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miércoles, 8 de enero de 2014

Gakupo x Kaito. Nuestra Aventura. Capítulo 21.

NDA: Este capítulo, lo quiero dedicar a Sahara, que es y siempre ha sido buena amiga conmigo. Te quiero, Sahara-kun.
Pero también a todos ustedes, lectores y lectoras que me han inspirado a llevar este fic hasta este capítulo, cuando no tenía pensado más de seis. Gracias por leerme, y ojalá mis ideas sigan siendo de su agrado.
También, este capítulo tiene Chan de Yüma y Kiyoteru. Me estoy concentrando un poco en ellos porque ya no aparecerán mucho en lo que resta del fic, o al menos eso planeo.
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Ya habían pasado diez días, y Kaito no mostraba ninguna mejoría, ni señal de que lo haría.
Gakupo por su parte, estaba a unas horas de ser dado de alta del hospital, ya que por sus genes de combate naturales, sanaba muy rápido. Kamui quiso verlo desde aquel día, revisar su progreso y velar por el, pero Akaito no se lo permitió.
El entendió perfectamente sus razones, y aunque quiso refutar, no se sentía en la posición más adecuada para hacerlo.
No pensaba en otra cosa que no fuera en todo ese asunto, que tal vez todo se pudo haber evitado, que el no hubiera salido herido, ni Luka muerto, ni Kaito en coma... ni nada.
Pero ahora, lo que fuese que pensara, ya no importaba. Lo hecho, hecho estaba. Así que la mejor forma de ayudar era enfrentar la situación y tratar de enmendarla lo más posible. Redimirse consigo mismo, pero sobre todo... con Kaito.
Su vida ahora estaba en segundo plano ahora.
Gumi lo había visitado hace una media hora, le dejó algo de ropa para cuando saliera. Gakupo, por teléfono, le dio las instrucciones de cómo entrar al departamento que compartía con Shion. Confiaba plenamente en ella, lo suficiente como para permitirle entrar a la vivienda, después de todo, era su mejor amiga. Una vez saliera del hospital, el samurai no tenía idea de donde ir o qué hacer.
Mientras Gakupo pensaba todo aquello y se vestía para recibir su alta médica, un pelirrojo lo sacó de sus pensamientos.
-Kamui, tenemos que hablar.-
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Kiyoteru se encontraba en el sofá de su casa (la que antes, perteneció al jefe Yümio), debatiéndose entre sus pensamientos. Cuando Kaito entró al ala de radiología, era obvio que no podía llevar su ropa ni objetos metálicos. Así que Ritsu le entregó un paquete con sus pertenencias.
El problema no era dárselas a Akaito, si no que entre ellas se encontraba un hermoso guardapelo de oro. Su curiosidad lo llevó a abrirlo, y allí encontró una foto de los dos enamorados, y una hermosa frase grabada: "De aquí, a la eternidad. Será Nuestra Aventura."

Lo miraba una y otra vez, debatiéndose si se lo debía de entregar a Akaito o no.
-¿Qué pasa, cariño?- preguntó Yüma, que recién salía de la ducha, con una toalla alrededor de la cintura.
-Encontré un guardapelo entre las cosas de Kaito, tiene una foto de Gakupo y el. Siento que si le entrego todo a Akaito, vaya a enloquecer más contra Kamui... porque revela los sentimientos que se tienen.-
VY2 se sentó a su lado, tomó su cabeza entre sus brazos y le dio un tierno beso en la cabeza mientras le retiraba el guardapelo y lo colocaba sobre la mesa con las demás pertenencias del azulado.
-Si me preguntaras que haría yo, si fuera tu... Le daría todas las cosas de Kaito. Ritsu te las entregó porque ése día todavía no había llegado su hermano, y creo que después de verlo así, Akaito merece un explicación verdadera del porqué Kaito está como está. Ya lo que pase después, será necesario para esclarecer todo este asunto.-
-Creo que tienes razón... tampoco me corresponde a mi decidir eso.-
-Confío en que sabrás decidir lo que es mejor, pero cambiando un poco el tema... no te he dicho hoy lo mucho que te amo ¿o si?-
-Aunque no lo digas, yo lo sé. Pero me gusta escucharlo. Yo también te amo, Yüma...- dijo Hiyama con una sonrisa entre sus ocupados labios, que ahora entretenían a los del ojiverde.

¿Qué era lo que pasaba siempre con él? Cada vez que sus labios se encontraban en una delicia de intimidad, Kiyoteru se dejaba llevar y envolver por las caricias de VY2, quien a su vez, disfrutaba del cuerpo de su amante.
Yüma no se contuvo más, y mientras deslizaba su mano por debajo de la camisa de el castaño, su otra mano  la desabotonaba cuidadosa y lentamente. Yotu rompió el beso, para posar sus labios sobre la hermosa piel que cubría los hombros del ojiverde.
Años de entrenamiento, y el desgaste físico, no habían causado estragos en aquella suave piel perlada. VY2 sí que podía presumir de unos músculos muy bien formados entorno a todo su cuerpo; y cada que tenía oportunidad, a Hiyama le encantaba admirar ese cuerpo tan atlético y perfecto, así como recorrerlo con sus manos.
Una vez la camisa del castaño salió, Yüma desabotonó los pantalones de su amante, mientras las manos de Kiyoteru recorrían el bien formado abdomen del comandante, y retiraba gentilmente la toalla que envolvía su cuerpo para revelar esa hermosa desnudez.
VY2 hizo lo mismo con Yotu, lo ayudó para desprender aquella estorbosa ropa, que le impedía ver el masculino, pero aún así, delicado cuerpo del castaño.
Yotu se posicionó entre las piernas de Yüma, probándolo lo suficiente como para hacer que los sentidos de VY2 falsearan. Una vez listo, Hiyama se recostó sobre el sofá, y el comandante sobre el, mientras entraba en el cuerpo del otro con mucho cuidado de no lastimarlo.
Yüma comenzó a moverse ambiciosamente, mientras Kiyoteru aferraba sus manos a la musculosa espalda del otro; así ambos se encontraban en una catarsis de placer, donde ya ninguno de los dos podía detenerse o arrepentirse. Y por supuesto, no querían detenerse ni arrepentirse, ambos se amaban, y sólo ellos podían llevarse uno al otro hasta el éxtasis.

El sudor goteaba ansiosamente de la frente de uno, sólo para reflejar lo apasionado del acto. Yüma devoraba desesperadamente a Kiyoteru, que se encontraba fuera de sí. Estaba sonrojado y ahogando algunos gemidos que salían desde su garganta; el ritmo se fue intensificando y las embestidas se hacían cada vez más fuertes y profundas, y a su vez, el ojiverde lamia la curvatura del cuello del castaño.
Soltaron un último y tosco gemido al unísono, ya que ambos se habían liberado. El comandante dejó caer su cuerpo sobre del otro y besó tiernamente su oreja.
-Vamos a la ducha.- dijo VY2 mientras recobraba la postura y se ponía de pie para extenderle la mano a Hiyama.
-Te amo...- dijo tomando su mano.
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El abogado subió a su automóvil y se dirigió hacia el hospital, donde se encontraría con Akaito para entregarle las pertenencias de su hermano. En el camino, recordaba las palabras de Yüma, porque aún no se sentía convencido del todo de dar las cosas de Kaito, pero era como él había dicho: no le correspondía decidir eso.
Así que cuando llegó a Allenworth, subió por el elevador hasta el quinto piso. Fue a la habitación de Kaito, donde se encontraba con muy mal semblante. Tenía hematomas por toda la cara, una tablilla en la nariz (para enderezarla) e intravenosas en los dos brazos.
Akaito estaba sentado en una de las sillas contiguas a la cama, dormido y recargado sobre su hermano. Teto no lo dejaba nunca solo, atendía a su prometido en lo que fuese necesario para que nunca se apartara del azulado.
-Buenas noches, señorita Kasane.- dijo apropiadamente Hiyama, procurando hablar bajo para no despertar al pelirrojo. Teto se levantó de su asiento, y salió de la habitación junto al abogado cerrando la puerta tras de sí.
-Buenas noches Kiyoteru, pero por favor, dime Teto.- dijo sonriente.
-Gracias, Teto. Vine a dejarle esto a Akaito. Son las pertenencias de su hermano, no pudo entrar con esto a radiología y me lo dejaron a mi porque ustedes todavía no llegaban... en fin, si está muy indispuesto puedo volver mas tarde.-
-No creo que despierte en un buen rato, lleva todos estos días sin dormir, hasta hace una hora que ya no resistió y se quedó dormido junto a Kaito. Si quieres, puedes dejarme las cosas a mi, y yo se las daré cuando despierte.-
-Te lo agradeceré mucho si así lo hicieras.- dijo el castaño y le tendió el paquete a la pelirroja, quien lo tomó con cuidado.
-Por supuesto, no es nada.-

Así ambos se despidieron, Kiyoteru tomó su camino y Teto volvió a entrar a la habitación. Ella también estaba muy cansada, recargó la cabeza en el respaldo del asiento y cayó en un profundo sueño.
Despertó a la mañana del día siguiente, se enderezó y talló un poco sus ojos.
-Buenos días, cariño.- dijo Akaito quien veía con curiosidad el paquete que había dejado Hiyama.
-Buenos días... Oh, veo que ya viste esto. Kiyoteru vino a dejarlo anoche, son las cosas que tenía Kaito antes de que lo internaran. Voy por un café ¿Quieres uno?-
-Con tres de azúcar, por favor.- Teto se acercó a darle un beso en los labios, y después salió.
-Ahora vuelvo.-

Akaito abrió la pequeña caja en donde estaba la ropa de Kaito, pulcramente doblada, su cartera con respectivas identificaciones y un guardapelo de oro.
"Y me reprocha que yo despilfarro..." pensó mientras admiraba la pieza de veinticuatro quilates. No le dio mucha importancia, y la puso a un lado suyo; se estiraba después de un pesado, pero bien merecido sueño y el guardapelo se cayó del asiento abriéndose.
El pelirrojo lo tomó entre sus manos, vio la foto y leyó la inscripción. Ahora, era más que obvio que ellos dos tenían algo más que una simple amistad... pero no podía dar nada por sentado. Hasta donde el sabía, a Kaito siempre le habían gustado las mujeres. No le recordaba muchas novias, puesto que siempre fue muy tranquilo, sólo que su amor con Miku siempre fue imposible.
-¿Pasa algo?- preguntó Teto, quien sostenía dos vasos de café en las manos.
-Te contaré después... voy a hablar con Kamui. ¿Sabes si sigue aquí o ya lo dieron de alta?-
-Me parece que en unas dos horas lo dejan ir...-
-Bien... iré con el.- dijo mientras salía de la habitación con el guardapelo en mano.

El samurai se encontraba vistiéndose con una camisa, cuando Akaito entró.
-Kamui, tenemos que hablar.-
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Gakupo no sabía que decir, así que sólo asintió y se sentó al filo de la cama. Akaito le arrojó algo, para que pudiera atrapar con el brazo derecho, observó el objeto en su mano y palideció.
-¿Donde lo conseguiste?- pregunto el samurai con un nudo en el estómago y la voz un poco quebrada.
-Estaba entre las cosas de Kaito, antes de que lo internaran... Explícame que significa.-
-No creo que pueda, Akaito.-
-¡Maldita sea, Kamui! Estoy seguro que tanto tu como mi hermano no están en esta situación por mera casualidad, y ese guardapelo tiene algo que ver. Lo menos que merezco es una maldita explicación.-
Las palabras del pelirrojo eran ciertas, de verdad merecía una explicación.
-De acuerdo, pero no te va a gustar del todo lo que vas a oír. ¿Aún así quieres que te cuente todo?-
-Ya no me hagas esperar, Kamui.- dijo Akaito mientras tomaba asiento.
-De acuerdo. Una noche yo volvía de un ensayo con Len, y encontré a Mikuo y Luka teniendo sexo en nuestra cama...- y así empezó a contar todo desde el principio. La traición de Luka, el rechazo de Miku a Kaito, como se encontraron en la calle... y todo lo que habían vivido, desde cómo terminó Teto comprometiéndose con Akaito y la historia del guardapelo, hasta el incidente del día del rodaje. El nuevo incidente de Luka (y su muerte) y el malentendido que había puesto a Kaito en coma.

Akaito sólo escuchaba con cuidado, procesando cada palabra que salía de los labios del samurai, y cuando éste termino de hablar, sólo hubo un breve silencio.
-Entiendo... creo que debería de agradecerte. Gracias a tu plan, estoy comprometido con la mujer de mis sueños; por otra parte, creo que te entiendo. Si me hubiera pasado lo mismo, creo que no sólo lo hubiera puesto en coma, sino que de verdad, hubiera asesinado al que me traicionó. Sea como sea, no disculpo lo que hiciste, aunque entienda tus razones, sigue siendo mi hermano.
Y cuando despierte, o si despierta, espero que puedan resolver esto. Aunque debo confesarte que nunca pensé que Kaito fuera homosexual... o tu.-
-No lo somos, sólo que dio la casualidad que nos enamoramos uno del otro, aún siendo hombres.-
-Si quieres, puedes ir a verlo cuando quieras. Esta en la habitación 515.- dijo dándose la vuelta para salir.
-Gracias, Akaito.- dijo Gakupo haciendo una reverencia con la cabeza. El pelirrojo se detuvo antes de desaparecer por el pasillo.
-Kamui, una cosa más: Si no despierta, jamás te lo perdonaré y te mataré yo mismo.-
-Si eso sucede, no pelearé por mi vida. Si el muere, yo también.-
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Ahora, Gakupo llevaba siete días velando por Kaito. La doctora Namine Ritsu, quien había atendido al samurai, ahora cuidaba de la salud del azulado... pero los días pasaban y no mostraba ninguna mejoría.
Ritsu empezaba a desahuciarlo, los exámenes no mostraban muerte cerebral, pero no había actividad en el cerebro. Y si no hubo actividad en los primeros dos días, había sólo un 2% de posibilidades para que pudiera despertar.
El día anterior, Namine había hablado de esto con Akaito y Gakupo. El pelirrojo abandonó toda esperanza de que su hermano despertara y autorizó que lo desconectaran. Pero Kamui se opuso con firmeza, los dos hombres llegaron a un acuerdo: Si no despertaba en los siguientes tres días, Kaito sería desconectado y su cuerpo moriría.

Akaito se encontraba mal, no comía, no dormía, no hablaba con nadie mas que con Teto, y sólo para llorar. Aunque Gakupo lo puso en coma, él autorizó que desconectaran a su hermano. No podía dejar de pensar que la vida de Kaito iba a desaparecer por su culpa. Pero si no había despertado en los primeros días, no era probable que lo hiciera después.
Gakupo, por su parte, no se encontraba diferente. Se sentía incluso peor, nunca se separaba del lecho del azulado; pero estaba atento a cualquier cosa: ya fuera un sonido, o un movimiento. Lo que fuese que le indicara lo contrario del diagnóstico, pero no había nada... sólo era lo de siempre. Nada.

Como siempre, el samurai estaba cuidando de Kaito, se encontraban sólo ellos dos y Kamui no pudo evitar tomar su mano y besarla.
-Dicen que una persona en esta situación puede escuchar todo lo que pasa alrededor suyo, pero Ritsu dice que tu cerebro está dormido... aún así haré el intento.
Kaito, desde el primer instante que apareciste en mi vida, siendo mi mejor amigo, te convertiste en la persona más especial para mi. Solía pensar que la vida no tenía sentido, que era simplemente selección natural, que sólo sobrevive el más fuerte. Esa noche, cuando escapé de Edo, no tenía idea de que hacer una vez llegara a la ciudad; no tenía dinero, ni un lugar para quedarme o siquiera una identidad.
La vida fue buena conmigo, te puso en mi camino y fue contigo con quien aprendí a vivir y ser feliz. No fue ni Fujimori, ni Luka, fuiste tu.
Antes de ti, no había nada que valiera la pena. Pero vales más que mi propia vida, te amo y sé, que te empecé a amar desde aquel primer instante en el que te vi. En el rodaje, mientras yo gastaba tiempo, pensaba nuestra relación... llegué a la conclusión de que quería estar contigo por siempre, y no me bastaría con sólo anunciar nuestro noviazgo en la fiesta de cierre del proyecto. Ese día, planeaba pedirte matrimonio frente a todos nuestros amigos.
Tengo tu guardapelo ¿sabes?. No pensé que lo trajeras contigo todo el tiempo, pero las palabras que tiene dentro, son verdaderas. De aquí a la eternidad, mi amor.
De aquí a la eternidad... Sera nuestra aventura. Por favor, te lo suplico, cariño mío: DESPIERTA.- dijo finalmente.

La bolsa de medicamento estaba a pocos minutos de acabarse, así que se levantó de su asiento, depositó un suave beso en los labios del durmiente, y fue en busca de Ritsu para avisar que el medicamento se iba a terminar.
Kaito estaba tranquilo, recostado en la cama, pero no estaba inmóvil del todo. Comenzaba a mover el dedo índice de la mano izquierda... lenta y sutilmente.
Hasta parecía que intentaba decir algo, o tal vez si lo estaba haciendo. Con una voz apenas audible:
-Ga... ku...po...-

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