The SkarSkull is...
- SkarSkull
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jueves, 28 de septiembre de 2017
Gakupo x Kaito. Nuestra Aventura: NOTA AL 28/09/2017 ..::IMPORTANTE::..
Me he dado una vuelta por este viejo escrito y me percaté de que estaba incompleto en algunas partes :O
Por lo que en esta ocasión les comparto el siguiente link para que puedan descargar el PDF completo del fic.
[ https://drive.google.com/open?id=0B_dXdgJIBlv6R29reHVzOHdYRDQ ]
También, ahí subiré el PDF de 'Su Majestad: Rey(na) de los héroes' cuando lo termine, así que si no lo han leído, ¡VAYAN AHORA A LEERLO! Jajaja
También les dejo mi correo, por si se les ofrece xD:
skarskull.official@gmail.com
Los quiero, bebés ♥
Vayan a por su aventura.
martes, 26 de septiembre de 2017
Su Majestad: Rey(na) de los Héroes. Capítulo 26: La carne de sus pecados.
viernes, 2 de junio de 2017
Los tres crisantemos dorados. - One Shot.
YA SÉ QUE NO HE ACABADO EL TAIBANI PERO ESTOY EN ELLO, LO JURO XD
Peeero, les comparto una historia que hice para una tarea de la Universidad, espero les guste.
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-¡Yo no lo hice! ¡Por favor!- gritó la joven Angyalka mientras luchaba contra el agarre de los proclamados Centinelas Imperiales.
-¿Niegas entonces haber cortado tres crisantemos del jardín del Emperador?- preguntó con desdén otro de los centinelas. La chica bajó la cabeza mientras una lágrima se deslizaba sobre su mejilla, incapaz de mentir.- Eso pensé. Llévensela, tendrá un justo juicio por su atroz crimen.-
La madre naturaleza guarda muchas sorpresas, y la que más tomó desprevenida a la humanidad fue lo que por mucho tiempo los entonces llamados “fanáticos ecologistas”, difundían como la “Teoría Gaia”. Ésta predecía el más terrible y monstruoso desastre natural jamás habido; tsunamis que sobrepasaban al rascacielos más alto, terremotos tan violentos que se abrirían brechas kilométricas entre los suelos, ciclones, monzones, tornados, tormentas, todo al mismo tiempo; la tierra se curaría a sí misma de la más grande y destructiva plaga: los seres humanos.
Muchos pensaron que el día no llegaría, y que si lo hacía sería en un futuro más lejano. Sin embargo, en el año de 2020 cuando la humanidad se encontraba al borde de la tercera guerra mundial y la naturaleza había absorbido la mayoría del daño colateral, fue entonces que sucedió. El desastre natural más atroz que alguna vez se hubiera visto; edificios desprendidos del suelo como si de flores se tratase, megaestructuras despedazadas cual papel, ciudades inundadas, pueblos arrasados, países deshechos. Para 2022 que volvió a hacerse un censo mundial se descubrió el aterrador precio: 93% de la población mundial había perecido en el siniestro; aquel día, la humanidad recibió un triste recordatorio: El de que vivían con miedo de la verdadera fuerza de la naturaleza y hundidos en la deshonra de haber sido quienes desataron la furia de la misma.
Desde entonces, la población, dedicó todo esfuerzo a reconstruir causando el menor daño posible, cuidando cada recurso utilizado, designando áreas de vivienda específicas, prohibiendo a toda costa la violencia hacia la madre naturaleza: La nueva deidad del 7% de gente restante.
Un nuevo orden se había establecido y para el año 2030, el autoproclamado Emperador de la Coalición Gaia era el principal predicador de la Teoría homónima, la pasión que desprendía al hablar sobre el castigo de “Gaia” (refiriéndose a la tierra con el nombre griego de la diosa de la tierra) convencía a sus seguidores, quienes habían sido sobrevivientes del castigo supremo y ahora dedicarían su vida entera a retribuir y agradecer haber sido de los “elegidos” para continuar viviendo de la diosa.
-”Aquí viene el sol…”- dijo el juez Corvo a los presentes en la audiencia, desde el centro y lo alto de su silla en el Magisterio de Justicia.
-”… la estrella más brillante de todas.”- respondieron absolutamente todas las personas en la sala.
-Y que Gaia nos juzgue, hermanos.- dijo con una sonrisa y tomó asiento. Su expresión se endureció y miró fijamente a la chica, que permanecía de pie en el centro del salón, sintiendo cómo las miradas de los espectadores alrededor la juzgaban cruelmente.- Ibolya Angyalka, el día de hoy se encuentra en este tribunal acusada de violencia contra la Gaia, además de que profanó el sagrado jardín del Emperador, en donde mantiene conexiones espirituales con la diosa misma. Se le acusa de haber arrancado cruelmente y sin consideración alguna hacia la Gaia o sus colegas sobrevivientes humanos, tres crisantemos dorados.- el público de la audiencia se exaltó ante la declaración del juez.
-No tengo nada que alegar en mi defensa, Señor. A nadie le importa las razones por las que lo hice, sólo importa mi crimen… ¡esto no es un juicio, esto es una proclamación de sentencia!- Angyalka soltaba lágrimas al analizar las palabras que habían salido de su boca, sin embargo, eran ciertas. Los crímenes contra la Gaia nunca tenían un verdadero juicio, sólo una condena, y su caso no sería la excepción.
-Señorita Angyalka, en eso concordamos todos. Ningún ser humano puede permitirse el lujo de dañar a la Madre Suprema de nuevo, no podemos después de que la Gaia nos permitió sobrevivir. Sus acciones podrían desencadenar otro castigo supremo. Perderemos el sueño y pasaremos hambre si es necesario, pero la humanidad es escasa ahora, y si no respetamos los deseos de la Madre Suprema, nos recordará lo débiles que somos bajo su yugo. ¿Entiende?- el juez Corvo tenía un semblante dulce, como si estuviera explicándole algo a un niño pequeño.
-Si mi castigo es la muerte, como imagino que será… ¿puedo ver a mi madre una última vez?- preguntó la chica, con la voz quebrada pero la frente en alto.
-De acuerdo. Ibolya Angyalka, se le condena a muerte por el crimen de violencia contra la Gaia. Su ejecución será programada para mañana al amanecer. Como lo solicita, podrá ver una vez más a su madre, dos centinelas imperiales la escoltarán durante el trayecto y deberá volver a su celda antes de la puesta de sol para esperar su ejecución. Es todo, se levanta la sesión y que Gaia nos juzgue, hermanos.-
-¿Mamá? ¿Tienes hambre? ¿Quieres comer algo?- decía la joven mientras acariciaba el cabello de su anciana madre, blanco como la nieve y suave como la seda.
-¡Oh, Angyalka! ¡Has vuelto!- exclamó con una entusiasmada pero débil voz, abría los ojos poco a poco, recuperándose del profundo sueño en el que se encontraba mientras su hija tocaba su frente.
-Veo que la fiebre desapareció, el té de crisantemos hizo lo suyo. Duerme un poco más y estarás como nueva, Yo tengo que irme, mamá.-
-¿Volverás pronto?- Angyalka ahogó sus lágrimas y depositó un beso en la frente arrugada de su madre, quien volvía a quedarse profundamente dormida. La chica se incorporó y salió donde los Centinelas Imperiales la esperaban.
El tiempo que transcurrió entre la puesta de sol y el amanecer fue mucho más corto de lo que Ibolya Angyalka esperaba.
La soga que el verdugo apretaba alrededor de su cuello era aún más suave de lo que Ibolya Angyalka esperaba.
La silla desde donde estaba de pie estaba más cerca del piso de lo que Ibolya Angyalka esperaba.
El amanecer se veía aún más hermoso de lo que Ibolya Angyalka esperaba.
Sonó una campana, y el dolor que experimentó fue más gentil de lo que Ibolya Angyalka esperaba.
‘Y en voz alta contarán hasta diez. Aquí viene el sol, la estrella más brillante de todas…”
martes, 31 de enero de 2017
Sabe como el suicidio. (Relato corto)
Una de las cosas que me caracteriza, es que tengo sueños MUY extraños.
Sólo quise publicar este en particular por las sensaciones tan reales que me hizo tener.
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Era de noche. No habían dado ni las diez cuando el frío nocturno y el cielo carente de calidez nos envolvieron en su manto, sin embargo dejé que fueran las sábanas y los tres cobertores los que realmente me abrazaran y conservaran mi calor dentro de mi lecho. Repasaba cada borde de cada sombra que mi limitada vista me permitía apreciar, la ausencia de color se extendió un poco más con cada minuto que transcurría; y cuando me volví a fijar ya no era de noche, el día era gris y yo seguía recostada, aunque en una cama que no era la mía, ni siquiera era yo realmente. Lo más alarmante de la situación fue la naturalidad con la que acepté que mi cuerpo femenino de casi veintiún años de edad lo había reemplazado uno infantil de máximo ocho años, un cuerpo delicado, de piel perlada y pálida, suave y tersa… y masculino.
El lugar a mi alrededor me era bastante conocido, la estructura me resultaba totalmente familiar. El departamento de mi abuela, sin embargo, las paredes eran blancas y con el ambiente del día, éstas también adoptaron un color grisáceo de manera provisional.
Caminé del cuarto, cruzando el pasillo que llevaba a la sala y vi a una persona que sabía que era mi hermano, aunque al mismo tiempo no lo conocía de nada. Tenía un tono de piel similar al mío, su cabello era rubio, pero no tan claro como el que yo lucía; su mirada se clavó en la mía, no dijimos palabra alguna, pero aquello me hizo cobrar consciencia de que no llevaba prendas encima. Me giré para regresar, invitándolo sólo con mis movimientos a que me siguiera, y lo hizo. Caminé por el pasillo y cuando doblé para entrar al cuarto de donde había salido, volví a cruzar la longitud del pasillo, logré encontrar el cuarto y entré. Subí a la cama y en la cabecera, justo por detrás abrí una ventana que medía lo mismo que yo y me senté en el filo, viendo hacia el interior; afuera, cuatro pisos abajo, la gente empezaba a juntarse por debajo para ver la escena, impulsados por el morbo. Este hombre entró, con semblante tranquilo a pesar de verme sentado en donde estaba; se acercó a mí y lo miré con una sonrisa. El viento entraba gentilmente por los bordes de la ventana, por donde mi pequeño cuerpo no le estorbaba para colarse dentro de la habitación.
Yo quería hacerlo. Lo iba a hacer. Nadie me iba a detener. Cerré los ojos y me apoyé en un inexistente respaldo, preparando mi mente para recibir el concreto durante un breve momento. Escuché mis huesos quebrarse, aún con los ojos cerrados los pude ver a todos observándome sin decir nada al respecto, mientras mi sangre llenaba y corría a través de las grietas del pavimento. Me relajé.
Abrí los ojos, sentado al filo de la ventana, mi hermano me miraba sonriéndome de manera triste. Yo le devolví la misma expresión. Me vi al espejo que estaba cruzando la habitación, y ahí estaba, una visión casi angelical en un cuerpo igual de bendito, mejillas rosadas y ojos grandes. Toqué el rostro del hombre y me volví a dejar caer, pero ahora una mano me tomó por la espalda y me devolvió al interior del cuarto, me envolvió entre sus brazos, cargándome pecho a pecho. Su sonrisa triste desapareció muy lentamente y se tornó en una mirada lasciva, y ahí recordé porqué lo hice la primera vez.
Quería separarme de él, pero al mismo tiempo no quería pelear, así que dejé que me siguiera penetrando hasta el cansancio; sabe como el suicidio, una dulce muerte que no quiero negarme. Sabíamos ambos que sus embestidas me estaban matando, pero él estaba nublado de juicio y yo no me quejaba, sino que al contrario, lo estaba disfrutando. Yo quería morir al final del día, de una manera u otra. Otra vez. Y las veces que fueran necesarias, que el cuerpo casi angelical y bendito estaba corrupto.
Su culminación también fue mi despedida, me sonreí porque ahora había muerto de verdad. O eso creía, porque cuando abrí los ojos, me encontraba sentado al borde de la ventana; mi mente sentía desesperación, pero no pude transmitir nada, sólo volví a sonreírle triste y me dejé caer nuevamente. Esta vez sólo me hice daño, no podía mover ningún músculo de mi cuerpo, pero estaba vivo… vivo para sentir como él volvía a asesinarme como en la segunda ocasión, pero ahora rodeados de toda la gente en las calles, viendo la escena con desaprobación, quejándose de aquello, pero morbosamente disfrutando de mi martirio.
La vida me abandonó de nuevo, y de nuevo esperé que no regresara a mí.
Y no lo hizo, no regresó, pero pude ver que en cada ocasión, mi cuerpo inerte y sin vida era profanado con actos bárbaros; cada orificio del cuerpo infantil que me perteneció era penetrado con maldad, lujuria y perversión, ni la sangre, huesos, o que después de unas horas ya no tenía ni siquiera forma humana fueron impedimentos para dejar de provocarle excitación al hombre. Y su excitación se convirtió en la mía. Me gustaba ver mi cuerpo destrozado, porque me di cuenta de que ya no era mi cuerpo infantil, sino el mío, el verdadero. Mi cuerpo femenino de casi veintiún años. Y eso me excitó aún más. Sintiendo mi verdadero cuerpo siendo ultrajado.
Y después obscuridad. Mis ojos se abrían lentamente y mis manos se estiraron buscando la fuente de la melodía que resonaba, haciéndome volver a la realidad. Donde toqué mi muy vivo cuerpo, sin heridas. Las seis de la mañana marcaba el reloj. Me levanté del lecho y me dispuse a ser.