::Bien dicen que los opuestos se atraen, El Príncipe de la Gravedad Errante tiene una personalidad más bromista y altanera, y según la opinión popular puede llegar a ser un individuo prepotente con gracia. Mientras que la Leona Siniestra es más reservada y seria, su porte refleja clase y formalidad pero sabe interactuar con la gente de una manera suave.::
::También hay que decir que aunque decidieron mostrar sus rostros, fue una movida un poco arriesgada.::
::Y hablando de héroes que exhiben sus rostros en público, hablemos de uno de nuestros héroes consentidos. ¡Barnaby Brooks Jr. lidera el marcador en lo que lleva la temporada! Pero no se nos olvida que ha habido un empate entre el héroe de Apollon Media y la nueva adquisición de debut de la Corporación SkullBunny, el primer empate en los marcadores que se ha visto desde hace muchos años.::
::¡Así es! ¡Barnaby Brooks y Black Xiaji van empatados en primer lugar con 2.100 puntos! En segundo lugar está posicionado Golden Ryan, mientras que en el tercer y cuarto lugar se encuentran Blue Rose y Wild Tiger respectivamente. ¡La totalidad del Apollon Trío ahora se encuentra en los primeros cuatro lugares! Dejaremos que el tiempo sea quién determine si ahí se mantendrán. Mientras tanto en otras noticias, no se pierdan esta noche la transmisión nacional en tiempo real del espectáculo circense en el Auditorio Principal...::
Anaksha apagó la pantalla, aburrida de ver lo mismo en cada canal a cada hora; Ryan recargó su cabeza sobre el regazo de la chica mientras pasaban la tarde viendo televisión, acurrucados en el sofá dentro de la gran mansión Goldsmith, aunque el rubio ahora prefería llamarla Goldsmith-Kjolsrud ya que ahora era más que oficial la estadía permanente de Annie ahí.
Ryan se reincorporó con el cabello un poco alborotado del lado del que se recargaba y observó a su chica, ella se veía levemente intranquila, su expresión era suave y calmada pero hacía una muy sutil mueca de inconformidad.
-¿Algo de la televisión te ha molestado?- preguntó el rubio con leve pesadumbre.
-¿Eh? ¡Oh! No, no... en absoluto. Sólo que estoy un poco preocupada, es todo.- admitió bajando un poco la mirada.
-¿Por Ouroboros?- los ojos de Ryan se volvieron reconfortantes.
-Un poco, sí. Además de que Kaede quedó de reunirse con Kotetsu y Barnaby cada semana, y ésta es la noche. Me preocupa que la vayan a descubrir y puedan hacerle daño.-
-Ya pasó una semana del primer encuentro ¿cierto?- la chica asintió a la pregunta del rubio.- No deberías preocuparte, tiene a dos personas viendo por ella. De alguna u otra manera tuviste razón aquel día diciendo que tenías un buen presentimiento con Lunatic. Que haya revelado su verdadera identidad y que además les permitiera a ésos dos decírnosla es una prueba de que confía en nosotros tanto como quiere que confiemos en él. Con éso me basta.- dijo con una gran sonrisa que iluminada toda la habitación. La chica también se sonrió levemente, reflejando lo aliviada que se sentía de escuchar aquello.
-Sí, es verdad. Además, no creo que ningún humano o NEXT quiera enfrentarse a las llamas azules. Tal vez Frank o Jason podrían, pero si son inteligentes como creo que son, estoy segura de que evitarían la confrontación. Ella estará a salvo, lo prometió después de todo.-
-Y con lo que Kaede diga hoy, podremos saber más acerca de cómo y cuando atacar.- la chica asintió con tranquilidad y se levantó.
-Voy a darme una ducha.- dijo Annie dándole un beso y retirándose de la sala de estar.
Ryan se levantó también después de algunos segundos, se dirigió al dormitorio y vio la silueta de la chica, desvistiéndose tras el biombo de la gran habitación. Recorrió con los ojos la sombra de lo que él consideraba aquella perfecta figura, paseando la mirada sobre cada punto, cada voluptuosidad del perfil de la chica.
-¿Hace cuanto que estamos saliendo? ¿Unos seis meses?- preguntó el rubio.
-Sí, me parece que sí. ¿Por qué?- preguntó Annie con curiosidad mientras se envolvía en una toalla para dirigirse al cuarto de baño.
-Sé que sabes esto y de sobra además de todo, aunque nunca te lo he dicho. Pero... te amo.- dijo con una mirada fija y rebosante en confianza. Seguro de lo que decía, sin duda alguna. La semi pelirroja se frenó en seco y miró a Ryan con incredulidad.
-Es verdad... nunca lo habías dicho.- la verdad era que por la misma personalidad del rubio, Anaksha nunca esperaba escuchar aquellas palabras. Por supuesto que ella lo sabía, había muchísimas más maneras de demostrarlo, pero aquellas palabras tenían un significado especial: que Ryan Goldsmith dijera aquello implicaba algo mucho más intenso. Ryan, aquel que se encerraba emocionalmente, aquel que no permitía que nadie se entrometiera en su vida y que casi no tenía amigos, aquel que a pesar de ser extrovertido y engreído, era mucho más selectivo en sus relaciones interpersonales que cualquier otra persona.- ¿Sabes que es recíproco, cierto? Yo.. también te amo.- Ryan se sonrió ampliamente.
-No te culpo, soy irresistible.- dijo en un tono burlón. Annie rodó los ojos, evidentemente divertida.
-¿El señor Irresistible quiere ducharse conmigo?- la chica se colocó en una pose seductora a la vez que dejaba caer el toalla luciendo su desnudez con orgullo, dándose media vuelta para desaparecer entre los vapores del baño. El rubio tragó saliva, y a la vez que caminaba y se retiraba la ropa, respondió:
-El señor Irresistible sí quiere...-
Después de una hora bajo la ducha, dos en el dormitorio y de nuevo otra bajo la ducha, Annie y Ryan salieron del baño dispuestos a cubrirse como era debido; mientras secaban sus cuerpos y se vestían con ropas casuales para salir a tomar un trago, el rubio encendió la pantalla y sintonizó el canal donde transmitirían el espectáculo de la Compañía Circense Nacional. Había comenzado ya, la pareja no prestó mucha atención a la transmisión, sólo escuchaban la música tan hermosa y casi mística que acompañaba las presentaciones; el acto de los trapecistas había terminado y venían las proezas del Maestro en cuchillos junto a su asistente. El espectáculo siguió, pero no prestaron atención hasta que escucharon los hórridos gritos de la multitud y sobre todo, el de la asistente. Pero nada como lo que vieron en la pantalla, televisado en vivo y en todo Sternbild... eso sí que fue verdaderamente terrorífico.
Después de una hora bajo la ducha, dos en el dormitorio y de nuevo otra bajo la ducha, Annie y Ryan salieron del baño dispuestos a cubrirse como era debido; mientras secaban sus cuerpos y se vestían con ropas casuales para salir a tomar un trago, el rubio encendió la pantalla y sintonizó el canal donde transmitirían el espectáculo de la Compañía Circense Nacional. Había comenzado ya, la pareja no prestó mucha atención a la transmisión, sólo escuchaban la música tan hermosa y casi mística que acompañaba las presentaciones; el acto de los trapecistas había terminado y venían las proezas del Maestro en cuchillos junto a su asistente. El espectáculo siguió, pero no prestaron atención hasta que escucharon los hórridos gritos de la multitud y sobre todo, el de la asistente. Pero nada como lo que vieron en la pantalla, televisado en vivo y en todo Sternbild... eso sí que fue verdaderamente terrorífico.
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Nathan se recargó sobre la pared de la ducha, dejando que el agua caliente lo envolviera, posó las manos sobre la cabeza preguntándose una y otra vez qué era lo que sucedía.
-¿Cómo es que llegué a esto...?-
Habían pasado un par de semanas desde aquella noche con el toro y aunque le había dejado muy en claro que no iba a ser partícipe de sus aventuras de una noche, él mismo le había buscado en la mitad de las ocasiones que terminaban durmiendo juntos, un buen ejemplo era aquel mismo día. Nathan se sentía vacío, controlado por sus impulsos carnales y aún peor, lo que empezaba a sospechar que se convertiría en un triste y trágico amor unilateral. Su mente divagaba en eso más que en la advertencia de Tiger y Bunny con respecto a los sucesos recientes de la amenaza de Ouroboros, pero era algo que no podía evitar por más que quisiera.
Por otro lado, Antonio sabía que éste tipo de relación no era del agrado de Nate, sin embargo se veía escéptico de las razones por las cuales su amigo seguía accediendo a sus encuentros casuales. Cosa distinta sería si Antonio fuese el único quien insistiera en el tema, pero había una escalofriante reciprocidad a la hora de llamar para pedir el cuerpo del otro. Sea como fuere había todavía algo que le incomodaba al héroe toro: cada vez que él y Nathan se reunían, Tonio podía sentir una calidez a la que no estaba preparado. Cariño, compromiso... eso era. No era como si no quisiera aquello en su vida, sólo que por ahora quería seguir disfrutando de su soltería lo más que pudiera y no se sentía capaz de devolver el sentimiento, aunque algunas veces sí pensaba en que por no aprovechar el cariño a largo plazo que se le ofrecía, llegaría el momento en el que lo perdería para siempre.
Aquella tarde se encontraba pensando en ello, pero como solía pasarle los últimos días, su mente sólo pudo divagar en el recuerdo del cuerpo cálido y totalmente ardiente de Nathan; así le llamó y quedaron de verse en el hogar del toro. Había caído la noche ya, ellos habían saciado sus deseos lascivos y el moreno de las llamas se encontraba tomando una ducha; se estaba demorando lo suficiente y Antonio encendió la televisión en el canal de Hero TV. Hablaban un poco de lo que la gente llamaba "Golden Xiaji" refiriéndose a la nueva pareja, pero le resultaba gracioso. ¿Qué pasaría o cómo tomaría la prensa el hecho de que Wild Tiger y Barnaby Brooks Jr. también estaban involucrados en una relación amorosa? Tampoco se les olvidaba aquello que ése par les habían comentado hace unos días: Ouroboros renacido, la hija de Kotetsu infiltrada en la organización, ejército de NEXTs, Lunatic dentro del bando de los buenos... si era verdad que Antonio se había unido a los héroes por la aventura y hasta cierto punto, el peligro, esto era ciertamente un poco más excesivo de lo que él esperaba. Inclusive deseaba que Nathan estuviera más concentrado en Ouroboros que en su extraña relación.
Después escuchó algo que podía funcionar: en la noche transmitirían la actuación en vivo de la Compañía Circense Nacional en el Auditorio de Sternbild. Tal vez si el par de morenos pudiesen ir, Antonio le confesaría ahí que no estaba dispuesto a seguir con estos encuentros que a la larga podrían ser autodestructivos para ambos. Después de todo, Nathan quería formalidad... formalidad que Antonio no estaba preparado para brindar. O tal vez no era el hecho de que no estuviese preparado, sino dispuesto. De todas maneras, esperaba que el ambiente alegre y espectacular del circo suavizara el resultado de aquella fatídica conversación.
Cuando Nathan salió de la ducha acompañado de una expresión amarga y una toalla cubriéndolo desde el pecho, se vio bastante sorprendido cuando Antonio le invitó a cenar y después al espectáculo circense en el Auditorio Principal; era ávido de las hazañas increíbles y de la magia en general, además de que le emocionaba pensar que aquello pudiese ser una cita. Aceptó con una gran sonrisa, se vistió y maquilló para la ocasión y salió de casa del toro tomado del brazo de éste.
La cena fue rápida y el camino relativamente corto, y mientras Antonio hablaba y reía con los coordinadores del evento, cobrando algunos favores para conseguir dos entradas al Auditorio Principal, Nate se emocionaba de pensar que las cosas podían cambiar, de que Tonio se había decidido a darle una oportunidad a lo que pasaba entre ellos... y qué espacio más perfecto para decírselo que dentro de uno de sus espectáculos favoritos.
López consiguió las entradas, buscaron sus asientos y la presentación inició: dos personas rodaban por el escenario sujetos a una par de aros metálicos, se movían con gran agilidad abriendo paso a que el resto de la compañía desfilara entre cada giro al compás de la bella música. El primer acto consistía de dos personas caminando, saltando.... ¡inclusive saltando en la cuerda floja! Nathan quedó impresionado con tal muestra de equilibrio; después llegaron los trapecistas que se balanceaban de un lado del proscenio al otro, de vez en vez se tomaban de las manos para hacer piruetas y volteretas, rebotaban en la red debajo de ellos con habilidades impresionantes. Después llegó un señor alto junto a una chica hermosa y esbelta, anunciado como el Maestro en las proezas de lanzamiento de cuchillos. La chica se posó delante de un muro con manzanas sobre sus manos y una sobre la cabeza, esperando con tranquilidad las filosas dagas del actor principal.
-Nate... hay algo que quisiera decirte.- decía Antonio. Nathan sonrió ampliamente y se desentendió del espectáculo que estaba presenciando.- Me gustaría que supieras que... pues, respecto a ésto que tenemos... yo no puedo....- sin embargo el grito enardecido de las personas a su alrededor interrumpió lo que fuese que dijera. La gente se levantaba de sus asientos desesperadamente, con pánico en sus miradas, intentando salir con ansias de la sala. Fue cuando los morenos voltearon al escenario, y lo que vieron fue totalmente espantoso.
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-¿Crees que estemos en peligro?- preguntó Ivan.
-Bueno, es un riesgo constante en nuestra línea de trabajo, pero creo que nuestras probabilidades de salir lastimados se han disparado un poco con este suceso.- respondió Keith un poco pensativo sobre la advertencia de Kotetsu y Barnaby. -Me preocupa que seamos presas de Ouroboros, pero por mis amigos, prometo no ser presa fácil.-dijo con esa sonrisa altiva propia de él.
Desde aquella ocasión en casa del Rey, Keith e Ivan habían estado saliendo diariamente después de cumplir con sus obligaciones laborales. Al menor de los rubios le interesaba saber más acerca de la forma de pensar del otro, sus ideas y esperanzas puestas en el destino y su filosofía de vida, era ciertamente un placer escucharlo hablar. Ivan también había notado como de un instante a otro, había empezado a tratar más íntimamente a Keith, empezando por el hecho de que ahora le tuteaba. Éso y que ahora demostraban su afecto uno por el otro con besos de diferente intensidad según la ocasión.
Aquel día en particular habían salido a pasear al centro de la ciudad en compañía de John, Ivan iba tomado del brazo de Keith, recibiendo una que otra mirada de desaprobación por parte de ajenos, pero más que incomodidad, le daba tristeza; el Rey tenía razón, hay muchos prejuicios en la sociedad, y es ésta quien se rompe poco a poco a sí misma con tanto odio y pensamientos de crítica malsana. Keith notó la incomodidad en el rostro del chico, a él sinceramente no le importaba, siempre tenía una buena cara para todo ya que sabía que él no cometía ninguna falta.
-Si te sientes incómodo, puedes soltarme. No me sentiría ofendido.- los ojos del Rey eran reconfortantes y su voz aterciopelada. Ivan bajó los ojos pero se aferró más al brazo del mayor de los rubios.
-Sólo... pensaba en lo que me habías dicho. Hay tantos prejuicios, y eso me pone triste en cierto modo.- Keith asintió con una sonrisa suave, Ivan vio la expresión que no era despreocupada de todo, sino templada y neutral, el chico también sonrió dejando de lado todas las miradas malas e injustificadas a su alrededor.
Su caminar les condujo a un parque, cerca de una gran pantalla postrada en un enorme edificio en donde hablaban acerca de la transmisión en vivo del Auditorio principal, algo acerca de la Compañía Circense Nacional.
La noche había envuelto a la megalópolis y un espejo de agua que se encontraba cerca de su posición, soltaba chorros iluminados en distintos colores; el Rey soltó la correa de John para que el alegre labrador se acercara a ladrar y juguetear con cada nuevo chorro de agua que salía.
-¿Sabes? Recuerdo una época en la que se te veía enamorado.- preguntó Ivan, aún curioso por lo que aquella gitana le había dicho a Keith hace ya muchos años.
-Es verdad. Cuando la conocí, se sentaba en el banco de un parque todos los días. Después de eso, desapareció y jamás la volví a ver. Ella no hablaba mucho pero sabía escuchar todo lo que yo tenía para decir, era de tez clara y cabello blanco, así que pensé que ella podría haber sido mi zorro albino.-
-Pero habías dicho que estabas convencido de mí antes...- dijo con una mirada baja.
-Así fue, pero pensé que nunca me irías a corresponder. Cuando ella desapareció, supe que no era esta chica. No podría haber sido, se veía tan frágil que sabía que no podría protegerme más de lo que yo a ella, o tal vez la gitana hablaba en sentido figurado de nuevo, pero algo en mi interior me decía que aun así, la chica no era para mí a pesar de ser tan perfecta, o al menos así la imaginaba.-
-¿Y sólo se fue así? ¿Le confesaste lo que sentías?-
-Nunca pude hacerlo, desapareció el día en que me animé a comprarle flores. Ahí vi que el destino la había apartado de mi camino porque no éramos uno para el otro. Por eso no me entristecí, porque sé que todo pasa por una razón.- decía con una sonrisa leve y tranquila, procesando todo con aquella calma digna de alguien que vive plenamente en paz.
Ivan se perdió en la mirada del otro, admirando más que nada aquella templanza emocional que poseía, pero cuando el Rey le devolvió la mirada, lo que vio en sus ojos era algo que no podía ser descrito, era simplemente algo hermoso. "¡Gracias destino!" pensaba "Gracias por darme a esta persona."
Keith le tomó por la barbilla, levantó su mentón y le dio un suave y tierno beso; Ivan se sorprendió pero no negó lo que se le estaba dando, aferró su mano a la del Rey y de un movimiento ambas se entrelazaron; sin embargo, el monarca rompió el contacto de una manera levemente brusca a la vez que normalizaba su respiración.
-¿Qué sucede?- preguntó el chico, con un atisbo de preocupación desbordando sus ojos.
-Es sólo que... me da vergüenza admitirlo, pero... mi cuerpo no es inmune a tus encantos, Ivan.- dijo con una expresión un poco seria, sonrojado cual tomate en plena primavera.
-¿Inmune? ¿A qué te refie...? Oh... ¡Oh!- decía Origami a la vez que entendía el sentido de la oración y adoptaba el mismo color facial.
-¿Te molestó?- preguntó el monarca con un poco de pena, aún sonrojado.- ¡Dios! ¡Qué vergüenza! Lo lamento, Ivan.-
-No, pero para ser sinceros...- el chico soltó un gran suspiro y sus mejillas se coloreaban cada vez más a medida que hablaba.- ya que yo me encuentro en la misma situación... pensaba que tal vez podríamos ir a un lugar más apropiado... para poder...- el Rey volteó a ver con incredulidad al chico mientras iba recuperando su color de tez natural.
-¿Intimar?- preguntó el monarca de golpe.
-B-bueno, sí, pero... vaya, qué palabra...-
-Oh, lo lamento, sé que a veces puedo ser muy burdo.- ambos se dirigieron una mirada un tanto entretenida.- Pero... quisiera aceptar tu propuesta, Ivan. ¿Te gustaría.... que vayamos a mi casa?- dijo con la mirada más tierna que el chico hubiera visto jamás, Origami asintió suavemente, aún con las facciones un poco tensas.
Keith llamó a John, el cual atendió con rapidez a su amo; ambos hombres se levantaron del asiento y entrelazando los dedos de la mano, tomaron camino a la casa real. Caminaban con paso lento pero seguro, seguían disfrutando de las maravillas del turno nocturno de la ciudad; la gente volteaba la mirada hacía cualquier pantalla que proyectara la transmisión en vivo del espectáculo circense, soltando exclamaciones y comentarios diversos de asombro. Los rubios en realidad no prestaban mucha atención a ello, hasta que la gente empezó a callar por un momento... y después gritar con terror aparente. Las madres gritaban a la vez que tapaban los ojos de sus niños, había inclusive otras personas más, desmayadas o en estado catatónico.
Keith e Ivan fijaron su vista en una pantalla fuera de una tienda de tecnología.
Keith retrocedió de la impresión tropezando con una pequeña piedra y cayendo sobre sus cuartos traseros con una expresión hórrida en el rostro.
Ivan soltó una pequeña lágrima, paralizado por el terror que las imágenes transmitidas provocaron en él, incapaz de ver hacia otro lado... por más que quisiera.
John ladraba, pero nadie le escuchaba.
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La noche estaba a punto de caer y Kotetsu y Barnaby se preparaban para lo que habían acordado con Kaede y Lunatic, una reunión en aquella construcción, cada semana, a la misma hora, con una duración de por lo menos quince minutos.
-¿Cómo te sientes?- preguntó Barnaby.
-Pues... supongo que bien. Sé que está teniendo mucha precaución, está bien acompañada por el tal Deino aquel, Lunatic no dejará que le pase nada malo... me siento más aliviado. Sigo preocupado, claro, pero con todo y el riesgo que está enfrentando, no lo está haciendo sola, además de que techo, cama y alimento no le faltan.- respondió Kotetsu, esbozando una sonrisa un poco triste.
-Estás tomando las cosas muy bien.- decía el rubio a la vez que se acercaba a acomodar la corbata del moreno.- Estoy muy orgulloso, has demostrado ser un padre ejemplar.- el tigre subió sus manos hasta las del conejo y las tomó acercándolas a su rostro, sintiendo la calidez del rubio.
-No hubiera podido haberlo hecho sin ti... si no hubieras estado a mi lado, tal vez me hubiera vuelto totalmente loco e imprudente.- el veterano enroscó un brazo en torno a la cintura del rubio y lo acercó a él, sin embargo, no le besó.
Simplemente se veían y respiraban su aliento, el fuerte brazo de Kotetsu sujetaba firmemente el cuerpo del ojiverde, las manos de Barnaby se aferraron a la espalda del tigre y ambos compartieron unos cuantos segundos más así. Contemplándose uno al otro, sintiendo su calor.
El momento terminó gracias al sonido del timbre que llamaba a la puerta del hogar de Kotetsu. Con un atisbo de fastidio, el rubio rompió contacto a pesar del puchero que hizo el tigre; Barnaby subió las escaleras dirigiéndose al cuarto de baño y el moreno atendió la llamada al inmueble. Abrió la puerta y se sorprendió muchísimo de ver a quien estaba esperando.
-Juez Petrov... ¿Qué lo trae por aquí?- preguntó intentando mantenerse al margen. El peliblanco le miró con su habitual seriedad, nada disimulada por las ojeras que se le remarcaban en el rostro.
-¿Puedo pasar, señor Kaburagi?- el veterano lo pensó un momento, pero después se hizo a un lado con sus ademanes torpes característicos.
-Oh, claro. Adelante, por favor.-
-Perdona la intromisión, pero era imperativo venir.- decía Yuri, dejando su maletín a un costado de donde Kotetsu le invitó a sentarse.
-¿A qué debemos el honor?- decía Barnaby mientras bajaba los escalones con cautela; habían decidido que confiarían en aquel hombre, sin embargo todavía le resultaba un poco molesto el asunto de sus dos identidades.
-Tengo información que les interesa.- ambos héroes se miraron uno al otro con escepticismo a lo que fijaron la vista en los ojos de Yuri, tan carentes de expresión.- Kaede no podrá reunirse con ustedes esta noche.- Kotetsu se puso de pie de golpe.
-¡¿Qué dices?!- su expresión se tornaba obscura.
-Escúchame.- Bunny tomó por el brazo al veterano, indicándole que tomara asiento de nuevo y se tranquilizara.- Tu hija me llamó hace una hora, me dijo que no podría reunirse contigo porque hoy nadie podrá saltarse el toque de queda, ni siquiera Deino. No sabe qué cosa se esté planeando dentro de la organización, pero supone que es algo muy importante. Lo único que confirmó es que Frank hará un anuncio muy importante a todos los militantes y está prohibido faltar, será esta noche.-
-¿Y por qué te llamó a ti? Pudo habernos llamado a mí o a Barnaby.- respondió un tanto molesto el tigre.
-Ella usa un teléfono celular que le consiguió Deino hace tres días; dentro de Ouroboros está prohibido cualquier artefacto que permita la comunicación al exterior. Me llamó por que es inteligente, sabe que si llegan a descubrir el teléfono, es más viable inventar una excusa de porqué estaba llamando a Lunatic en lugar de a Wild Tiger.-
-Bueno, en éso tienes razón. Si se enteraran de que habla con algún héroe, nos quitarían el factor sorpresa además de que supondría un verdadero peligro para ella. Y tú puedes decir que como Lunatic, la quieres volver tu protegida o algo parecido.- respondió Barnaby, sosteniendo su mentón pensando en lo que decía.
-Así es. Me envió a decirte eso. Sin embargo, hace media hora recibí un mensaje de Frank diciéndome que yo tampoco podía faltar al gran anuncio que va a hacer hoy. Si consigo más detalles se los comunicaré en la brevedad.-
-Claro, gracias... Yuri.- dijo el veterano con una ligera sonrisa y una mirada cálida. El peliblanco sintió una corriente recorrer su cuerpo y miró sorprendido al tigre, le agradecía por llamarle por su nombre; se levantó y se dirigió a la salida agradeciendo a ambos por escucharle. Ya se encontraba fuera de la entrada cuando se volteó un poco y habló por encima del hombro.
-Una cosa más... señor Kaburagi. Ella se encuentra bien, se siente feliz de poder contribuir. Lo puedo asegurar.- finalizó y Yuri Petrov siguió su camino retirándose del lugar dejando al veterano sonriendo al aire, sintiendo un gran orgullo sobrellevarle en más de un sentido.
-¿Tendríamos que avisar a Ryan y Anaksha?- preguntó el moreno.
-No deberíamos alarmarles, si tan sólo es un anuncio el que Frank va a hacer deberíamos esperar hasta que Kaede o Yuri nos digan lo que averiguarán hoy.- respondió el rubio a lo que Kotetsu se derrumbó junto a él en el sofá.
-Creo que tienes razón, sólo nos queda esperar.-
-En dado caso, parece que no tendremos trabajo hoy, todo mundo está tan emocionado por el regreso de la Compañía Circense Nacional que si hay problemas, serán para la Segunda Liga y la policía.- decía el rubio, con serenidad mientras recargaba su cabeza en el hombro de Kotetsu, cerrando los ojos un momento.
De repente sintió cómo el cuerpo a un lado de él se movía y cómo le abrazaban cálidamente; empezaba a sentir un delicioso vaho en las proximidades y cómo unos labios se posaban sobre los suyos, aquellos labios que Barnaby conocía a la perfección.
Kotetsu ahora estaba demostrando lo hambriento que se sentía de Bunny; sus manos exploraban por debajo de la ropa del rubio de una tierna manera a la vez que las manos del ojiverde comenzaban a aferrarse al pecho del otro. Las caderas de ambos empezaban a moverse y frotarse inconscientemente, como si de un reflejo se tratara, sus bocas ahora se devoraban con desespero y su calor elevaba la temperatura de todo el lugar.
Kotetsu bajó sus manos hasta sostener la cadera de Barnaby y levantarlo en un hábil movimiento, el rubio abrazó con las piernas la cintura del moreno y mientras continuaban con su apasionada unión de labios, el veterano los dirigió a la habitación, desapareciendo dentro de su intimidad... extrañaban sentir sus cuerpos juntos y si podían aprovechar aquel momento, lo harían. Aprovechar cada segundo que se les concedía.
-De verdad no mentías ¿cierto?- preguntó el rubio, boca abajo en el lecho, con su cabeza apoyada sobre un codo y abrazando una almohada.
-¿Respecto a qué?- preguntó el moreno, curioso.
-¿Alguna vez habías tenido experiencia en esto con hombres?- Barnaby se sonrojó un poco.
-¡Claro que no! Ya te lo había dicho... eres el primero, y me gustaría que fueras el único.- contestó con el mismo enrojecimiento en sus mejillas. Bunny sonrió levemente.
-Entonces me parece que nos vamos a regalar muchas primeras veces... y únicas.- el tigre se rió a esto último y el conejo no pudo mas que unirse a esa pequeña felicidad que compartían. Sin embargo, el teléfono de Kotetsu sonó anunciando una llamada entrante, cortando el momento.
-Es Anaksha.- Barnaby sólo asintió y el veterano atendió colocando el altavoz.- ¡Hola! ¿Qué sucede?-
::¡Kotetsu! ¿Estás mirando la transmisión del Auditorio Principal?:: la chica sonaba alarmada.
-No... ¿debería?- preguntó con un semblante amargo y confundido, a lo que el rubio reaccionó por instinto al tono de voz de la chica y prendió el televisor del cuarto del tigre.
::¿... Kotetsu?:: preguntó la chica.
El tigre había soltado el teléfono dejándolo caer al piso, resultado del shock en el que estaba, sus ojos estaban abiertos y no parpadeaban, además de que su boca tartamudeaba alguna cosa sin coherencia. Barnaby miraba fijamente la pantalla, sin poder creer lo que la televisión mostraba.
-¿Que... es esto...?- se preguntó, casi incapaz de poder articular palabra alguna.
Era seguro: el horror se había desatado.
Por otro lado, Antonio sabía que éste tipo de relación no era del agrado de Nate, sin embargo se veía escéptico de las razones por las cuales su amigo seguía accediendo a sus encuentros casuales. Cosa distinta sería si Antonio fuese el único quien insistiera en el tema, pero había una escalofriante reciprocidad a la hora de llamar para pedir el cuerpo del otro. Sea como fuere había todavía algo que le incomodaba al héroe toro: cada vez que él y Nathan se reunían, Tonio podía sentir una calidez a la que no estaba preparado. Cariño, compromiso... eso era. No era como si no quisiera aquello en su vida, sólo que por ahora quería seguir disfrutando de su soltería lo más que pudiera y no se sentía capaz de devolver el sentimiento, aunque algunas veces sí pensaba en que por no aprovechar el cariño a largo plazo que se le ofrecía, llegaría el momento en el que lo perdería para siempre.
Aquella tarde se encontraba pensando en ello, pero como solía pasarle los últimos días, su mente sólo pudo divagar en el recuerdo del cuerpo cálido y totalmente ardiente de Nathan; así le llamó y quedaron de verse en el hogar del toro. Había caído la noche ya, ellos habían saciado sus deseos lascivos y el moreno de las llamas se encontraba tomando una ducha; se estaba demorando lo suficiente y Antonio encendió la televisión en el canal de Hero TV. Hablaban un poco de lo que la gente llamaba "Golden Xiaji" refiriéndose a la nueva pareja, pero le resultaba gracioso. ¿Qué pasaría o cómo tomaría la prensa el hecho de que Wild Tiger y Barnaby Brooks Jr. también estaban involucrados en una relación amorosa? Tampoco se les olvidaba aquello que ése par les habían comentado hace unos días: Ouroboros renacido, la hija de Kotetsu infiltrada en la organización, ejército de NEXTs, Lunatic dentro del bando de los buenos... si era verdad que Antonio se había unido a los héroes por la aventura y hasta cierto punto, el peligro, esto era ciertamente un poco más excesivo de lo que él esperaba. Inclusive deseaba que Nathan estuviera más concentrado en Ouroboros que en su extraña relación.
Después escuchó algo que podía funcionar: en la noche transmitirían la actuación en vivo de la Compañía Circense Nacional en el Auditorio de Sternbild. Tal vez si el par de morenos pudiesen ir, Antonio le confesaría ahí que no estaba dispuesto a seguir con estos encuentros que a la larga podrían ser autodestructivos para ambos. Después de todo, Nathan quería formalidad... formalidad que Antonio no estaba preparado para brindar. O tal vez no era el hecho de que no estuviese preparado, sino dispuesto. De todas maneras, esperaba que el ambiente alegre y espectacular del circo suavizara el resultado de aquella fatídica conversación.
Cuando Nathan salió de la ducha acompañado de una expresión amarga y una toalla cubriéndolo desde el pecho, se vio bastante sorprendido cuando Antonio le invitó a cenar y después al espectáculo circense en el Auditorio Principal; era ávido de las hazañas increíbles y de la magia en general, además de que le emocionaba pensar que aquello pudiese ser una cita. Aceptó con una gran sonrisa, se vistió y maquilló para la ocasión y salió de casa del toro tomado del brazo de éste.
La cena fue rápida y el camino relativamente corto, y mientras Antonio hablaba y reía con los coordinadores del evento, cobrando algunos favores para conseguir dos entradas al Auditorio Principal, Nate se emocionaba de pensar que las cosas podían cambiar, de que Tonio se había decidido a darle una oportunidad a lo que pasaba entre ellos... y qué espacio más perfecto para decírselo que dentro de uno de sus espectáculos favoritos.
López consiguió las entradas, buscaron sus asientos y la presentación inició: dos personas rodaban por el escenario sujetos a una par de aros metálicos, se movían con gran agilidad abriendo paso a que el resto de la compañía desfilara entre cada giro al compás de la bella música. El primer acto consistía de dos personas caminando, saltando.... ¡inclusive saltando en la cuerda floja! Nathan quedó impresionado con tal muestra de equilibrio; después llegaron los trapecistas que se balanceaban de un lado del proscenio al otro, de vez en vez se tomaban de las manos para hacer piruetas y volteretas, rebotaban en la red debajo de ellos con habilidades impresionantes. Después llegó un señor alto junto a una chica hermosa y esbelta, anunciado como el Maestro en las proezas de lanzamiento de cuchillos. La chica se posó delante de un muro con manzanas sobre sus manos y una sobre la cabeza, esperando con tranquilidad las filosas dagas del actor principal.
-Nate... hay algo que quisiera decirte.- decía Antonio. Nathan sonrió ampliamente y se desentendió del espectáculo que estaba presenciando.- Me gustaría que supieras que... pues, respecto a ésto que tenemos... yo no puedo....- sin embargo el grito enardecido de las personas a su alrededor interrumpió lo que fuese que dijera. La gente se levantaba de sus asientos desesperadamente, con pánico en sus miradas, intentando salir con ansias de la sala. Fue cuando los morenos voltearon al escenario, y lo que vieron fue totalmente espantoso.
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-¿Crees que estemos en peligro?- preguntó Ivan.
-Bueno, es un riesgo constante en nuestra línea de trabajo, pero creo que nuestras probabilidades de salir lastimados se han disparado un poco con este suceso.- respondió Keith un poco pensativo sobre la advertencia de Kotetsu y Barnaby. -Me preocupa que seamos presas de Ouroboros, pero por mis amigos, prometo no ser presa fácil.-dijo con esa sonrisa altiva propia de él.
Desde aquella ocasión en casa del Rey, Keith e Ivan habían estado saliendo diariamente después de cumplir con sus obligaciones laborales. Al menor de los rubios le interesaba saber más acerca de la forma de pensar del otro, sus ideas y esperanzas puestas en el destino y su filosofía de vida, era ciertamente un placer escucharlo hablar. Ivan también había notado como de un instante a otro, había empezado a tratar más íntimamente a Keith, empezando por el hecho de que ahora le tuteaba. Éso y que ahora demostraban su afecto uno por el otro con besos de diferente intensidad según la ocasión.
Aquel día en particular habían salido a pasear al centro de la ciudad en compañía de John, Ivan iba tomado del brazo de Keith, recibiendo una que otra mirada de desaprobación por parte de ajenos, pero más que incomodidad, le daba tristeza; el Rey tenía razón, hay muchos prejuicios en la sociedad, y es ésta quien se rompe poco a poco a sí misma con tanto odio y pensamientos de crítica malsana. Keith notó la incomodidad en el rostro del chico, a él sinceramente no le importaba, siempre tenía una buena cara para todo ya que sabía que él no cometía ninguna falta.
-Si te sientes incómodo, puedes soltarme. No me sentiría ofendido.- los ojos del Rey eran reconfortantes y su voz aterciopelada. Ivan bajó los ojos pero se aferró más al brazo del mayor de los rubios.
-Sólo... pensaba en lo que me habías dicho. Hay tantos prejuicios, y eso me pone triste en cierto modo.- Keith asintió con una sonrisa suave, Ivan vio la expresión que no era despreocupada de todo, sino templada y neutral, el chico también sonrió dejando de lado todas las miradas malas e injustificadas a su alrededor.
Su caminar les condujo a un parque, cerca de una gran pantalla postrada en un enorme edificio en donde hablaban acerca de la transmisión en vivo del Auditorio principal, algo acerca de la Compañía Circense Nacional.
La noche había envuelto a la megalópolis y un espejo de agua que se encontraba cerca de su posición, soltaba chorros iluminados en distintos colores; el Rey soltó la correa de John para que el alegre labrador se acercara a ladrar y juguetear con cada nuevo chorro de agua que salía.
-¿Sabes? Recuerdo una época en la que se te veía enamorado.- preguntó Ivan, aún curioso por lo que aquella gitana le había dicho a Keith hace ya muchos años.
-Es verdad. Cuando la conocí, se sentaba en el banco de un parque todos los días. Después de eso, desapareció y jamás la volví a ver. Ella no hablaba mucho pero sabía escuchar todo lo que yo tenía para decir, era de tez clara y cabello blanco, así que pensé que ella podría haber sido mi zorro albino.-
-Pero habías dicho que estabas convencido de mí antes...- dijo con una mirada baja.
-Así fue, pero pensé que nunca me irías a corresponder. Cuando ella desapareció, supe que no era esta chica. No podría haber sido, se veía tan frágil que sabía que no podría protegerme más de lo que yo a ella, o tal vez la gitana hablaba en sentido figurado de nuevo, pero algo en mi interior me decía que aun así, la chica no era para mí a pesar de ser tan perfecta, o al menos así la imaginaba.-
-¿Y sólo se fue así? ¿Le confesaste lo que sentías?-
-Nunca pude hacerlo, desapareció el día en que me animé a comprarle flores. Ahí vi que el destino la había apartado de mi camino porque no éramos uno para el otro. Por eso no me entristecí, porque sé que todo pasa por una razón.- decía con una sonrisa leve y tranquila, procesando todo con aquella calma digna de alguien que vive plenamente en paz.
Ivan se perdió en la mirada del otro, admirando más que nada aquella templanza emocional que poseía, pero cuando el Rey le devolvió la mirada, lo que vio en sus ojos era algo que no podía ser descrito, era simplemente algo hermoso. "¡Gracias destino!" pensaba "Gracias por darme a esta persona."
Keith le tomó por la barbilla, levantó su mentón y le dio un suave y tierno beso; Ivan se sorprendió pero no negó lo que se le estaba dando, aferró su mano a la del Rey y de un movimiento ambas se entrelazaron; sin embargo, el monarca rompió el contacto de una manera levemente brusca a la vez que normalizaba su respiración.
-¿Qué sucede?- preguntó el chico, con un atisbo de preocupación desbordando sus ojos.
-Es sólo que... me da vergüenza admitirlo, pero... mi cuerpo no es inmune a tus encantos, Ivan.- dijo con una expresión un poco seria, sonrojado cual tomate en plena primavera.
-¿Inmune? ¿A qué te refie...? Oh... ¡Oh!- decía Origami a la vez que entendía el sentido de la oración y adoptaba el mismo color facial.
-¿Te molestó?- preguntó el monarca con un poco de pena, aún sonrojado.- ¡Dios! ¡Qué vergüenza! Lo lamento, Ivan.-
-No, pero para ser sinceros...- el chico soltó un gran suspiro y sus mejillas se coloreaban cada vez más a medida que hablaba.- ya que yo me encuentro en la misma situación... pensaba que tal vez podríamos ir a un lugar más apropiado... para poder...- el Rey volteó a ver con incredulidad al chico mientras iba recuperando su color de tez natural.
-¿Intimar?- preguntó el monarca de golpe.
-B-bueno, sí, pero... vaya, qué palabra...-
-Oh, lo lamento, sé que a veces puedo ser muy burdo.- ambos se dirigieron una mirada un tanto entretenida.- Pero... quisiera aceptar tu propuesta, Ivan. ¿Te gustaría.... que vayamos a mi casa?- dijo con la mirada más tierna que el chico hubiera visto jamás, Origami asintió suavemente, aún con las facciones un poco tensas.
Keith llamó a John, el cual atendió con rapidez a su amo; ambos hombres se levantaron del asiento y entrelazando los dedos de la mano, tomaron camino a la casa real. Caminaban con paso lento pero seguro, seguían disfrutando de las maravillas del turno nocturno de la ciudad; la gente volteaba la mirada hacía cualquier pantalla que proyectara la transmisión en vivo del espectáculo circense, soltando exclamaciones y comentarios diversos de asombro. Los rubios en realidad no prestaban mucha atención a ello, hasta que la gente empezó a callar por un momento... y después gritar con terror aparente. Las madres gritaban a la vez que tapaban los ojos de sus niños, había inclusive otras personas más, desmayadas o en estado catatónico.
Keith e Ivan fijaron su vista en una pantalla fuera de una tienda de tecnología.
Keith retrocedió de la impresión tropezando con una pequeña piedra y cayendo sobre sus cuartos traseros con una expresión hórrida en el rostro.
Ivan soltó una pequeña lágrima, paralizado por el terror que las imágenes transmitidas provocaron en él, incapaz de ver hacia otro lado... por más que quisiera.
John ladraba, pero nadie le escuchaba.
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La noche estaba a punto de caer y Kotetsu y Barnaby se preparaban para lo que habían acordado con Kaede y Lunatic, una reunión en aquella construcción, cada semana, a la misma hora, con una duración de por lo menos quince minutos.
-¿Cómo te sientes?- preguntó Barnaby.
-Pues... supongo que bien. Sé que está teniendo mucha precaución, está bien acompañada por el tal Deino aquel, Lunatic no dejará que le pase nada malo... me siento más aliviado. Sigo preocupado, claro, pero con todo y el riesgo que está enfrentando, no lo está haciendo sola, además de que techo, cama y alimento no le faltan.- respondió Kotetsu, esbozando una sonrisa un poco triste.
-Estás tomando las cosas muy bien.- decía el rubio a la vez que se acercaba a acomodar la corbata del moreno.- Estoy muy orgulloso, has demostrado ser un padre ejemplar.- el tigre subió sus manos hasta las del conejo y las tomó acercándolas a su rostro, sintiendo la calidez del rubio.
-No hubiera podido haberlo hecho sin ti... si no hubieras estado a mi lado, tal vez me hubiera vuelto totalmente loco e imprudente.- el veterano enroscó un brazo en torno a la cintura del rubio y lo acercó a él, sin embargo, no le besó.
Simplemente se veían y respiraban su aliento, el fuerte brazo de Kotetsu sujetaba firmemente el cuerpo del ojiverde, las manos de Barnaby se aferraron a la espalda del tigre y ambos compartieron unos cuantos segundos más así. Contemplándose uno al otro, sintiendo su calor.
El momento terminó gracias al sonido del timbre que llamaba a la puerta del hogar de Kotetsu. Con un atisbo de fastidio, el rubio rompió contacto a pesar del puchero que hizo el tigre; Barnaby subió las escaleras dirigiéndose al cuarto de baño y el moreno atendió la llamada al inmueble. Abrió la puerta y se sorprendió muchísimo de ver a quien estaba esperando.
-Juez Petrov... ¿Qué lo trae por aquí?- preguntó intentando mantenerse al margen. El peliblanco le miró con su habitual seriedad, nada disimulada por las ojeras que se le remarcaban en el rostro.
-¿Puedo pasar, señor Kaburagi?- el veterano lo pensó un momento, pero después se hizo a un lado con sus ademanes torpes característicos.
-Oh, claro. Adelante, por favor.-
-Perdona la intromisión, pero era imperativo venir.- decía Yuri, dejando su maletín a un costado de donde Kotetsu le invitó a sentarse.
-¿A qué debemos el honor?- decía Barnaby mientras bajaba los escalones con cautela; habían decidido que confiarían en aquel hombre, sin embargo todavía le resultaba un poco molesto el asunto de sus dos identidades.
-Tengo información que les interesa.- ambos héroes se miraron uno al otro con escepticismo a lo que fijaron la vista en los ojos de Yuri, tan carentes de expresión.- Kaede no podrá reunirse con ustedes esta noche.- Kotetsu se puso de pie de golpe.
-¡¿Qué dices?!- su expresión se tornaba obscura.
-Escúchame.- Bunny tomó por el brazo al veterano, indicándole que tomara asiento de nuevo y se tranquilizara.- Tu hija me llamó hace una hora, me dijo que no podría reunirse contigo porque hoy nadie podrá saltarse el toque de queda, ni siquiera Deino. No sabe qué cosa se esté planeando dentro de la organización, pero supone que es algo muy importante. Lo único que confirmó es que Frank hará un anuncio muy importante a todos los militantes y está prohibido faltar, será esta noche.-
-¿Y por qué te llamó a ti? Pudo habernos llamado a mí o a Barnaby.- respondió un tanto molesto el tigre.
-Ella usa un teléfono celular que le consiguió Deino hace tres días; dentro de Ouroboros está prohibido cualquier artefacto que permita la comunicación al exterior. Me llamó por que es inteligente, sabe que si llegan a descubrir el teléfono, es más viable inventar una excusa de porqué estaba llamando a Lunatic en lugar de a Wild Tiger.-
-Bueno, en éso tienes razón. Si se enteraran de que habla con algún héroe, nos quitarían el factor sorpresa además de que supondría un verdadero peligro para ella. Y tú puedes decir que como Lunatic, la quieres volver tu protegida o algo parecido.- respondió Barnaby, sosteniendo su mentón pensando en lo que decía.
-Así es. Me envió a decirte eso. Sin embargo, hace media hora recibí un mensaje de Frank diciéndome que yo tampoco podía faltar al gran anuncio que va a hacer hoy. Si consigo más detalles se los comunicaré en la brevedad.-
-Claro, gracias... Yuri.- dijo el veterano con una ligera sonrisa y una mirada cálida. El peliblanco sintió una corriente recorrer su cuerpo y miró sorprendido al tigre, le agradecía por llamarle por su nombre; se levantó y se dirigió a la salida agradeciendo a ambos por escucharle. Ya se encontraba fuera de la entrada cuando se volteó un poco y habló por encima del hombro.
-Una cosa más... señor Kaburagi. Ella se encuentra bien, se siente feliz de poder contribuir. Lo puedo asegurar.- finalizó y Yuri Petrov siguió su camino retirándose del lugar dejando al veterano sonriendo al aire, sintiendo un gran orgullo sobrellevarle en más de un sentido.
-¿Tendríamos que avisar a Ryan y Anaksha?- preguntó el moreno.
-No deberíamos alarmarles, si tan sólo es un anuncio el que Frank va a hacer deberíamos esperar hasta que Kaede o Yuri nos digan lo que averiguarán hoy.- respondió el rubio a lo que Kotetsu se derrumbó junto a él en el sofá.
-Creo que tienes razón, sólo nos queda esperar.-
-En dado caso, parece que no tendremos trabajo hoy, todo mundo está tan emocionado por el regreso de la Compañía Circense Nacional que si hay problemas, serán para la Segunda Liga y la policía.- decía el rubio, con serenidad mientras recargaba su cabeza en el hombro de Kotetsu, cerrando los ojos un momento.
De repente sintió cómo el cuerpo a un lado de él se movía y cómo le abrazaban cálidamente; empezaba a sentir un delicioso vaho en las proximidades y cómo unos labios se posaban sobre los suyos, aquellos labios que Barnaby conocía a la perfección.
Kotetsu ahora estaba demostrando lo hambriento que se sentía de Bunny; sus manos exploraban por debajo de la ropa del rubio de una tierna manera a la vez que las manos del ojiverde comenzaban a aferrarse al pecho del otro. Las caderas de ambos empezaban a moverse y frotarse inconscientemente, como si de un reflejo se tratara, sus bocas ahora se devoraban con desespero y su calor elevaba la temperatura de todo el lugar.
Kotetsu bajó sus manos hasta sostener la cadera de Barnaby y levantarlo en un hábil movimiento, el rubio abrazó con las piernas la cintura del moreno y mientras continuaban con su apasionada unión de labios, el veterano los dirigió a la habitación, desapareciendo dentro de su intimidad... extrañaban sentir sus cuerpos juntos y si podían aprovechar aquel momento, lo harían. Aprovechar cada segundo que se les concedía.
-De verdad no mentías ¿cierto?- preguntó el rubio, boca abajo en el lecho, con su cabeza apoyada sobre un codo y abrazando una almohada.
-¿Respecto a qué?- preguntó el moreno, curioso.
-¿Alguna vez habías tenido experiencia en esto con hombres?- Barnaby se sonrojó un poco.
-¡Claro que no! Ya te lo había dicho... eres el primero, y me gustaría que fueras el único.- contestó con el mismo enrojecimiento en sus mejillas. Bunny sonrió levemente.
-Entonces me parece que nos vamos a regalar muchas primeras veces... y únicas.- el tigre se rió a esto último y el conejo no pudo mas que unirse a esa pequeña felicidad que compartían. Sin embargo, el teléfono de Kotetsu sonó anunciando una llamada entrante, cortando el momento.
-Es Anaksha.- Barnaby sólo asintió y el veterano atendió colocando el altavoz.- ¡Hola! ¿Qué sucede?-
::¡Kotetsu! ¿Estás mirando la transmisión del Auditorio Principal?:: la chica sonaba alarmada.
-No... ¿debería?- preguntó con un semblante amargo y confundido, a lo que el rubio reaccionó por instinto al tono de voz de la chica y prendió el televisor del cuarto del tigre.
::¿... Kotetsu?:: preguntó la chica.
El tigre había soltado el teléfono dejándolo caer al piso, resultado del shock en el que estaba, sus ojos estaban abiertos y no parpadeaban, además de que su boca tartamudeaba alguna cosa sin coherencia. Barnaby miraba fijamente la pantalla, sin poder creer lo que la televisión mostraba.
-¿Que... es esto...?- se preguntó, casi incapaz de poder articular palabra alguna.
Era seguro: el horror se había desatado.
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