que alguna vez vi; luminarias, la ciudad cobra vida con un ambiente tranquilo y seductor. El transporte privado que tomé me paseaba por la urbe, como si estuviera presumiéndome las delicias de la ciudad.
-Mademoiselle, es usted extranjera ¿cierto?- preguntó en un tono muy suave el bien vestido chofer del vehículo. Podía ver su pulcro gorro por el retrovisor.
-Oui, Monsieur... soy de occidente.- fue cuando aquel hombre volteo a verme con mucha dulzura, sus ojos azules casi grisáceos me atraparon, dejé de verla Torre Eiffel a la distancia como si se tratara de cualquier otra construcción para concentrarme en sus hermosos ojos. Me sonrojé un poco y aparté la mirada lentamente, estoy segura que él se percató de ello.
-Très bien, mon chérie! En ese caso, ¿me permitiría invitarla a tomar un crème glacée en frente del Arc de Triomphe?-
-¿Un helado, eh? Me parece una estupenda idea.- asentí. No me di el tiempo de pensar si podría tratarse de algún engaño o de un hombre peligroso... ni me importaba. Este hombre se dirigía a mí con tanta ternura que cada una de sus palabras me parecían totalmente encantadoras, como si embelesara mis oídos con su voz e hipnotizara mi mirada con la suya.
Aparcó el auto, bajó a abrir mi puerta y a cerrarla después de que salí, y compró en un pequeño carrito un par de "Glace au Chocolat" artesanal, cruzamos la hermosa calle y nos sentamos en una pequeña banca frente al imponente monumento. El se retiró la gorra y la puso a un lado suyo, dejándome admirar su cabellera plateada, peinada en un curioso peinado que nunca había visto. Un poco extravagante y ostentoso, pero de alguna manera lo hacía lucir muy bien. Además de sus grandes ojos y elaborado peinado, el traje del hombre no podía disimular lo bien formado de sus músculos; un hombre que medía casi dos metros y así de atractivo no podía pasarme desapercibido. Mi estatura es de 178 centímetros, así que aunque la mayoría de los hombres que he conocido son tan sólo un poco más bajos que yo, encontrar a este sujeto me pareció todo una revelación.
-Mi nombre es Jean Pierre. Jean Pierre Polnareff.- me dijo con otra de esas encantadoras sonrisas. Cada vez me convencía de que este sujeto era un total y absoluto caballero, no sólo por sus modales, sino porque tenía el encanto propio de uno.
-Un placer, Monsieur Polnareff. Soy Annie Kjolsrud.- respondí intentando disimular mi emoción lo mejor que pude, a lo que me tendió la mano y yo la tomé, pero no la estrechó, sino que la acercó a sus labios para rozarla, mas no besarla. De nuevo: un ademán propio de un caballero.
-Sólo Jean Pierre está bien, Mademoiselle Kjolsrud.-
-En ése caso, sólo Annie... Jean Pierre.-
-Debo disculparme por mi atrevimiento, usualmente sólo me limito a llevar a mis clientes a donde lo piden... pero no podía dejar pasar la oportunidad de compartir un poco de tiempo. Dime ¿es tu primera vez en París?- levemente sonrojada por sus palabras sonreí por lo bajo.
-Así es, sólo decidí venir sin pensar en lo que haría cuando llegara.- me reí un poco por lo absurdo que sonaba, a lo que aquellos ojos azules se iluminaron.
-¿Entonces no tienes planes para mañana? Si no te importa, podría mostrarte la ciudad.- se me hizo un pequeño nudo en el estómago, y sin mostrar mi emoción por el plan asentí delicadamente.
-Sería muy amable de tu parte, Jean Pierre.-
Hablamos mucho en aquella hora, hablamos de gustos musicales, de nuestras culturas, de logros, de aventuras, aunque ciertamente él tenía más cosas que contar que yo. Era un placer escucharlo hablar, su voz era tan melodiosa y tan vivaz... tan apasionada. Cayó la madrugada rápidamente, y aunque queríamos seguir hablando, ya no eran horas como para hacerlo.
-¿Tienes en dónde quedarte, Annie?-
-No, ni siquiera traigo equipaje. Tengo que pasar a comprar algo de ropa.- reí de nuevo.
-Mi hermana menor tiene una casa de huéspedes. No es muy lujosa, pero tiene todo lo que podrías necesitar, además de que te sentirás en familia, te lo aseguro.- He de confesarlo, al principio no me sentía muy convencida, pero me compró cuando dijo "familia". ¿Hace cuánto que aquella sensación se había desvanecido de mi vida? Soy hija única, mis padres también lo fueron, y mis abuelos murieron antes de que naciera. Supongo que mi preferencia por estar en soledad lo había heredado en lugar de haberlo escogido.- La casa es de nosotros, nuestros padres nos la heredaron antes de morir, pero es muy grande para nosotros dos, así que le dimos otro uso.-
-De acuerdo, pero necesito pasar rápidamente a un supermercado.- ahí compraría todo lo que necesitaba: prendas básicas de mi talla (ya sin importarme demasiado el diseño), cepillo dental, dentífrico, jabón y algunas otras cosas.
-¡Sherry! ¡Estoy en casa! ¡He traído compañía!- entré a una casa muy grande, con puertas de madera de unos tres metros de alto. Dentro del lugar se sentía un ambiente tan cálido y afectuoso que casi me sentí abrumada.
-Deux anges arrivèrent? ¡Bienvenidos!- decía una chica muy delgada, de rasgos muy finos, con el cabello largo igualmente plateado mientras bajaba por las escaleras con los brazos abiertos, para después envolvernos a Jean Pierre y a mi en un cálido abrazo.
-Annie, quiero presentarte a mi hermana menor, Sherry.- le tendí la mano pero en vez de eso, me sonrió y me dio varios besos en las mejillas, después se alejó un poco como si estuviera admirando un maniquí o algo parecido.
-Oh, Vous êtes une beauté! ¿Te quedarás esta noche?- asentí con la cabeza mientras una gran sonrisa se me asomaba sin ningún disimulo. Realmente me encontraba feliz y me era imposible dejar de demostrarlo.- ¡Te daré la habitación del segundo piso! Es la más bonita, además de que tiene su propio baño con boudoir, se ve que te cuidas mucho y te gusta lucir hermosa siempre. En fin, Jean Pierre, muéstrale su habitación, yo iré por algunas toallas y mantas.-
-Perdona a mi hermana, pero es como yo. Ve a una chica hermosa y no pude contenerse.- Me sonreí más de la cuenta y me sonrojé levemente, agradecí el cumplido con cierta torpeza y fuimos escaleras arriba para encontrarnos con la habitación en la que me iba a hospedar.
-Te dejaré para que te familiarices con el espacio. Si tienes alguna duda, mi habitación está justo al frente, y la de Sherry está al fondo a la derecha. Buenas noches...- terminó de decir, como si se estuviera conteniendo de algo.
-¡Jean Pierre! ¡Espera!- exclamé a lo que se volteó con cierta rapidez, con una mirada expectante.- Gracias, has hecho por mi lo que nadie haría.- él bajó la mirada y se sonrió.
-Si me permites, creo que haré una cosa más...- yo sabía perfectamente por dónde iba la situación, sin embargo, actué cómo si no lo esperara.- ¿Podrías cerrar los ojos?- así lo hice y sentí cómo se me acercaba, aspiré su exquisita colonia, sentí la tela de su elegante uniforme de chofer con la piel de mis brazos, aquello me indicaba que estábamos a menos de cinco centímetros de distancia, pero aún así yo permanecí inmóvil, relajada, esperando aquello.- Perdona mi siguiente atrevimiento...-
Eso dijo, yo sentí su aliento acercándose a mi, y para cuando me besó, me sonrojé como nunca. Un violento rojo inundó mis mejillas, porque aunque fue un beso tierno y cariñoso... no pude evitar sentirme excitada. Me deshice rápidamente de ese pensamiento con vergüenza y seguí con aquel roce de labios. Su gran y firme brazo se enroscó alrededor de mi cintura, haciendo que mi cuerpo se pegara más al suyo, mis manos subieron a sus hombros para sujetarlos con delicadeza, haciéndole saber que lo que estaba haciendo me estaba gustando... y tal vez en exceso.
Otra característica mía es que nunca fui una persona muy emocional. Sino más bien, carnal; entonces este sujeto que me estaba besando ahora con pasión, que nuestras lenguas bailaban una insonora melodía... me estaba provocando. Mi cuerpo empezaba a exigirme contacto, pero estoy consciente de la sociedad en la que vivimos: no es bien visto que una mujer sucumba ante sus deseos carnales en los primeros encuentros (y menos en el día y a unas horas de haber conocido a la persona). Un debate se formó en mi interior: Una parte de mí pensaba "¿Qué más da? No vas a volver a ver a este hombre en tu vida. ¿Qué importa lo que piense de ti?" mientras la otra parte me decía "No lo eches a perder... tengo un presentimiento de que este hombre te cambiará la vida."
Me di cuenta de que no podía decidir a qué lado hacer caso, así que opté sólo por cortar el beso y con mi mano, tocar el pecho firme y pecaminoso de Polnareff y alejarlo un poco.
-¿Acaso voy muy rápido?- me preguntó con cierto temor, yo le respondí con ese mismo sentimiento.
-Si, así es. Pero el problema conmigo es que me gusta ir rápido... es sólo que no quiero que pienses mal de mí.-
-¿Te refieres a que piense que eres una chica fácil o algo parecido?- preguntó con una ligera sonrisa, pero totalmente serio.
-Si... no quiero que tengas esa imagen de mi, en especial el día que nos acabamos de conocer.-
-Oh, mon chérie... ¿cómo podría pensar yo eso? Incluso si tu me dijeras que quieres tener relaciones justo aquí y ahora, no podría. Creo que lo que más valoro en una mujer es su honestidad y su decisión, que sepa definir qué es lo que quiere y lo exprese con libertad.- me sonreí ligeramente, aliviada de escuchar esas palabras salir de la garganta de Polnareff.
-Pienso igual que tu, son cualidades que busco en todas las personas. Me gusta hablar claro y que me hablen de la misma forma.-
-Entonces, si yo te dijera que quiero pasar la noche contigo ¿Me aceptarías en tu cama?- me preguntó. Su expresión no denotaba lujuria alguna, sino más bien esperanza, como si estuviera esperando una buena noticia. Sus ojos seguían calmados y me miraban con la misma dulzura con la que hasta ahora lo hacía.
-Definitivamente lo haría.- respondí sin vacilar.
-En ese caso, supongo que eso haré.- dijo con una sonrisa más amplia, mostrándome sus blancos y perfectamente alineados dientes, a la vez que cerraba la puerta con llave.
Su mirada seguía igual, yo tomé su mano y decidida a que aquel francés no se me iba a escapar, lo invité con mis movimientos a tomar asiento al filo de la cama y sin pensármelo dos veces, me acomodé sobre su regazo. El subió sus toscas, grandes y bien formadas manos hasta mi cintura tocándome con firmeza; su nariz acomodó mi mentón hacia arriba para dedicarse a besar con suavidad mi cuello, lamió el largo de aquella curvatura y después mordió un poco de mi piel, aquello me hizo estremecer y soltar un pequeño gemido.
Deseaba que Polnareff disfrutara de mi cuerpo, que lo besara y tratara a su gusto. Sus labios bajaron lentamente, comenzaba a besar mi pecho y sus manos se deslizaban ahora por debajo de mi ropa, en un movimiento rápido y suave me despojó de la blusa que portaba; él seguía besando y lamiendo mi piel, sus enormes manos ocupaban la dimensión de mis senos mientras los masajeaba con dulzura. Yo iba bajando sus tirantes y desabotonando su camisa, Polnareff se la retiró, dejándome admirar aquel fornido y musculoso pecho, paseando mis manos por sus firmes pectorales.
Con ternura, bajaba los tirantes de mi sostén y hábilmente con una mano, lo desabrochó. Fue cuando sus labios se encaminaron sin dudar hasta mi pezón izquierdo, succionando de vez en vez, jugando un poco con su lengua y mordiéndolo suavemente. Aquello se sintió tan bien, que me acerqué más a él, como si buscara más contacto; cuando me moví pude sentir cómo su miembro palpitaba a través de la ropa, sentía una muy alta temperatura en su entrepierna. Él me miró, vio cómo me reprimí mordiendo mi labio inferior... cambió su boca a mi seno derecho, mientras con sus dedos jugaba con el izquierdo. Yo bajé mi mano ansiosa por sentir el palpitante miembro de Polnareff, lo acaricié por encima del pantalón y él soltó un leve gemido de su garganta.
Ya era suficiente, yo iba a morir si no hacía algo al respecto: lo empujé contra la cama para recostarlo un poco, su espalda no estaba completamente plana, se recargó sobre los cojines y me siguió mirando. Como si se tratara de un pequeño espectáculo, bajé mis pantalones de una manera algo provocativa, me di la vuelta y me incliné un poco para que pudiera tener una vista generosa de mis glúteos. Tuvo el efecto que quería, Polnareff lamió sus labios como si tuviera mucha sed. Me acerqué gateando sobre la cama hacia a él y terminé de desnudarle, lenta y provocativamente; desabroché la hebilla de su cinturón y comencé a bajar sus pantalones despacio, me miraba sonrojado. Acariciaba su miembro sobre su ropa interior, estaba tan caliente que casi quemaba; ya era demasiado juego previo... mi cuerpo me estaba demandando acción.
Metí mi mano por debajo de la tela que lo cubría y saqué el miembro de Polnareff de su confinamiento, una parte de mi se sorprendió... era enorme, ni siquiera mis dos manos juntas podían cubrirlo completamente. Comencé a masajearlo pasando mis manos por toda la longitud, él parecía disfrutarlo y yo me sentía cada vez más excitada por ser capaz de hacerlo sentir placer.
-Tu... realmente sabes lo que quieres, chérie.- me dijo con la respiración entrecortada.
-Y por eso, lo tomaré completo.-
Cuando terminé de decir eso, no esperé que hubiera ningún tipo de reconsideración y tomé la delantera. Mi boca se encontraba llena del palpitante miembro de Polnareff, lo masajeaba usando mis labios y mi lengua, lamía la longitud del falo con entusiasmo a su vez que escuchaba la respiración agitada del hombre. Después de unos minutos podía escuchar cómo me decía que se encontraba casi en su límite, así que seguí succionando y lamiendo con mayor velocidad y al cabo de unos segundos después, mi boca se llenó de su abundante semilla. Polnareff soltó un pesado suspiro, me miró y sonrió maliciosamente.
-Oh, mon amour. Ahora seré yo quien te haga sentir muy bien.- se levantó y en un movimiento rápido volteó mi cuerpo contra la cama. Se apoyó en sus rodillas, tomó mis muslos y me acercó a él, me sonrió por última vez y hundió su cabeza entre mis piernas. Su boca y su lengua estaban haciéndome voltear la mirada al cielo y soltar gemidos de placer, lamía, besaba y succionaba mi piel íntima con tal pasión y atrevimiento que, justo al igual que él, llegué al orgasmo en poco tiempo.
Me erguí y me encontré de nuevo con sus ojos, tomó mi rostro con suavidad y me acercó lo suficiente para besarnos apasionadamente; nuestras bocas se separaban sólo por momentos, me recostó de nuevo para poder posicionarse entre mis piernas y entrar en mi cuerpo, al principio con suavidad, pero después de unos momentos, Polnareff empujaba dentro de mi con demoledora intensidad. Nuestros gemidos y respiraciones entrecortadas seguían el ritmo de sus embestidas, entraba y salía de mí con pasión, podía sentir como su gran miembro palpitaba dentro mío y abracé su cadera con mis piernas.
-A-a-annie.- decía con la respiración irregular.- Vous êtes merveilleux... Annie!-
-Jean Pierre... Ne vous arrêtez pas, s'il vous plaît, vous êtes merveilleux.- le pedí, rogando que siguiera penetrándome con aquella intensidad. Aferré mis manos a su pecaminosa espalda, bien trabajada y muscular.
Él irguió su cuerpo apoyándose en las rodillas, puso mis pantorrillas a la altura de sus hombros y continuó con ese increíble movimiento de caderas que me estaba volviendo loca. Mis manos ahora se aferraban a las sábanas, la apretaba entre mis palmas y mis uñas casi rasgaban la tela.
Usando el mismo movimiento que Polnareff antes, volteé su cuerpo contra el lecho y me coloqué arriba de él, apoyé mis manos en su delicioso pecho y comencé a moverme de forma hambrienta.
Notaba como aquello le gustaba, su expresión cambió a una demasiado lasciva y sus manos ahora se paseaban, apretaban y golpeaban traviesamente mis glúteos, siguiendo el ritmo con el que me movía. Yo seguía moviendo con ansias mis caderas a lo que Polnareff se levantó, y mientras yo llevaba el ritmo de las estocadas, el besaba, succionaba y lamía mis pechos con desenfreno.
-Annie... Je suis proche.- me dijo mientras mordía uno de mis pezones, yo me encontraba en una especie de frenesí. Era incapaz de detenerme aunque quisiera, y a decir verdad yo también estaba cerca de culminar. Con ayuda de las manos de Polnareff que seguían acompañando mi ritmo en mis glúteos, aumenté la velocidad con la que me movía. Me abracé de su cuello mientras mis gemidos iban directamente hacia su oído izquierdo.
-Jean Pierre... ¡Jean Pierre!- grité su nombre cuando sentí mis sentidos falsear ante el inminente orgasmo que tuve y un líquido caliente invadió mis interiores, él soltó un brusco gemido intentando pronunciar mi nombre sin éxito. Mientras eyaculaba en mis adentros me abrazó con fuerza, una mano invadía casi la totalidad de mi espalda y la otra se aferraba a mi glúteo derecho.
Moví mi cuerpo unos centímetros para atrás para permitirle salir de mí y sentarme en las suaves sábanas, viéndolo con un poco de sonrojo en mis mejillas. El puso sus manos alrededor de mi cintura, yo toqué su marcado abdomen y después su pecho; recargó su cabeza en mi hombro y soltó un pesado suspiro.
-Ce fut magique... fue simplemente magnifique, chérie.-
-Oh, Jean Pierre, me sentí como nunca...- dije abrazándolo, me sentía aliviada y satisfecha.- Acompáñame en una ducha ¿quieres?-
-Mon amour, te lo haré de nuevo bajo el agua y ya después nos asearemos como es debido.- dijo reincorporándose mientras me tomaba de la mano. Él sonreía y yo solté una risa divertida: me parecía una idea perfecta.
Al cabo de otra media hora que estuvimos en el baño, pude escuchar como llamaban a la puerta; seguramente debía de ser Sherry y no sabía cómo mirarle a los ojos. Sentía un poco de vergüenza, no por haber hecho lo que hice, sino de en dónde lo hice. Además de que no habíamos sido precisamente muy discretos respecto al volumen de nuestra voz. Polnareff salió a atender la puerta, cabe decir que no se vistió, simplemente salió de la ducha escurriendo un poco de agua y quitó el seguro de la puerta.
-Oh mon Dieu, Jean Pierre! Eres un desvergonzado.- dijo divertida la esbelta muchacha mientras entraba a la habitación y me veía a través de la puerta del baño que seguía abierta. Claro, yo igual estaba desnuda y no tenía con qué cubrirme.- Perdona a mi hermano, es un poco tonto. Al parecer no recordó que venía a traer las toallas para el baño.- me decía con una sonrisa, sin inmutarse ni un poco; como si aquello fuera lo más normal del mundo. Me sorprendí bastante, pero ya que ambos parecían totalmente cómodos, me uní a su humor, ella compartió unas cuantas risas más y dejó la habitación cerrando la puerta tras de sí.
-Eso fue... inusual.- repliqué un tanto divertida.
-Así somos nosotros, nos tenemos demasiada confianza. Mucha gente lo consideraría una desfachatez, pero aquí dentro de casa podemos ser nosotros mismos. Sherry y yo sabemos muy bien cómo y cuáles son los prejuicios que existen allá fuera.-
-Siendo tan encantador como eres, tampoco me sorprendería que trajeras a muchas chicas aquí.- dije y ambos nos cubrimos con las toallas que la chica había traído.
-Bueno, en realidad no muchas...- contestó riendo y yo correspondí.- Siendo sinceros, no es que considere un mujeriego. Simplemente me gusta disfrutar mi vida y sus placeres... las mujeres me vuelven loco, cherie.-
-Me pude dar cuenta.- respondí sonriendo y bajando la mirada sonrojada, notando la forma en la que me miraba.- Diría que yo... yo soy una persona fácil de complacer. Me gustan las cosas sencillas, sin complicarme demasiado. Me gusta hacer esto con quien me sienta atraída, aunque claro, mucha gente piensa que soy una mujerzuela sólo por disfrutar del sexo. Dicen que así no encontraré a nadie con quien compartir mi vida, pero yo se que una cosa no tiene nada que ver con la otra. Busco la felicidad y no me martirizo por ello.-
-¡Oh, Annie! Hay sentido en tus palabras. Y si tu y yo saliéramos, como pareja me refiero... ¿Estarías bien con que yo me acostara con otras mujeres?- dijo seriamente. Su boca esbozaba una muy sutil sonrisa y supe que iba totalmente en serio, sin embargo su pregunta merecía ser contestada con una buena respuesta, no con otra pregunta como lo pensé.
-Jean Pierre, si tu me dijeras claramente desde el principio que quieres seguir durmiendo con otras mujeres, yo lo aceptaría. Yo te diría que yo dormiría entonces con otros hombres. Pero a mi me importa más la honestidad que la fidelidad... para mi modo de ver, la fidelidad no siempre va de la mano con el amor, y no por eso significa que no lo haya.- él se sonrió ampliamente y me dedicó de nuevo una de sus tiernas miradas.
-Hace un rato me decías que te gustaba ir rápido ¿no es verdad?-
-Así es... mi vida está llena de rutina y ya no suelo disfrutarla. Quiero hacer ahora algo completamente fuera de mis planes...-
-Entonces ven a vivir conmigo. Vives sola y no hay nada que dejes atrás... ¿o si?- y vaya que Polnareff tenía razón. No había nada por lo que regresar, no tenía amigos, sólo conocidos; mi departamento no tenía vida mas que la mía y si quisiera, podría dejar de trabajar. La única razón por la cual laboraba era porque tenía demasiado tiempo libre.
-¿Y si digo que sí?-
-Bueno, mi hermana te adora... y podríamos empezar a salir como se debe.-
-Entonces invítame a una cita mañana y te aceptaré la oferta.-
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Recuerdo que así fue como lo conocí. En un viaje encaprichado a Francia conocí a Polnareff y decidimos que haríamos vida juntos. Compramos un espacio junto a la casa y pusimos una pequeña cafetería, Sherry ahí conoció al que después se convertiría en su esposo, con quien años más tarde, criaría a dos adorables niños. Jean Pierre y yo decidimos que la alegría de los hijos de Sherry eran toda la energía infantil que necesitaba la casa y no tuvimos ninguno.
Todo pasó increíblemente rápido, pero incluso ahora, treinta años después, ninguno de los dos tiene arrepentimientos de ninguna índole; la gente seguía hablando de nosotros, decían que por haber empezado como lo hicimos nuestro amor se esfumaría tan rápido como llegó. Dejamos que las personas hablaran a su gusto, porque Polnareff y yo no teníamos nada que escuchar. Éramos felices uno con el otro y era lo único que necesitábamos.
Y será lo único que necesitemos durante los años que nos queden de vida...
....:::::Fin.
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NDA: Ok, eso fue super raro para mí, JAMÁS había escrito material erótico explícito xDDDD
Pero bueno, espero que les haya gustado, y si no, en realidad no me interesa xD Con lo demás sí tomo mucho en cuenta sus opiniones pero esto fue algo que de verdad me salió del alma y me importa muy poco que les agrade o no (Lo lamento, hoy ando muy hater xD)
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