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sábado, 30 de julio de 2016

Su Majestad: Rey(na) de los Héroes. Capítulo 24: El nuevo régimen.

Día 1 después de la primera aparición de la Brigada 731.

Un nuevo día había envuelto a la megalópolis, pero a decir verdad, ésta no estaba lista para recibirlo; Deino se encontraba nervioso al observar la ciudad desde lo alto de una pila de contenedores. Se había levantado muy temprano, no porque tuviera muchas cosas que hacer dentro de la organización, aunque de hecho ese fuera el caso. La confesión de Ouroboros a las masas ciertamente había despertado la curiosidad de NEXTs emergentes que buscaban una salida rápida a sus problemas del diario; habían también filas y filas de personas ésta estirpe, gente que había sido rechazada de la Academia de Héroes, algunos no porque sus habilidades no estuvieran a la altura de la institución misma, sino que el número de aspirantes excedía por mucho la capacidad de estudiantes que la Academia podía albergar.
El día estaba particularmente nublado, los humanos por lo general no salían de sus hogares, el comercio dentro de la ciudad y las actividades diarias se habían suspendido por orden de la Oficina de Justicia ante la inminente, letal y perturbadoramente desconocida amenaza que representaba la Brigada 731; como ésta última había advertido, los muelles y embarcaciones fueron destruidas, el aeropuerto fue cerrado y las aeronaves (tanto de índole civil como militar) habían sido despojadas de sus motores y fuentes de energía. Los puentes que conectaban a Sternbild con los pueblos en las zonas conurbadas habían sido incendiados hasta dejar hechos cenizas los cimientos, prácticamente habían aislado la ciudad en su propia desesperación.

Deino observaba los alrededores, cómo las pocas personas que se paseaban por la calle se veían con desconfianza e incluso miedo; la gente no se acercaba una a la otra, se observaban mutuamente con recelo, tenían la mirada característica de alguien que se sabe en peligro y está preparado para atacar o huir a la primera provocación, dependiendo de la persona. Era muy temprano, la primera hora de actividades del día ni siquiera había llegado, pero él ya estaba más que espabilado; su cabeza daba vueltas y vueltas sobre los acontecimientos del día anterior. Cuando se unió a la organización lo hizo con un impulso de odio nublándole el juicio, sus padres le habían abandonado a una tierna edad al considerarlo “uno de esos fenómenos aberraciones de la creación”, palabras que siempre recordaría salir de los labios de su madre a pesar de haberlas escuchado a pocos años de haber venido al mundo. Sobrevivió bajo el ala de un NEXT viejo y malhumorado que lo trataba casi como a un esclavo, le hacía atenderlo, recoger pedidos y hacer mandados, y si tan sólo fallaba en un diminuto y casi imperceptible aspecto de cualquier asunto que el viejo le ordenara, su castigo era irse a la cama sin cenar, bebiendo tan sólo un litro de agua. Aun así agradecía que aunque fuese en estas condiciones, el viejo NEXT telépata no le dejara a su suerte; pero todos tenemos un final y cuando su “protector” le hizo frente y se dejó llevar por la muerte misma, se sintió tan vulnerable como hacía tantos años no se sentía.
“… uno de esos fenómenos aberraciones de la creación”, cuando llegó a Ouroboros y le compartió esta frase martirizante al Maestro, aquella que casi se había vuelto su mantra personal, Frank no pudo estar más en desacuerdo. Ambos sí coincidieron en que los poderes de Deino no eran los más eficientes o destructivos como para usarse en un campo de batalla, pero lo que sí pudo apreciar el líder de la organización fue que el muchacho era increíblemente sistematizado en sus acciones, era ordenado y eficaz, nadie haría un trabajo administrativo con la misma dedicación como él podía.
Frank Martínez le explicó desde un principio lo que Ouroboros estaba destinada a hacer, a depurar el mundo del pariente menos evolucionado de los NEXTs a voluntad del Creador: “Cuando la muerte y destrucción que tendremos que causar sea mayor que la vida que permitamos perdurar, serás tú quien con tus dones, convencerá a la madre naturaleza para darnos la oportunidad de regresarle la pureza que necesita. Tú no eres una aberración de la creación, hijo… eres parte de la obra maestra del Señor del todo.”
El Maestro le había dado el propósito a su vida que nunca tuvo, la razón de ser y de existir; ahora entendía que aunque tuvo el infortunio de que todos los humanos con los que había cruzado camino resultaran malas personas, no era un rasgo característico de la raza. También existían NEXTs malvados, individuos que independientemente si poseían el gen mutante o no, eran viles por naturaleza o simplemente como él, aquellos que habían sido direccionados al camino equivocado. Kaede se lo había mostrado, los humanos con quienes había vivido, su familia humana no le había hecho lo que a él sus progenitores; inclusive la señora Kaburagi al darse cuenta del poder de Wild Tiger, no le despreció, sino que le apoyó como se supone que debería ser.

Vaya que el día se sentía abrumador, la falta de luz solar debido a las nubes que impedían los rayos llegar a la superficie remarcaba lo maquiavélico de la ciudad, parecía que Sternbild había muerto y lo que se observaba parecían los escombros de la gran megalópolis después de una revuelta civil. Deino miró su reloj, las 7.55 de la mañana. Jason le había dicho el día anterior que lo esperaba en el tercer nivel a primera hora, justo cuando casi le descubre la posesión de un teléfono celular sumamente prohibido; algo escuchó hablar a Frank y Keyes de que uno de los integrantes de la paramilitar Brigada 731, tenía el don de “hacerse uno con la tecnología actual”. El brigadista podía interceptar comunicaciones, hackear servidores, intervenir líneas… rastrear números telefónicos; supuso que el celular que tenían ahora resultaba increíblemente delator, así que Lunatic optó por destruirlo al instante.
El chico bajó casi a regañadientes del contenedor, se alisó la ropa y se encaminó hacia la fábrica, cuando llegó a las escaleras y comenzó a descenderlas, vio a Kaede haciendo sus deberes en el primer nivel, Joseph tenía una mirada perdida pero feliz a causa de los efectos de la salvia, la de la peliblanca era igual carente de presencia, pero sus ojos desbordaban una profunda tristeza y resignación… inaceptable. Después de lo que sea que tuviera que hablar con Jason, la buscaría para rescatar esa intensidad por la vida que le había hecho cambiar de bando a Lunatic y a él mismo, ella era clave para esta nueva guerra, y si ella se extinguía, la única esperanza lo haría con ella.

Deino se encontró frente a la puerta del despacho principal del actual Ouroboros, el pasillo blanco y frío se notaba aún más gélido y solitario que de costumbre, alzó un brazo y cerró el puño dispuesto a llamar, pero éste le pesaba sobremanera… ¿qué había hecho para encontrarse en esta situación? No sólo frente a la oficina de Frank, sino a todo el asunto de Ouroboros; su vida había sido un carrusel de malas decisiones combinadas con una pésima suerte.
Eran las 7 de la mañana con 59 minutos y 45 segundos, todavía podía pensar otros quince segundos antes de enfrentarse a lo que sea que lo estuviera esperando del otro lado, pero Jason no le dio oportunidad y abrió la puerta de golpe, sorprendido de encontrar al chico ahí, inmóvil.
-¿Qué estás haciendo…? ¿Sabes qué? Olvídalo, pensé que habías olvidado que te mandé llamar e iba a buscarte. Entra.- bramó irritado, se hizo a un lado y Deino entró al despacho; encontró a Frank mirando unos reportes con una ligera sonrisa en el rostro, pero cuando el Maestro fijó la mirada en el chico, aquella leve curvatura de felicidad de labios se desvaneció y adoptó una mirada seria y hasta cierto punto, decepcionada. El chico ahora sí que estaba confundido.
Su líder no hizo ninguna invitación al platinado de que tomara asiento, sólo lo mantuvo de pie frente a él mientras hacía un contacto visual particularmente largo e incómodo.
-Deino… ¿sabes por qué Jason te ha citado aquí?- preguntó muy suavemente, pero su voz no le transmitía la tranquilidad que esperaría, los ojos de Frank no se despegaban de los del chico y parpadeaban muy ocasionalmente.
-Pienso que es por lo que sucedió ayer antes de su gran anuncio, Maestro.- respondió intentando no desviar la mirada.
-¿Y me puedes decir qué fue lo que sucedió?- esta vez Deino tragó saliva, se sentía nervioso, pero podría jurar que ocultó el teléfono con suma precaución… ¿no podría ser eso, o sí? Porque si lo descubrían, Kaede, Lunatic, él mismo y los héroes junto con su plan (si es que ya tenían alguno) podrían darse por muertos.
-Le obsequié un topacio azul a Kae, señor. Jason me vio dándoselo, pero pensé que se trataba de alguien más y cuando me preguntó por él, lo oculté. Cuando me di cuenta de quién se trataba se lo mostré.- Frank suspiró con pesadez y se levantó lentamente de su asiento, rodeó su escritorio, caminó hasta el muchacho y colocó una de sus manos sobre el hombro del platinado.
-Deino, mi muchacho. ¿Sabes qué es lo que me ha molestado…?-
-¿… señor?-

De un momento a otro, al platinado le dolía mucho la parte derecha del rostro y se encontraba contemplando el techo mientras un par de hilos rojos corrían fuera de su boca y nariz respectivamente, su cuerpo había azotado duramente contra el nivel de la oficina principal; sentía cómo unas manos lo levantaban del frío piso y le ayudaban a no desplomarse, sin embargo, al mismo tiempo le obligaban a dar de frente al Maestro cuya expresión se había vuelto obscura. Aún con la desorientación que gobernaba el cuerpo de Deino, bien se pudo dar cuenta que Frank sólo quería hacerle daño… y no lo podía comprender.
No tuvo más tiempo para pensar, el puño del autoproclamado NEXT Supremo se estrelló ahora contra el lado izquierdo de su rostro con gran dureza y velocidad; la fuerza le abandonó y su cuerpo quiso desvanecerse de nuevo pero las manos que lo habían sujetado aún lo aprisionaban, tratándose de Jason con toda seguridad. Su cuerpo se sostenía gracias a la fuerza del castaño quien aplicaba campos de fuerza alrededor de sus brazos, asegurándose de que el chico permaneciera en donde lo querían en aquel momento, Frank se volteó a ver la débil figura del muchacho semiconsciente, quien apenas podía enfocar la vista en su Maestro.
-Lo que me enfada, Deino, es que me mientan. No hay nada peor que una mentira, eso ofende al Creador, y por lo tanto, a mí.- decía lentamente, con la mandíbula apretada.
-… yo nunca, señor…- balbuceaba el pobre chico, pero recibió un fuerte golpe en una de sus ya hinchadas mejillas que lo calló enseguida; continuaban propinándole puñetazos en torno a la caja torácica, el estómago, la parte superior del pecho y por último, una patada justo en la parte izquierda del pelvis. Ésta última fue tan intensa, llena de odio y enojo, que le quebró en varios pedazos el hueso, el muchacho gritó de dolor mientras sentía que se desmayaba al no poder sobrellevar la agonía, aunque para su desgracia no fue así y estuvo consciente al momento en el que una espina del quebrado sistema óseo le perforaba algún órgano interno. Sintió una punzada terriblemente dolorosa y de su boca comenzaba a salir espuma, el shock estaba iniciando; cuando Frank se dio cuenta de que la sustancia se tornaba de un color rojo sucio, señal de muerte inminente, continuó:
-Ocultar información es una forma me mentir, chico. Te encuentras pecando no de palabra, sino de omisión.- Deino alzó débilmente la mirada y tragó saliva, quizás moriría ahí, pero si esperaban que fuera un delator, tendrían entonces que matarlo mil veces más. Respiró y cerró los ojos esperando el desenlace, sin embargo, lo que sintió fue totalmente distinto: otro par de manos lo sujetaron por el rostro y el dolor empezó a mitigar rápidamente, sentía sus fuerzas volver a él. La sensación de hinchazón se desvaneció y el sabor y olor a sangre habían desaparecido, todo en un par de segundos. Las manos que lo mantenían de pie lo habían soltado y tuvo la fortaleza usual para sostenerse por sí mismo.- Quiero que consideres lo que ha pasado aquí para futuras ocasiones, mi muchacho. De verdad, no hay cosa que me enfurezca más que alguien me mienta. El Creador no permite la entrada al paraíso a los mentirosos, y por lo tanto, no hay cabida entre sus filas para la escoria de la ponzoña embustera.- Deino abrió los ojos mientras Frank le decía aquello, el líder se acomodó el cabello para atrás y volvió a su asiento detrás del escritorio.
-No lo entiendo, yo…- decía el platinado, al verse completamente sano e intacto de los golpes que había recibido hace poco.
-¿Por qué nunca me dijiste que podías crear ese tipo de recursos?- preguntó mucho más tranquilo el líder, ahora sí con un tono reconfortante. Deino lo entendió todo de golpe y realmente agradeció no haber dicho nada que pudiera comprometer a alguien de sus aliados.
-Nunca le vi caso, señor. No era algo que considerara realmente importante. Le juro que no lo oculté, maestro, simplemente no lo recordaba. Es un aspecto de mi poder que pienso banal.- confesó con sinceridad, aún sorprendido del cambio tan repentino en la situación. Frank gruñó por lo bajo y a pesar de haber sido una expresión de frustración, el chico se sintió acongojado; el moreno recargó la cabeza sobre su mano, se quedó en silencio durante algunos largos segundos y le hizo un gesto a Jason. El castaño se levantó de su lugar y abrió la puerta.
-Ven, muchacho. Vayamos a caminar.- indicó Frank mientras caminaba hacia la puerta y desaparecía de la oficina, Jason le dedicó una mirada furiosa al platinado y éste avanzó corriendo para alcanzar a Frank Martínez.

Deino vislumbraba muy lejano el día en el que su Maestro saliera a caminar por mero gusto, pero al parecer había estado equivocado como en casi todo lo que pensaba próximo o cercano.
Frank le sorprendió al subir las escaleras del tercer nivel con Jason caminando cautelosamente detrás de él, cruzó El Vínculo y salió a respirar con frescura el moribundo aire que inundaba a la ciudad.
Tomó camino y rápidamente se encontraron andando a lo largo del carril vehicular intermedio de una de las avenidas principales en el ala oeste de Sternbild; aquella avenida conectaba al final de su extensión a las demás calles, bulevares, prolongaciones y avenidas principales de todas las zonas de la ciudad, y gracias a ello se podía llegar al centro (tanto comercial como económico) en cuestión de minutos, pasando por casi todas las áreas de interés que ofrecía la urbe. Era de esperarse que la avenida estuviera en plena hora pico, automóviles y transporte de carga sonando las bocinas, los peatones cruzando de un lado a otro sin cesar, los grandes establecimientos lanzando propaganda y los espectaculares aturdiendo desde temprano con sus majestuosas iluminaciones e imponente tamaño; claro que no era así. La calle estaba desolada, los lamentos se escuchaban por todas partes, gritos desesperados, llamados de auxilio… todo en vano. Frank se ensalzaba de la situación, el aire con un sutil olor a ceniza era simplemente delicioso, las calles grises, destrozadas, vandalizadas, corrompidas por el miedo, ese delicioso miedo que se podía inhalar como aquella droga de fino polvo blanco, ese olor que podría hacerse igual de adictivo que la sustancia misma.
Los humanos más extremistas se dejaron perder por el pánico, soltando la esperanza desde el momento en el que la Brigada se anunció; Frank disfrutaba los suicidios colectivos, pero los que no tenían nada que ver con el poder del brigadista Valtteri Bottas y eran meramente señales de sumisión, oh, vaya… ésos sí que le llevaban casi al éxtasis
-¿Qué es lo que ves, mi muchacho?- dijo casi en un suspiro, sonriendo al aire. El platinado lo pensó un poco antes de responder, pero no supo atinar a otra respuesta.
-Nada, señor.-
-Hazlo de nuevo, y esta vez, observa, no sólo mires.- volvió a suspirar. Deino miró alrededor, vio cada detalle que su vista le permitía de la decadente ciudad, hizo lo que Frank, inhaló y exhaló profundamente y dijo lo que su mente pensó, sin reconsiderar.
-Veo miseria, Maestro. Apesta a muerte.- dijo tranquilamente antes de pasmarse al escuchar sus palabras. Frank abrió los ojos en señal de sorpresa y le dedicó una mirada con una expresión increíblemente difícil de descifrar. Después se sonrió y se permitió una leve y genuina risa.
-Exacto, Deino. Este podrido mundo tiene que morir para abrirle paso al siguiente, a la evolución del creador. Este es tu papel aquí, muchacho. Tú fertilizarás esto nuevamente, y no sólo me refiero a que reforestes la destrucción, sino que tú serás quien marque los nuevos regímenes económicos del nuevo mundo.- Frank disfrutaba cada palabra que sentía, emanaba excitación al ver a la distancia e imaginarse su ideal de mundo perfecto; Deino se encontraba aún más confuso, su papel en la reforestación del planeta era claro, pero… ¿régimen económico?
-No lo comprendo, señor.-
-Me molesté hace un momento porque además de que omitiste información, me di cuenta de que si nos hubieras proveído de piedras y metales preciosos, mis reuniones con Anick Lomawien para sostener Ouroboros nunca hubieran sucedido… aborrezco a esa mujer.- el moreno dejó escapar un sonoro suspiro y después se sacudió, como deshaciéndose de una sensación asquerosa.- Pero lo pasado, pasado. Ahora que Sternbild va en ruta directa a la perdición, el resto del mundo será tan fácil de tomar… restableceremos el cambio actual por nuestra propia marca, una aleación de oro blanco, plata y titanio hecha moneda que deje claro el nuevo rumbo del planeta. ¿Será un problema, Deino?- su expresión cambió de una suave y emocionada, a una que denotaba clara presión sobre el platinado.

“Pero Maestro, crear metales o piedras de manera regular me desgasta mucho, me duelen los huesos hasta el punto de agonizar. No puedo hacerlo… a la larga moriré.”
-Ningún problema, señor. Lo haré.- contestó el muchacho, al contrario de lo que pensaba.
No veía caso dar excusas, Frank odiaba las excusas tanto como a los débiles, y una excusa era señal de debilidad. Tampoco era como si pudiera decir simplemente que no quería hacerlo, era una orden directa del NEXT Supremo y desafiarla era como desafiar al Creador mismo; el castigo por la insubordinación era el exilio. El único problema era que el exilio y la deserción se pagaban ambas con la vida, reglas de Ouroboros vigentes desde sus orígenes.
-No esperaba menos de ti, muchacho. – dijo esbozando una leve sonrisa, con una mirada llena de malicia que a Deino le resultó particularmente extraña y ciertamente perturbadora.- Empezarás a primea hora de mañana, y a partir de eso, será tu única actividad dentro de la organización hasta que tengas que curar al planeta.-
-¿Y mis tareas administrativas, señor?- preguntó con interés, uno que disfrazaba su temor de imaginarse produciendo “el nuevo tipo de cambio”. Si tan sólo haber creado el topacio azul para Kaede le había hecho sentir débil y adolorido de las costillas… era peor teniendo que formar metales, y no sólo eso, sino tener que alear tres tipos diferentes de éstos. La idea le producía náuseas.
-Tendrás todo el día de hoy para capacitar a la persona de tu elección para desempeñar tus actividades. Todos ganamos, mi muchacho; tú te afianzarás como pilar de la evolución y a quien elijas subirá de rango. No es algo que suceda a menudo, así que es su día de suerte ¿no te parece?-
Deino asintió con una ligera sonrisa, disimulando perfectamente la angustia que sentía al firmar lo que muy seguramente sería su sentencia de muerte.
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-¡No! ¡Tienes que decirle que no!- decía Kaede, llorando con zozobra mientras tomaba entre sus salvaguardadas manos las del muchacho y las apretaba con cierto desespero.
-Lo lamento, princesa… tengo que hacerlo, sino pondré en riesgo todo nuestro plan.- decía con pesadez, pero aun así se esforzaba por mantener en su rostro una sonrisa para que la chica no se alterara más, si eso era posible; la peliblanca había prácticamente obligado al platinado a que le dijera lo que había sucedido en la mañana con Frank, y necesitó más de veinte minutos de ruego de parte del chico para que Kaede no saliera a “partirle la cara” al líder de Ouroboros.
-¿Cuál plan, Deino? ¡No hay ningún maldito plan!-
-No todavía… no pierdas la fe, Kae.- la voz del chico sonaba tan tranquila que la peliblanca no lo resistió, comenzó a llorar desconsoladamente y sus piernas flaquearon, se arrodilló en el piso mientras sostenía su rostro, tratando de acallar su llanto. Deino se arrodilló frente a ella, apartó sus manos de su húmedo rostro, tomo la palma de la zurda de la chica y la colocó sobre su boca y la besó. Sabía mejor que nadie que no podía besarla como él quisiera, pero si pudiera elegir morir a manos del veneno del NEXT supremo a cambio de un beso de ella, lo haría sin pensar. Cortó el roce de sus labios contra esa maldita tela y fijó sus ojos en los vidriosos de la chica frente a él y con mucha dulzura acarició su propio rostro con los dedos de ella.- Necesito que tomes mi lugar, hoy voy a enseñarte qué cosas hago aquí y cómo. Este puesto te dará más libertad, quiero que la uses para comunicarte con tu padre y los demás y organicen un plan. No nos podemos permitir que Ouroboros viva un día más.-
-No quiero perderte, Deino. No a ti… - la chica estaba sorprendida por aquel desplante de afecto, no sabía cómo reaccionar y eso le parecía ridículo. Estaba hecha un mar de emociones pero tenía que mantenerse objetiva ante la situación, podría resumirse a que el futuro de un mundo con o sin humanos dependía en buena parte de ella.- De acuerdo… enséñame.- suspiró pesadamente con una expresión amarga plasmada en el rostro de la joven Origa Petrov.
-Pero antes, ¿recuerdas que Frank mencionó algo acerca de que una mujer solventaba los gastos de la organización?-
-Sí, que la manipulaba a su favor… sujeto despreciable.- la chica calló por unos segundos, frunció el ceño y continuó con curiosidad.- ¿Qué con eso?-
-¿Te suena de algo el nombre Anick Lomawien?-
-En algún lugar lo he escuchado, pero no logro recordar en dónde fue… estoy segura que fue en televisión.-
-Yo tampoco lo recuerdo, pero sé que algo tiene que ver con la farándula, o por lo menos con Hero TV.-
-Entonces crees que los héroes sepan de quién se trata.- asintió la chica, ahora con mucha seriedad, concentrándose en la problemática actual.
-Sólo ellos nos lo podrán decir…-