NDA: Este capítulo del fic, se centrará exclusivamente en la historia de Gakupo antes de unirse a Vocaloid. Su vida como samurai, y su incursión en una vida totalmente distinta a la que el conocía. Así que tal vez sea un poco (o mucho más) largo que capítulos anteriores. (Y en los nombres de los clanes, sí, utilicé los dos de Fuyu no semi xD)
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Gakupo Kamui era un niño como cualquier otro que vivía en la aldea de Edo.
Realmente, no era una aldea como tal, era más bien una comuna de gente que vivían aferrados al antiguo Japón. Le llamaron Edo a la aldea, ya que ése era el nombre anterior de Tokyo.
En esa comuna, se criaban cómo en aquellos años, todos divididos en clanes y llevando el estilo de vida de un samurai. Todos los hombres, sin excepción, llevaban entrenamiento con la espada apenas cumplidos los doce años, y vestían lo típico.
Las mujeres eran exclusivamente para alianzar clanes mediante matrimonios, y para procrear a los futuros samurais.
Edo no era una aldea pequeña, era de las comunas independientes más grandes del mundo. Y dentro de ella, había unos ochenta clanes. Cada clan enviaba al más fuerte y entrenado a pelear por el honor de su casa.
En Edo era muy simple, era una batalla uno contra uno, y la lucha era a muerte. Quien venciera, lucharía contra el representante del clan siguiente. Era un torneo sencillo. Clan 1 vs Clan 2. Clan 3 vs Clan 4. Clan 5 vs Clan 6, y así sucesivamente.
Quien ganara, iba avanzando, como una semifinal. Hasta que quedaran los dos últimos representantes.
La gloria y el honor le esperaba a quien saliera victorioso. Se le concedía a su clan, el poder de gobernar Edo. El clan Chôshû, de la familia Kamui llevaba cerca de setenta años al poder de Edo, y simplemente, porque de la casa Kamui, salían los más fuertes y mejores entrenados samurais.
-¿Crees que ya deberíamos incluirlo en las prácticas? Todavía es muy pequeño, no quiero exponerlo a que le hagan daño...-
-Si yo digo que va a entrenar, lo va a hacer, mujer.- Hiyori bajó la cabeza.
-Pero, Gakupo tiene solamente cinco años... Soy su madre, no quiero que le pase nada. Por favor entiéndeme, Kyosuke.- sólo terminó de decir aquello, cuando una mano le había pegado una bofetada tan fuerte, que ella terminó en el suelo.
-¡Y yo soy su padre, y si para lograr que los Kamui y el Chôshû continuemos nuestro legado debo entrenar a mi hijo para que se convierta en el samurai que necesitamos, lo haré!- dijo el padre de Gakupo y salió furioso.
Hiyori continuaba en el suelo, llorando.
-Mamá, ¿estás bien?-
-Si te oye tu padre preguntar por mi, te atizará igual. Sólo no repliques de lo que te diga. Tiene razón en todo lo que dice... es un hombre muy sabio.-
-Pero no te debería de pegar, mamá.-
-¡El sabe lo que hace y me lo merecía! ¡Ya no repliques más y haz lo que se te diga!- gritó, y se incorporó nuevamente.
Al día siguiente, Gakupo empezó a entrenar como cualquier niño de doce años, y vaya que fue difícil. Los demás lo veían como objetivo fácil por su pequeña anatomía, y así fue durante los siguientes cinco años. Todavía no podía darle pelea a los demás, así que lo obligaron a hacerse más fuerte y más atento. Cuando cumplió los diez, ya era capaz de nivelarse al "peorcito" de los de diecisiete, así que tuvo que entrenar aún más. Con tan sólo once años, soportaba los ejercicios más demandantes, le exigía demasiado a su cuerpo, mejor dicho, le exigían.
Cuando cumplió los catorce, se había convertido en alguien de temer para los demás. Realmente, tenía potencial para convertirse en el mejor samurai de todos los tiempos, incluso superando a sus ancestros, y a los ancestros de sus ancestros.
Pero Gakupo veía un mundo diferente. Tenía habilidades asesinas, sólo eso. No veía ningún tipo de honor o gloria en asesinar en nombre de alguien, o del suyo propio. Le habían criado para la violencia, pero era la cosa que más repudiaba. Quería salir, ver el mundo, no deseaba permanecer toda su vida en Edo, había otros horizontes.
Para su mala suerte, cuando cumplió los dieciocho, fue elegido por el líder de Chôshû cómo el elegido. El debía de pelear por su clan, el liderazgo y el legado de los Kamui caí en sus manos. Deseaba con furor vivir y ver el mundo, pero por otro lado, deseaba que lo mataran en su primer enfrentamiento, para no manchar sus manos de sangre. Sangre que lo iba a acompañar por siempre.
Después de dos meses de incansables luchas, por parte de todos los clanes, Gakupo se encontraba frente a frente con Suzuki , el samurai del clan Bakufu. Después de haber matado a tanta gente, ¿ésto era lo que importaba?Ya no quería pelear, pero sabía que era imposible tratar de convencer a Suzuki de lo contrario, en sus ojos se veía la ambición y la furia que sentía. Quería que el Bakufu reinara, después de tantos años. Sólo buscaban el poder, y era vivir para gobernar o morir y no ser gobernada.
Ya habían pasado dos años, y tres torneos... Gakupo siempre conservó el poder en el Chôshû.
"¿A qué precio lo hice? Demostrarles a todos que vale más el renombre de una familia, de un clan, no importando la sangre que corra."
Lo habían obligado a luchar, cuando Gakupo salía al centro de la aldea, o de la casa del clan, todo mundo lo miraba con respeto. Pero un respeto en base al miedo.
Teimei Azaiga del clan Shojiju, fue su último oponente. Diecinueve años, un gran hombre a decir verdad. Se hacía cargo de sus hermanos menores, ya que sus padres habían muerto, ayudaba a su abuela a cargar los objetos pesados para su frutería. Y sin embargo, lo había matado, en nombre de ese supuesto honor.
Un día, no soportó más, y una noche, mientras los guardias de la puerta principal de Edo, hacían relevo, escapó. No sabía realmente a dónde ir, pero definitivamente, ya no podía cargar más nombres en su diario, ni mas sangre en sus manos. De niño, robaba las revistas de uno de sus primos, planeaba llevarse a su prometida y empezar una nueva vida fuera de Edo. Cuando fue descubierto, fue sentenciado al pasar el resto de sus días como si fuera un criminal de guerra. Encerrado hasta el día de su muerte.
Todas sus posesiones fueron quemadas, pero Gakupo logró salvar una revista, y en base a ella, se imaginó todo un nuevo universo.
Llegó a lo que parecía una autopista, los automóviles pasaban a gran velocidad, vio un camión algo grande, y se aferró a la parte de atrás. Pasaron aproximadamente unos cincuenta minutos, cuando el camión entraba a una ciudad muy grande. Los edificios eran impresionantes, tal y como lo había visto en aquella revista, construcciones que casi llegaban al cielo, todo iluminado. Un verdadero espectáculo de luces, sonidos y olores diferentes venían por doquier. El camión se detuvo y el bajó.
Empezó a caminar, admirando cada detalle de aquella ciudad, pensando que si tan sólo Edo se incorporara a la civilización, no habría violencia. Todos podrían vivir sus vidas, sin preocuparse si morirían al día siguiente.
Se hacía demasiado tarde, y necesitaba un lugar para dormir. Obviamente no llevaba dinero, en Edo sólo usaban el trueque, así que no tenían algún tipo de moneda.
Caminó por un callejón muy obscuro y encontró una puerta abierta. Entró y sólo había unas escaleras, pero decidió quedarse en ése lugar y no causar problemas, pero empezó a escuchar mucho ruido... subió las escaleras y llegó a un escenario enorme. En serio, agradecía haberse quedado esa revista, si no, no hubiera tenido una noción de absolutamente nada.
Habían unas siete personas discutiendo algo de un grupo musical, que sólo habían encontrado a uno de los dos que necesitaban, realmente no quiso escuchar más y se dio la vuelta. "Será mejor que no me noten..."
Pero una de esas personas si lo hizo, y gritó:
-¡Seguridad!- mientras lo apuntaba con el dedo.
Gakupo no iba a huir, claro que no. Despreciaba que en el Chôshû relacionaran honor con muerte, pero fue educado para hacer frente a las situaciones, era un Kamui después de todo.
De la nada, aparecieron los dos hombres más grandes y corpulentos que había visto en su vida, y lo tomaron por los hombros bruscamente. Si el no estaba respondiendo violentamente... ¿qué derecho tenían para tratarlo así? El samurai se molestó y empujó a los guardias, cuando se liberó del agarre, hizo algo que nunca le gustó: desenvainó la katana.
Todo mundo se puso nervioso, cuando el que parecía tener la autoridad ahí (un señor de unos cincuenta años, de barba y canoso), le preguntó calmadamente:
-¿Quién eres y qué haces aquí, hijo?-
Gakupo no bajó su posición de ataque y contestó un tanto nervioso:
-M-me llamo Gakupo. Gakupo Kamui de Chôshû. Estoy aquí porque me perdí-
-¿Chôshû? ¿Eres parte de la comuna de Edo?-
Gakupo asintió, y bajó su katana. Ya nadie parecía querer atacarlo, así que enfundó de nuevo.
-Ya veo, hijo. Mira, no puedes estar aquí. No a menos que hagas la audición, de otro modo estarás en problemas.- el viejo miró la cara de confusión del samurai y se apresuró a explicar.- Estamos buscando a dos integrantes de nuestro grupo musical, y sólo tenemos a uno. Las audiciones ya acabaron y si lanzamos la convocatoria de nuevo, vamos a perder tiempo y dinero.-
-Pero si ya acabaron, ¿por qué me va a dejar audicionar?-
-Te estoy ofreciendo una salida muchacho, en la cual, si ganas, nosotros también y todos felices. Ahora dime, ¿sabes alguna canción que nos puedas cantar?-
Gakupo abrió los ojos tanto como pudo, había una salida. Una escapatoria de verdad para el infierno en el que vivía.
-Sólo me se la canción de cuna que mi madre solía cantarme...-
-¿A qué esperas, muchacho? Canta.- dijo sonriente el viejo. Así que Gakupo comenzó a cantar.
Al anciano, a sus asistentes, e incluso a los dos hombres de seguridad, les empezaron a brotar las lágrimas. El hombre tenía voz prodigiosa, y la tenían que dar a conocer, como fuera.
Llegaron a un acuerdo, le iban a dar un curso intensivo de una semana, sobre todo lo que necesitaba conocer de la industria, le iban a dar fotos de los integrantes actuales del grupo, aunque los iba a conocer en su debut y le iban a dejar la imagen de samurai, ya que era "bastante innovador y original".
Según entendió, la chica que habían elegido en las audiciones pasadas, iba a hacer su debut algunos meses después, ya que los hombres en el grupo no eran muchos, así que causaría mas furor un "chico altivo y atractivo como el". Luka era su nombre... o no estaba seguro, ya tendría tiempo para averiguarlo.
Gakupo acepto sin vacilar, sólo pidió que lo llevaran una vez más a Edo, tenía que hacer las cosas bien. Tenía que despedirse, de su familia, y de su supuesto honor de Kamui.
-Hijo, bienvenido a Vocaloid.-
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Los murmuros no esperaron. Cuando caminaba de nuevo en Edo, a la casa Chôshû, toda la gente lo veía como si se tratase de un resucitado.
Fue directo a la habitación de Kyosuke Kamui, su padre. Le explicó lo que había pasado, y que se iba de Chôshû... de Edo, para no regresar.
-¿Nos dejas por ese ridículo concepto de vida? ¡¿Qué hay de honor en eso?!-
-¡No hay honor en asesinar en nombre de un legado! ¡Y no pienso seguir derramando sangre para mantener una idea de gloria!- se dio la vuelta y caminó hacia una ventana a mirar el cielo.- Prefiero ser un hombre libre de decidir mi propio legado...-
-¡¡Muchacho estúpido!!- dijo Kyosuke rabiando, desenvainando la katana.
Gakupo volteó al sonido de la espada, pero su padre ya había rasgado su pecho. La sangre empezaba a salir, no había sido muy grave la herida, pero la hoja de la espada de su padre quemaba, ardía.
-No voy a tener un hijo que vive en la deshonra...- dijo mientras amenazaba con atacar de nuevo.
Gakupo desenfundó y detuvo con su propia espada, la espada de su padre. Hizo un movimiento rápido, y la espada de Kyosuke salió volando y éste cayó de rodillas.
-Demuestra tu honor y mátame. ¡¡Mátame!!- gritó.
-No lo haré, papá. Voy a salir caminando, y si aún así me rechazarás, estaré feliz sabiendo de que perdí mi honor como samurai del Chôshû, pero lo gané como humano. Por favor, despídeme de mamá.-
El samurai envainó su espada de nuevo, y como dijo, salió por la puerta. Fuera de Edo ya lo esperaba una camioneta. Aquella que lo llevaría a su nueva vida.
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