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martes, 23 de junio de 2015

Su Majestad: Rey(na) de los Héroes. Capítulo 12. Existencias agridulces.

Tan sólo pasaron un par de días desde que Kotetsu y Barnaby habían visitado a la madre de los Kaburagi, pero Tiger estaba inmerso en un mar de emociones encontradas; estaba desconsolado, deprimido, destrozado por dentro. Su propia hija lo había negado.
Pero también entendía que no había nada por lo que tuviera que arrepentirse, ciertamente amaba más de lo que podía imaginar a Bunny, y esperaba que Kaede lo pudiera llegar a entender, pero le asustaba que no lo hiciera, ya que eso lo pondría en la posición de tener que elegir a uno de ellos. Por ahora no quería pensar en ello, así que intentó concentrarse en el trabajo lo mejor que pudiera, y aunque le resultó efectivo, no era nada agradable sentirse como lo hacía.
En tan sólo ese par de días, Wild Tiger había sumado 600 puntos en el marcador, Barnaby intentaba animarlo lo mejor que podía (aunque el conejo nunca se consideró bueno para ello), sus compañeros lo felicitaban por ya no hacer tantos destrozos al momento de hacer sus arrestos o salvar inocentes, y aunque la técnica que utilizaba era eficaz, el sentimiento que ésta le dejaba no era reconfortante.

Aquella noche en particular, el dúo se encontraba descansando en el hogar del tigre; tan sólo querían sentarse en el sofá a ver tranquilamente la televisión, donde anunciaban que una foto aficionada había logrado captar a Black Xiaji mostrando su verdadera cara. A ambos les preocupó un poco esto, ya que no sabían si Annie y Ryan sabían de esto, pero siendo honestos, Kotetsu sólo tenía cabeza para pensar en una cosa en particular.
-Has estado muy bien estos días... te estás tomando muy en serio lo de aprovechar el antídoto ¿no es así?- intentó distraer el rubio con esta pregunta al ver la expresión tan dispersa que el moreno tenía.
-En realidad es porque... sólo esto me queda... no... no puedo perder esto tampoco.- respondió con la voz quebrada y con un semblante amargo.- Bunny, sé sincero conmigo... ¿crees que me perdonará?- Barnaby comprendió lo que quería decir, así que se levantó de donde estaba para sentarse junto a Kotetsu y poner una de sus manos sobre las de el.
-¿Hiciste algo malo?- preguntó clavando su mirada en los ojos enmielados del moreno.
-¿Bunny...?-
-¿Te arrepientes de esto? ¿De haberme confesado que me amas?-
-¡Por supuesto que no!-
-Entonces no tienes que disculparte por nada, así como Kaede tampoco tiene que perdonarte nada. Sólo está en una etapa difícil y le va a tomar un poco asimilarlo, pero estoy seguro que lo entenderá.-
-Pensé que cada vez se estaría pareciendo más a Tomoe, pero esto fue distinto, ya no sé qué hacer o qué decirle... se me está saliendo de las manos.-
-Kotetsu, déjame preguntarte algo... ¿Alguna vez Tomoe tuvo algún desliz emocional? ¿Que de repente no se comportara como siempre lo hacía?- el tigre analizó la pregunta unos segundos y respondió.
-Ahora que lo mencionas, hubo un par de veces en las que ella explotaba por cualquier cosa, pero fueron muy pocas, quizás dos o tres. Inmediatamente asumí que se trataba de su... periodo o algo parecido.- contestó un poco sonrojado por decir este tipo de cosas.
-Bueno, estoy especulando, claro, pero... ¿y si Kaede reaccionó así por la misma razón?- dijo Barnaby, al mismo tiempo en el que sus mejillas se tornaban en un adorable tono rosado.
-¿Qué...? ¡Whoa! No quiero pensar si mi hija está, bueno... ya sabes, en "ésos" días.-
-Ya está hecha toda una adolescente, viejo. Tienes que tener más presentes sus estados emocionales y sus cambios corporales, manteniendo tu distancia para que no se sienta invadida.-
-¿Dándome consejos de paternidad, Bunny?- sonrió divertido el veterano. El conejo se acercó más a él, buscando un poco más de contacto acurrucándose en el pecho del moreno.
-Sólo te brindo ligeras recomendaciones.-

Por alguna razón, Kotetsu se sintió más aliviado con las palabras del rubio, tal vez Kaede estaba sufriendo caóticos cambios hormonales y a esa edad, usualmente las personas se convierten en bombas emocionales con un temporizador terriblemente impredecible. Hizo pequeños planes para la noche: llamaría a casa, hablaría con su madre y su hermano, y si su hija lo permitía, también conversaría con ella; no había considerado todo esto de la adolescencia azotando a su hija, y tal vez lo único que tenía que hacer era mostrarse más comprensivo con su pequeña niña, que se había vuelto toda una señorita ya.
-Gracias, Bunny.- dijo mientras cepillaba con sus dedos los rubios cabellos del conejo. Barnaby se limitó a asentir mientras disfrutaba las caricias en su cabeza. Probablemente nunca hubiera dejado que absolutamente nadie tocase su cabellera, y eso Kotetsu también lo sabía, pero en ése momento, sucedía algo muy íntimo que hacía que tanto el conejo disfrutara de las caricias, como el tigre de brindárselas.
Una de las manos del veterano bajó un poco más, abriéndose paso entre cabello y cabello, para tocar un poco de la hermosa piel perlada de Barnaby; pasando por el cuello, esa pecaminosa curvatura que lo podría volver loco, su palma se movía con ansiedad mal disimulada sobre el hombro del rubio, hasta que la tentación lo doblegó y se movió suavemente para depositar un suave beso cerca de la manzana de adán del ojiverde.

Barnaby disfrutaba de las caricias, su cuerpo se impacientaba por reaccionar y en su garganta se ocluía aquella desesperada petición que demandaba contacto; pero por primera vez, se veía sobrellevado por sus deseos y toda disciplina de autocontrol se desvaneció por completo al reflejarse un sonrojo notorio en las mejillas del conejo. El veterano le estaba dando a conocer nuevas sensaciones; y como pintaban las cosas, Kotetsu iba a seguir regalándole muchas primeras veces.
-Si quieres... podemos...- decía el ojiverde con una voz entrecortada, tratando de concentrarse en hablar y no en los apasionados besos que Tiger le propinaba en torno a su cuello.- puedo... hacerte sentir mejor.- ¡y vaya que se apenó al decir esto último! Pero no era mentira. El moreno se separó un momento y analizó lo que su amante había dicho.
-¿Tu...? ¿De verdad?- se sintió un poco extrañado que la mayoría de las veces en las que hacían el amor, eran propuestas del rubio. Claro que Barnaby con lo joven que era, tenía necesidades físicas que Kotetsu estaba dichoso de poder complacer.
-No me mires de esa forma, todo esto es tu culpa.- respondió el ojiverde mientras volteaba a otro lugar, más sonrojado aún.
-¡¿Qué?! ¿Mi culpa? ¿Y por qué?-
-Porque tú me estas volviendo adicto a esto...-
-¿Y te desagrada, Barnaby?- dijo con una voz grave y ronca, acentuando cuán varonil podría llegar a ser. Fue algo demencial y seductor, y Barnaby no lo dejó pasar.
El conejo no pudo articular palabra alguna y dejó caer con suavidad sus hombros; sin hacer contacto visual se levantó del sofá y se retiró la chaqueta, se acomodó el cabello refrescando un poco la piel de su cuello, a la vez que se dirigía escaleras arriba, ahí en donde se encontraba el lecho de Kotetsu.
El veterano por puro instinto siguió al rubio como si de una presa se tratara; lo seguía con un andar sigiloso, subiendo cada escalón pensando en qué se encontraría cuando llegara a su habitación. Su respiración se tornó un poco agitada y por reflejo se lamió los labios, era casi como si ya pudiera saborear la piel del conejo. Cuando entró a su habitación, vio a Barnaby desnudo, recostado en la cama de una manera muy tranquila y natural; yaciendo sin pena ni gloria, sin ninguna expresión facial... como el conejo en la pradera, esperando a que llegase el tigre y lo devorara.
Así lo entendió Kotetsu, con ese mismo sentimiento se acercó a Barnaby para besarlo tiernamente, pero de sus ojos brotaban discretas lágrimas que ninguno de los dos esperaba.

-¿Te encuentras bien para esto...?- preguntó el rubio preocupado, mientras sostenía el rostro del moreno.
-Sí, es solo que esta situación... y verte así como estás ahora...- Kotetsu limpió su rostro y puso su mano sobre la del ojiverde en su rostro y la besó.- Nunca pensé que me dejarías verte así, y que lo hagas me pone muy feliz. Creo que estoy hecho un sentimental justo ahora... Bunny.-
El conejo sentía que sus ojos se aguaban igualmente, pero reprimió las ganas de llorar y se acercó a besar con dulzura y pasión los labios del tigre.
La noche envolvió a los hombres en un manto de amor carnal, expresado con formas y figuras casi cinésicas; sentían como si fluyera entre sus cuerpos una rebosante sinergia que se dejaba abandonada al vicio y la concupiscencia. Las llamas lascivas ardían con subjetividad provocando un frenesí dentro del mismo éxtasis en donde se encontraban en total sumersión.
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Cuando Barnaby despertó desnudo, envuelto en sábanas y se percató de que se encontraba solo, se levantó, y cubriéndose con la camisa del tigre salió de la habitación; notó que Kotetsu estaba sentado en las escaleras, sosteniendo el teléfono y mirando a la ventana, sin hacer nada más.
El tigre contemplaba la espesura de la noche, viendo las pocas luces de la megalópolis que se alcanzaban a ver desde su ventana, aunque "pocas" era un término sumamente relativo. La ciudad era realmente hermosa y peligrosa; suponía que ése era el principal factor por el cuál Kaede no vivía con él. El pueblo, por otra parte, era sumamente tranquilo y el negocio familiar iba bien, aún mejor cuando su familia no tuviese que preocuparse por emergencias económicas; la paga de héroe ciertamente era generosa, pero había algo que Anju Kaburagi había dicho en alguna ocasión, que sin ninguna duda era bastante verdadero: ¿De qué servía tanto dinero si Kotetsu resultaba herido? Intentaba no pensar demasiado en ello, aunque a veces se consideraba un total egoísta, ya que colocaba como prioridad su trabajo en la Primera Liga que su rol como padre; todos en su casa lo comprendían y no se lo reprochaban, pero no podía dejar de culparse de que tal vez fue por esa misma falta de apoyo que su hija hubiese reaccionado de tal manera con la noticia de su amorío con Barnaby.

-¿Qué haces?- la voz del rubio rompió con el silencio y sus pensamientos se callaron de igual manera.
-Yo... quiero llamar a casa, pero por alguna razón no puedo.- dijo sonriendo melancólicamente por lo bajo, el ojiverde tomó asiento junto a él.
-¿Crees que debes hacerlo? Si es así, entonces sólo tienes que marcar el número.- dijo el conejo, mientras tomaba la mano del moreno y la acercó al teléfono.- Lo haremos juntos ¿de acuerdo?- se sonreían uno al otro con cariño.
-De acuer...- decía el veterano, pero se vio interrumpido por un ruido proveniente del mismo teléfono que sostenían. Curioso... el número que se registraba era el mismo que planeaban marcar, el de la casa de Kotetsu. Se miraron con extrañeza y el moreno puso el altavoz.
-¿Mamá? ¿Qué suced...?-
-¡¡Kotetsu!! ¡¡Gracias al cielo que contestas!!-
-Mamá, tranquilízate... ¿Qué es lo que pasa?-
-¡Es Kaede...! ¡¡Se ha escapado!!-
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-... sólo recuerde comer sanamente y no hacer ejercicio excesivo. Tendrá que acudir a revisión una vez cada quince días por tres meses y si presenta alguna molestia, venga de inmediato.- decía el doctor Halsey mientras terminaba de llenar el papeleo correspondiente para el alta del hospital de Keith.
-Gracias, doctor. Y de nuevo, muchas gracias.- dijo el héroe del aire muy contento con el trato que se le había brindado en la sala de urgencias del Centro Médico de Sternbild. Un par de siluetas se asomaron por entre las puertas de su habitación en el hospital, aquellas lo recibían con júbilo, y se alegraban de que ya estuviera dispuesto de ir a casa; el actual Rey de los Héroes les devolvió una sonrisa llena de su particular carisma y su entrañable alborozo.
Keith no se consideraba a sí mismo una persona complicada, de hecho, hasta podría describirse como una persona extremadamente fácil de complacer; a él lo único que realmente le hacía feliz era el simple hecho de estar vivo y todo lo que ésto implicaba. Poder respirar, sentir, escuchar, saborear, ver... volar. No era como si tener sus poderes NEXT fuera parte fundamental para que disfrutara la vida, ya que pensaba que podría hacerlo incluso siendo sólo humano, pero también agradecía la bendición de haber nacido con sus dones.
-Gracias por traer a John, Ivan. Es muy amable de tu parte.- decía el Rey mientras acariciaba efusivamente la cabeza y orejas del labrador que lo lamía y lamía devolviéndole los cariños.
-Es lo menos que puedo hacer, Keith. Me alegro de que ya se encuentre mejor.- contestó el joven Origami, quien aún se sentía responsable y apenado por los sucesos ocurridos aquella ocasión en la mansión Goldsmith.- Sólo hay que pasar a la recepción a firmar el alta y nos podemos retirar. ¿Le parece bien?-
-¡Me parece perfecto! Ya siento que mi cuerpo extraña mi cama.- bromeaba el Rey, mientras clavaba sus grisáceos ojos en los amatistas de Ivan.

Cuando salieron del centro médico habiendo terminado con todas las formalidades, llegaron al hogar de Keith; el chico Ivan no estaba muy seguro de querer adentrarse, ya que estar ahí junto al héroe del aire lo consideraba algo muy íntimo. Claro que ya había estado en aquel domicilio antes para mantener la limpieza del lugar y atender a John, pero ahora era diferente. Compartiría el espacio personal del Rey y se preguntaba si el monarca se lo permitiría. No sabía qué era lo que estaba pasando, pero sentía como rápidamente le iba inundando una sensación de impotencia y desesperación.
-¡Pasa, por favor! ¡Siéntete libre de considerar mi hogar el tuyo!- decía con regocijo, a lo que el chico, al ser una petición del hombre de ojos grises, obedeció con cierta ansiedad en sus modos.- ¿Puedo ofrecerte algo de beber?-
-¿Se siente bien? Yo podría hacerme cargo de todo en lo que usted se toma un descanso...- Ivan se percató de sus sudorosas y temblorosas manos, intentó disimular pero la voz se le quebró.
-¡Me siento genial! Ya has hecho demasiado por mí, Ivan.-
-¡¡No es verdad!!- gritó el chico Origami inconscientemente, pero no se detuvo. Algo era cierto: la culpa lo estaba carcomiendo por dentro, quemaba sus interiores con remordimiento, quería detenerse pero su cuerpo ya no le respondía.- ¡Deje de ser tan amable con el hombre que casi hace que le asesinen! ¡Usted sabe que fui yo el responsable de su incapacidad! ¡Por lo menos diga que no me soporta! ¡Que me quiere dejar de ver un tiempo!-

Keith se frenó en seco mientras terminaba de servir un vaso con agua, y con los ojos estupefactos lo comprendió todo. Se sintió como un verdadero estúpido y sí, hasta culpable. El chico le había estado mostrando todas las señales: pasear a John dos horas dos veces al día, no presentarse a las persecuciones de Hero TV al permanecer cuidándolo, las constantes preguntas al doctor de cuándo sería que sanaría, las interrogantes de si el Rey necesitaba algo... era obvio. Ivan se sentía culpable y él mismo se lo había dicho cuando despertó el primer día. Pensó haberle disipado esa duda (ridícula, a su parecer), pero si él mismo se vanagloriaba de querer expresar mejor sus sentimientos, tendría que ser más empático con el joven rubio. Dejó el vaso en la barra y se acercó al chico quién ya estaba soltando algunas pequeñas lágrimas frustradas, Keith le tomó por la mano y ambos tomaron asiento en el sofá.
-Ivan... ¿Tú quieres dejar de verme?-
-¡Por supuesto que no! Pero entiendo que todo esto pasó por mi culpa y estoy dispuesto a aceptar cualquier escarmiento que quiera darme...-
-Esto no fue tu culpa, Ivan. Frank Martínez de cualquier manera habría hecho esto. Deja de responsabilizarte por cosas que suceden ajenas a tus decisiones.- dijo bajando la cabeza, como buscando que Origami le mirara. Hizo una pausa al ver que el chico se sentía muy apenado como para hacer contacto visual, y suspiró pesadamente dejando caer sus hombros, esbozando una sonrisa triste.- Por otro lado, disfruté mucho que hayas permanecido a mi lado y me gustaría que siguieras haciéndolo, pero ahora porque lo desees así y no impulsado por la culpa ¿Puedes?-
-Yo... no quiero causarle más problemas.- dijo mientras se encogía de hombros, reprimiendo unas cuantas lágrimas más y sonrojado levemente.
-Quédate a mi lado y así no los causarás. Tu presencia me hace feliz.-

Había pasado ya un buen rato desde que el par de rubios se quedaron en silencio, sólo sosteniéndose de las manos y mirándose a los ojos; Ivan sentía como si quisiera decir mil cosas, pero al mismo tiempo su boca no sabía cómo articular palabra alguna. De un momento a otro, Keith rompió con el silencio, tomó las manos del chico con más fuerza y las llevó a su rostro para acariciarlas con su mejilla como si de un objeto precioso se tratara.
-Gracias por todo Ivan, y de nuevo...- dijo para después soltar una pequeña sonrisa por lo bajo y dejar su habitual frase inconclusa para llevar su rostro frente al de Origami, rozando suavemente sus labios, muy gentilmente. Después se alejó un poco y se recargó en el respaldo del sofá; John subió para acomodar su cabeza en el regazo del Rey y hacerse un ovillo para dormir, a lo que Keith sólo cerró los ojos manteniendo esa plácida sonrisa en su rostro. Se encontraba agotado, era de esperarse.
En aquel momento, Ivan se encontraba perplejo e incapaz de reaccionar, así hubiera irrumpido en la habitación todo Ouroboros para atacarle, él se encontraría indefenso. El chico se encontraba en un total blanco. Con esta misma inercia que hacía que siguiera respirando sin pensar, se llevó la mano a los labios que todavía parecían recordar el contacto. El leve sabor y el sutil aroma de Keith se veían impresos en él, las palabras dichas esa noche volvieron a retumbar en su mente... "Quédate a mi lado" "...pero ahora porque lo desees así..." ¿Qué sería todo aquello? Ciertamente no se hubiera molestado en que aquel beso hubiese sido más profundo...
¡Era de verdad! ¡No estaba soñando! ¡El Rey le había besado! ¿Qué habría hecho que provocara que lo hiciera? ¿Y... podría repetirse? Su corazón latía con abrumadora fuerza, casi se podían escuchar sus latidos si se quedaba en silencio. Calló esos pensamientos en su interior y miró al bien formado y amable rostro de Keith; no sabía qué hacer, estaba como ausente y pensaba que debería marcharse a su hogar. Pero decidió ser un tanto más atrevido de lo que era habitualmente y tomarle la palabra al Rey: "Siéntete libre de considerar mi hogar el tuyo." Así que sólo se limitó a juntar su cuerpo un poco más al de Keith y cerrar los ojos. Tan simple como eso... y tal vez, de igual manera descarado.
No le importó ya demasiado, él mismo se encontraba también muy cansado y había gastado toda su energía restante en el asunto del beso... aquel hermoso beso...