Día 4 después de la primera aparición de la Brigada 731.
La medianoche había envuelto la megalópolis de Sternbild en el mismo manto oscuro y siniestro en que había estado los últimos días desde el debut de la Brigada 731. La luna se asomaba entre las nubes, y su gentil rayo de luz iluminaba particularmente una zona poco agradable de la ciudad, así como una igualmente poco agradable situación. El imponente cuerpo de Vaako Kovalevskaya levantaba por los aires a Kotetsu T. Kaburagi, debilitado y apenas consciente, con la cara hinchada y casi irreconocible, probablemente con un par de costillas rotas.
El cuerpo del héroe veterano fue lanzado con fuerza hacia una columna, impactándose violentamente y cayendo al pavimento como si de un bulto se tratase. Vaako, por su lado, tenía el labio inferior abierto y sangrando, así como la mejilla roja, apenas impactado por el héroe y evidentemente dominando a su oponente en la lucha cuerpo a cuerpo que libraban; caminaba acechador hacia Kotetsu, con ira en su mirada, pero con temor en sus adentros. El ruso no quería matar a Wild Tiger, él no quería matar a nadie, pero si ese sería el precio por mantener a su gente a salvo, no lo dudaría por un segundo.
-Si te hubieras rendido cuando te lo pedí…- dijo Kovalevskaya mientras levantaba por el cuello a un Kotetsu muy malherido. El tigre llevó su mano a la del ruso para intentar liberarse del sofocador agarre, pero se encontraba muy débil y Vaako muy decidido.- … yo no quería esto.-
Barnaby miraba impotente mientras un hombre rubio y de mirada cansada lo mantenía al margen, con una pose ofensiva algo extraña pero realmente amenazadora. El conejo calculaba todos los huecos posibles para poder atacar por la espalda al líder de los Brigadistas, miraba cada apertura y contemplaba cada oportunidad hasta que vio una ventana de espacio y tiempo para poder rescatar al tigre. Pasó menos de un segundo, Barnaby se encendió en su característico azul, avanzó un metro superando al rubio frente a él, parpadeó y se percató que lo tenía frente a él de nuevo. Pasó otro segundo para que se diera cuenta que su cuerpo estaba fuertemente presionado contra el pavimento.
-Eso fue un error. Por favor, quédate quieto.- dijo con calma Sebastian Vettel, el brigadista quien con sus habilidades de teleportación y maestría en Muay Thai, inmovilizó al héroe de una manera ridículamente fácil, usando la fuerza del conejo en su contra.
Kotetsu vio de reojo la escena, haciendo un tremendo esfuerzo e ignorando su propio dolor, levantó su brazo queriendo alcanzar a su compañero, cuando un puño en el rostro le devolvió a la realidad.
-¡Vaako, por favor!- gritaba Agnes desesperada, inmovilizada por una especie de daga, sacó sus conjeturas y concluyó que se trataba de un mechón de cabello tensado pero sumamente filoso, cortesía de la cabellera de Simona de Silvestro junto a ella.
Por alguna razón, el grito de Agnes se sintió desgarrador para el líder de los brigadistas, pero se obligó a seguir con el castigo que le propinaba al héroe veterano. Su puño cerrado impactaba sádicamente el rostro del tigre quien empezaba a ahogarse en su propia sangre.
Barnaby intentaba desesperadamente liberarse de Sebastian sin éxito, sólo contemplaba cómo la sangre de Kotetsu le empapaba el rostro, tosía y se quejaba débilmente porque ya no tenía más fuerza o energía para defenderse. Vaako lo dejó tendido en el suelo por un momento, se volvió hacia la entrada de la estación Sinoviet y tomó un pedazo de concreto roto de tamaño considerable y bastante pesado a juzgar por la expresión del ruso.
-¡NO, NO, DIOS NO, POR FAVOR!- gritaba el conejo, moviéndose y retorciéndose debajo del cuerpo de Vettel.
Vaako se acercó hacia Kotetsu, quien intentaba retroceder al darse cuenta de las intenciones de Kovalevskaya, sus brazos no tenían fuerza y sus manos carecían de agarre, húmedas de sangre y sudor. Vaako se colocó encima del tigre y levantó el pedazo de concreto por encima de la cabeza del veterano, listo para asestar el golpe final.
-Sólo quiero que sepas, que esto no es personal. Estoy haciendo lo que debo…-
-¡Tenemos un infiltrado dentro de Ouroboros!-
-¡Barnaby!- exclamó Agnes.
-¿Qué has dicho?- preguntó Vaako, algo incrédulo ante lo que acababa de escuchar.
-Lo que escuchaste. Contamos con un doble agente dentro de la organización, fue quien nos entregó la información de la Brigada.- decía Barnaby, un poco aliviado de que su comentario inicial impidiera que Vaako le aplastase el cráneo al tigre, pero incierto del nuevo rumbo de la situación. El ruso dejó caer el pedazo de concreto a un lado del malherido héroe veterano y se dirigió con esa misma mirada asesina hacia Barnaby, aún inmovilizado en el suelo.
-Dime quién es su infiltrado y les daré una muerte rápida a ambos.- dijo Kovalevskaya mientras se arrodillaba para estar más cerca del rostro del conejo.
-Déjalo ir primero, y luego hablaremos.- exigió Barnaby.
-Ustedes héroes no entienden que no les estoy dando a elegir. Les estoy diciendo lo que va a suceder.- bufó Vaako, visiblemente fastidiado. Luego, su mirada se endureció como aquella primera vez que le conocieron.- Dime quién es tu espía, o de lo contrario, usaré en ambos cada truco que sé para sacar la información que necesito.-
-Es mi hija…- dijo Kotetsu, intentando reincorporarse y escupiendo un coágulo de sangre.
-¡Kotetsu, no!- exclamó Agnes detrás, sin poderse creer la confesión que el tigre acababa de hacer.
-Tengo tanto que perder como tú, por eso estoy aquí.- decía el veterano con dificultad y una tristeza palpable.
Vaako se frenó en seco, se irguió y contempló su alrededor; los ojos Agnes que le veían con terror le lastimaban, pero detrás de ella, Simona. Él sólo podía ver a una pequeñita cuyos padres traicionaron y asesinaron, que sabía que sus propios recuerdos eran fabricados; su rostro de adulta no había podido borrar los rasgos de su niñez, aquella a quien Vaako había criado como propia y le quería como si fuese su propia sangre. ¿Y si fuera ella? ¿Acaso Vaako no lo arriesgaría todo por ella? ¿Acaso no quemaría el mundo hasta los cimientos si alguien se atreviera a hacerle daño? Se vio a sí mismo contestándose afirmativamente a todas esas preguntas, y le sonrió con tristeza. Simona entendió perfectamente, destensó sus mechones de cabello y soltó a Agnes para que pudiera reunirse con un recién liberado Barnaby junto a Kotetsu.
-Kimi, por favor, atiende a Wild Tiger. Sigamos esta charla dentro, al parecer aún hay mucho que decir...- dijo mientras desaparecía en la oscuridad de las escaleras que bajaban a las ruinas de la estación Sinoviet.
Los demás brigadistas hicieron lo propio y siguieron a su líder, mientras que el médico NEXT finés, Kimi Räikkönen, examinaba las heridas de Kotetsu e indicaba a Barnaby que le ayudara a cargar al héroe dentro de la estación, el conejo y la castaña se miraron buscando seguridad uno en el otro, y accedieron a entrar.
El doctor Räikkönen atendía a Kotetsu en una pequeña estación médica, le indicó que activara sus habilidades NEXT y comenzó a guiarlo para que concentrara sus células de manera específica en su pronta sanación, curando sus lesiones sistemáticamente mientras el propio doctor limpiaba todas las heridas expuestas.
El tigre empezó a sentirse mejor, le colocaron un suero y recobraba sus sentidos poco a poco. Agnes y Barnaby le abrazaron una vez que pudo incorporarse en la camilla y el tigre les sonreía con calma y cansancio.
-No vuelvas a hacer eso, viejo imprudente.- reclamaba Barnaby, mientras aferraba la mano del moreno a su propio rostro, llorando al verlo sanar lentamente.
-¿Qué sucedió con “te amo” y eso?- bromeó el tigre, esbozando las palabras con dificultad. Barnaby reía, con lágrimas recorriendo sus mejillas.
-Te amo, viejo imprudente.-
-Eso suena mucho mejor… ¿podrían encargarse de esto? Kovalevskaya de seguro tendrá preguntas para mí, y estoy muy cansado…- decía mientras hacía su mejor esfuerzo por mantenerse despierto, Agnes y Barnaby asintieron.
-No te preocupes, estamos en ello.- respondió el rubio, el tigre le sonrió y cerró los ojos.
-Estará bien, quizá en unas tres horas ya esté en condiciones de moverse.- afirmó el doctor Räikkönen, Barnaby le vio con desprecio, pero asintió al no tener más opciones.
El conejo y la CEO de Hero TV salieron del pequeño cuarto médico y contemplaron con asombro lo bien restaurado que estaban sus alrededores. Mientras que ellos esperaban ruinas, ratas y oscuridad, se sorprendieron al ver las muchas amenidades; una pantalla plana con televisión satelital, muebles en buen estado y lo que parecía ser una especie de consola de mando desde donde llevaban todas sus operaciones informáticas, seguramente.
-Creí que la estación también estaba en ruinas por dentro.- dijo Agnes.
-Hicimos lo posible por acondicionar este lugar.- la voz de Vaako se hizo escuchar. Emergió de un cuarto detrás de la consola y les invitó a tomar asiento. Antes que cualquier cosa, Agnes se acercó decididamente al ruso y sin considerarlo dos veces, le asestó una bofetada que retumbó en toda la estación. Vaako abrió los ojos en sorpresa, no por la bofetada en sí, sino por quién se la había propinado.
-¿Eso qué fue?- preguntó desconcertado el moreno.
-Número uno: no vuelvas a dudar de mí, soy una mujer de palabra. Número dos: Casi matas a uno de mis amigos, idiota. Número tres: necesito una venda y un antiinflamatorio porque me rompí un dedo con tu estúpida cara.- reclamó la castaña, mientras sostenía su mano y con fastidio se reacomodaba el dedo meñique en su lugar, ahogando sus quejidos.
-Tienes razón, supongo que lo tengo merecido.- dijo levemente divertido e indicaba a Nico Rosberg llamara a Kimi para atender el dedo fracturado de la CEO. Luego de que el doctor entablillara el meñique de la castaña y tomaran asiento en la sala junto con Vaako y el resto de la brigada, se dispusieron a hablar.- Ahora, necesito entender una cosa antes que nada: ¿cómo es que nadie dentro de Ouroboros ha reconocido a Kaede Kaburagi? Frank tiene perfectamente ubicados a los familiares de todos los héroes.-
-No puedo revelarte eso, no hasta que sepa de qué lado estás.- decía Barnaby, bastante escéptico de la situación.
-Aún me estoy debatiendo si debería matarlos o no. De cualquier forma, esto es lo más susceptible que estaré de escuchar su versión, así que si yo fuera tú, lo aprovecharía.- decía Vaako con un tono un poco más relajado, pero que aún sonaba levemente amenazante. Agnes y Barnaby se miraron sin saber muy bien cómo proceder, no querían darle al enemigo más información u oportunidad para que les asesinaran. La castaña suspiró.
-Afuera me preguntabas cómo es que sabía que Lunatic no era una amenaza para tu triada. Lo sé porque él también es nuestro aliado y espía. Pero desde que aparecieron ustedes, no nos hemos podido contactar con él por temor a que nos descubrieran.-
-¿Cómo va a ser posible que el Ejecutor Supremo sea tu espía?- rezongó Vaako.
-¿Ejecutor Supremo? ¿Qué es eso?- preguntó el conejo.
-Hace unas horas descubrieron a unos traidores y los ejecutaron frente a toda la organización, Lunatic fue quien los asesinó, ganándose el título de Ejecutor Supremo. Los traidores robaron información de la oficina de Frank Martínez, el expediente con nuestra información. Según Jason Keyes, el segundo al mando, esa copia fue destruida por Lunatic mismo. Y si a ustedes se les entregó la copia de nuestro expediente, eso quiere decir que… Lunatic le mintió al Maestro. Entonces es verdad lo que dices…-
Barnaby y Agnes ya no escucharon más, se quedaron petrificados al escuchar “los ejecutaron frente a toda la organización”. El rubio sintió una punzada perniciosa en la boca del estómago y miró con preocupación a Kotetsu descansando a la distancia.
-¿Sabes los nombres de estos “traidores”?- preguntó el conejo, casi a punto de volver el estómago.
-No, sólo sé que uno de ellos podía cambiar de rostro y otro podía convertir las cosas en arena.-
-Espera, ¿ambos hombres?- preguntó la castaña con igual preocupación y terror de que la respuesta no fuera la que ella esperaba.
-Sí, dos hombres, de cuarenta y tantos años cada uno.- Vaako se espabiló un momento y reaccionó ante la conclusión a la que había llegado hacía unos pocos segundos.- Un momento, vamos a regresar un poco. ¿Cómo convencieron a Lunatic de mentirle al NEXT Supremo?-
-Empecemos por el comienzo…- decía Barnaby más calmado de escuchar que entre las víctimas no figuraba Kaede. Seguramente Lunatic había tenido que inculpar a esos hombres para proteger la fachada de la chica. Se espabiló un poco y prosiguió con su relato. Confesó ante la Brigada el acuerdo que tenían con Lunatic de cuidarla, las habilidades de réplica de Kaede y cómo había pasado desapercibida, su alianza con Deino y todo lo relevante.
Habló sobre cómo lograron dichas alianzas y sus conclusiones sobre cómo Lunatic no sabía sobre la existencia de la Brigada 731.
Vaako comenzó a hilar los sucesos mentalmente, y muy a su pesar, resultaba perfectamente lógico lo que Barnaby Brooks Jr. y Agnes Joubert le decían. Estaban confesándose ante él, sabiendo el riesgo que la Brigada 731 comprendía no sólo para la Primera Liga de Héroes de Sternbild, sino para la humanidad en general, especialmente bajo el yugo del nuevo Ouroboros de Frank Martínez.
-Te engañaron, Vaako. A ti y a toda tu triada.- decía la castaña, al ver la expresión amarga que se formaba en el rostro del rubio.- Él no va a hacerles daño.-
-Vaako, todo lo que hicimos… ¿Acaso fue en vano?- los ojos de Nico se rasgaron y su voz temblaba, levantó sus manos frente a su rostro y las contemplaba con desagrado.- Nos llenamos las manos con la sangre de un montón de inocentes por nada. ¿Nuestro “bien mayor” fue una mentira?- Jean Eric y Romain tomaron asiento junto a Nico, se les unieron después el resto de los brigadistas para consolar al chico Rosberg, sin embargo, ellos mismos se encontraban igualmente devastados.
-¿Qué hicimos, Vaako?- preguntó su tercera al mando, Susie Wolff.
-Ayudé a ese maldito infeliz a construir un ejército. Aún si Lunatic no caza a mi gente, Frank enviará a toda su organización a aniquilar a los Sun On Yee.- Kovalevskaya se puso de pie y empezó a caminar en círculos, víctima del coraje y desesperación que sentía.
-No si lo detenemos primero.- dijo el héroe conejo.
-¿Cómo piensas que vamos a hacer eso? Sé que los héroes son buenos en su trabajo, y modestia aparte, nosotros somos mejores.- decía el ruso, Agnes y Barnaby hicieron una mueca de desagrado y gruñeron por lo bajo.- Aun así quedamos cortos en números. Incluso si juntamos ambos equipos, nosotros veinte no tenemos oportunidad contra los casi dos mil militantes de Ouroboros.-
-¿Ya dos mil? Kaede nos dijo que eran aproximadamente mil seiscientos…-
-El número crece de manera rápida.- el líder de los brigadistas hizo una pausa y suspiró pesadamente.- Además, ya no tenemos tiempo.-
-¿A qué te refieres exactamente?- preguntó Barnaby, extrañado por el desagrado que el ruso mostró en esa última frase.
-Frank me llamó unos minutos antes que ustedes nos contactaran. Mañana en la noche atacarán. Bueno, hoy en la noche, más bien.- dijo mirando su reloj, percatándose que ya era de madrugada.
-¿Es inminente?- preguntó Kotetsu por detrás, sosteniendo sus costillas con una expresión de dolor, aunque se veía mucho mejor.
-¡Kotetsu! ¿Qué haces? Deberías estar descansando.- dijo el conejo, quien se apresuró hacia el tigre para servirle de apoyo. El doctor Räikkönen se levantó y con una pequeña linterna revisó las pupilas del tigre y llevó su mano hacia la carótida del héroe, vio su reloj para tomar contar sus latidos y concluyó que el pulso era bueno.
-Según entiendo por los registros que vimos de Hero TV, usted fue tratado contra el declive NEXT con el prototipo del suero ReConnect, desarrollado en la base Sword, ¿correcto?- el tigre asintió, ambos confundido y sorprendido.- Su capacidad de regeneración también se vio mejorada junto con sus habilidades NEXT. Con esto en mente, creo que se recuperará en menos tiempo de lo previsto, aunque seguirá con algunas molestias.-
-Vaako dice que en la noche de hoy, Ouroboros atacará con sus dos mil militantes.- dijo Agnes, pensando en todas sus opciones.
-Según escuché… ¿Acaso dijiste algo de juntar los equipos?- preguntó con una leve sonrisa el tigre.
-Dije que aun juntándolos, nos matarán.- rezongó el líder de los brigadistas.
-Si estás dispuesto a luchar por nuestra causa, yo estoy dispuesto a luchar por tu gente. Estoy dispuesto a morir intentándolo si es necesario.-
Vaako miró al tigre, sus ojos irradiaban sinceridad en lo que decía, y a pesar de tener motivos de sobra para odiar a la Brigada 731, el héroe veterano estaba tendiendo su mano a la gente del ruso, a su triada… su familia.
-¿Por qué lo harías? No nos debes nada, al contrario.- preguntó.
-Ya te lo dije, tengo tanto que perder como tú. Si a mí se me está acabando el mundo por la posibilidad de perder a mi hija, no imagino cómo te sentirás con cientos de personas que dependen de ti.-
-Vaako, creo que vale la pena intentarlo.- dijo Valtteri por detrás. Simona asintió y todos los demás brigadistas, aunque temerosos y traicionados, asintieron de igual manera.
-Vamos a regresar con nuestra familia, y ellos estarán a salvo.- decía Daniil.
-“Para este momento nos hemos entrenado…”- dijo Sebastian por detrás.
-“… y nuestro sacrificio valdrá para un bien mayor.”- afirmó Nico por detrás, con una sonrisa triste, aceptando lo que viniera. Vaako suspiró y él mismo asintió al ver la valentía y coraje de su equipo.
-De acuerdo, tú ganas, Wild Tiger. Estamos dentro. ¿Qué hacemos ahora?-
-Necesitamos toda la gente que podamos conseguir.- dijo el tigre, con una abrasadora esperanza que reconfortó a todos en la habitación.
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El resto de los héroes de la Primera Liga de Sternbild se encontraban ansiosos y preocupados, su jefa y el principal Apollon Duo se habían adentrado directo a lo que parecía ser una trampa mortal. Estaban intranquilos y con cuánta razón, la Brigada 731 (a pesar de no ser tan malvados como imaginaban) había cometido crímenes atroces individual y colectivamente, y por supuesto que aquello los tenía nerviosos e impacientes. La tensión en el ambiente era palpable, aguardaban noticias de aquello que positivamente, era su única esperanza.
-Ya es de madrugada… No debimos dejarlos ir solos.- decía Ryan mientras daba un nervioso sorbo a su taza de café.
-A mí tampoco me encanta la idea, pero hay que confiar en Agnes y los muchachos.- dijo Anaksha, recargada en el hombro de su novio.
-¿Y si les sucede algo y no estamos ahí para ayudar?- decía Antonio, aún afectado por toda la situación de Cain, los demás manifestantes, y particularmente su última charla con Nathan Seymore. Su cabeza daba vueltas, y aunque quería concentrarse, no podía sacarse de la cabeza esa deliciosa y tersa piel morena…
-Hagamos esto: si en veinte minutos no tenemos noticias de ellos, iremos a buscarlos.- propuso Anaksha, también bastante inquieta.
-Deberíamos alistarnos con nuestros trajes, por si acaso.- dijo Karina, mientras se ponía de pie y levantaba hacia la puerta.- Si les parece bien, primero iré con PaoLin, Nathan y Antonio a los vestidores. Ustedes cuatro quédense aquí por si hay alguna novedad.- continuó la chica, refiriéndose a Ryan, Annie, Keith e Ivan, quienes asintieron conformes.
Los vestidores eran amplios, y estaban conectados al gimnasio que los héroes tenían a su disposición las 24 horas del día; las chicas entraron a su respectivo vestidor, dejando solos a los héroes de fuego y al toro. “Esto fue adrede, ¿cierto, Karina?” pensaba Nathan, cayendo en cuenta de la situación.
-Nate… ¿podemos hablar? No me has dirigido la palabra en dos días.- el héroe toro sonaba realmente triste. Nathan suspiró y volteó a ver al latino.
-Estoy muy herido, Tonio. Verte… me duele.- contestó el héroe de fuego, con ojos acuosos, bajando la cabeza y envolviéndose en sus propios brazos.
-Y de verdad, lamento haberte hecho daño. Nunca quise que mis propios problemas e inseguridades se volvieran tu problema.- el toro suspiró y se sentó en un banquillo frente a Nathan, quien hizo lo mismo.
-También lo lamento, sé que vienes de un contexto familiar muy estricto y conservador. Debes de estar replanteándote muchas cosas ahora, y tampoco fue justo de mi parte exigirte algo que no me podías dar en primer lugar.- el héroe de fuego comenzaba a llorar ahogadamente. Antonio lo notó, inseguro si su gesto sería bien recibido, tomó asiento junto a él y lo envolvió en un fuerte abrazo. Nathan se estremeció al contacto, pero se rindió ante el cálido abrazo que recibía.
-Hey, no llores.- decía con una sonrisa triste.- Estaremos bien, te lo prometo.-
-¿Cómo podríamos estarlo?- preguntó Nathan viendo esos toscos pero a la vez, suaves ojos. Puso una de sus manos en su pecho, a la altura del corazón y luego tocó el pecho de López.- Me temo que yo ya pasé el punto de retorno, Antonio.-
-¿Por qué dices eso, Nate? Podemos, no sé, tratar de recuperar lo que teníamos antes de todo esto y…-
-Estoy completamente enamorado de ti, Antonio.- confesó Seymore, sus manos se aferraban una a la otra, nervioso de la reacción del otro.
Un sepulcral silencio inundó el vestidor de hombres, y Nathan no pudo hacer más que sólo asentir y limpiarse las lágrimas que emanaban de sus ojos. Se levantó para intentar sacudirse esa pesadez que sentía.
-Lamento la situación en la que nos pusimos, Antonio. De verdad.- dijo soltando una risa muy triste y quebrada por su propio llanto.- No te preocupes por mí, sobreviviré a esto. Siempre lo hago.-
-Es mi familia, Nathan. Si estoy contigo… es renunciar a ellos.- bramó el latino, con frustración e impotencia.- No estoy listo para eso.-
-Nunca te lo pediría, yo sé que tus padres no aceptarían que compartas tu vida conmigo. Lo respeto, de verdad lo hago. Sólo necesito tiempo para olvidarme de ti, o más bien, de nosotros.- Nate tomó el rostro del toro entre sus manos y le obligó a verle a los ojos.- “Estaremos bien” ¿no es así?-
La mente del toro se nubló en ese preciso instante. La sinceridad y preocupación que Nathan le mostraba a pesar de la situación y de su propio sufrimiento le movió algo por dentro, pero al mismo tiempo se replanteaba qué tan malo podría ser si su familia lo desterraban del núcleo donde se había educado y crecido.
No lo consideró, ni siquiera pensó en su cuerpo actuaba por voluntad propia, sólo se vio besando de manera hambrienta y salvaje al héroe de fuego frente a él.
-Tonio… no, no está bien…- decía Nathan llorando, al darse cuenta de que él tampoco podía detenerse, paseaba sus manos por el abdomen del latino con desesperación, ansioso por sentir toda esa deliciosa piel a la que ya se había vuelto adicto.
-No puedo parar… lo siento.- dijo el toro mientras daba un suave mordisco al cuello del moreno, quien se estremeció con ese delicioso gesto.
-Nos estamos haciendo daño…- Seymore arrancaba la ropa de López, y éste hacía lo mismo con la misma desesperación.
Nathan envolvió la cintura de Antonio con sus piernas y éste lo cargó contra uno de los muros del vestidor. Desabrochó su cinturón, bajó su cremallera y bajó su mano para preparar a Nathan; no había escapatoria, para ninguno de los dos. Cuando el héroe de fuego estaba preparado para recibir el cuerpo de López, éste lamió la palma se su mano, ensalivándola lo suficiente para lubricar aquello que estaba por recibir el otro.
Nathan alzó sus brazos y envolvió el cuello del latino, mientras éste empujaba con fuerza y lascivia una y otra vez; ambos gemían y goteaban sudor al ritmo de las embestidas del toro.
“¿Qué estoy haciendo…? ¿Qué nos estoy haciendo?” pensaba Nathan con tristeza, mientras que Antonio, curiosamente, pensaba exactamente lo mismo.
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