Kaito sabía que el samurai se aferraba al cariño de Luka, sin saber si era amor lo que sentía. Y Gakupo sabía lo perdida e incondicionalmente que Kaito estaba enamorado de Miku.
-En fin, creo que es mejor si nos movemos. De por si, ya es muy tarde.-
-Tienes razón- dijo Gakupo levantándose, tendiendo una mano a Kaito para apoyarse.
Se levantaron de la fría acera y se dirigieron al apartamento del azulado.
Durante el camino, Kaito iba muy callado.
El samurai conocía lo parlanchín que podía llegar a ser su amigo.
Llegaron a un edificio alto, y de mucha categoría. Los Vocaloid gozaban de un muy atractivo sueldo, así que se podían dar el lujo de tener casi cualquier cosa.
Pero en realidad, ellos eran muy simples en ese aspecto. Sólo gastaban en lo necesario y en alguna cosa que les llamará la atencion.
Podría decirse que los más avariciosos eran Luka, Rin y Akaito.
Gakupo le compraba tanta ropa como podía.
Len la llevaba a pasear y viajar tanto como la CV02 deseaba.
Y Akaito despilafarraba en autos deportivos y cualquier cosa lujosa que encontrara.
Kaito marcó un código de seguridad en la cerradura electrónica de la puerta del apartamento, y esta se abrió.
Gakupo contempló con algo de asombro.
Era un apartamento enorme, con ventanas gigantescas y una vista panorámica a la ciudad.
-¿Qué te sucede?-
-¿Por qué lo preguntas?- respondió Kaito con aire de desamor.
-Te conozco, hermano. Se que algo te está pasando...-
Kaito calló. Pensó las cosas un segundo, ordenando sus pensamientos y sus palabras para poder desahogarse como Dios manda.
-Miku me rechazó... ella se va a casar con Mikuo. Me dijo que están comprometidos desde que nacieron.
Pero me dijo que aunque Mikuo está enamorado de alguien más, ella lo estará esperando.- dicho eso, rompió a llorar.
Gakupo sintió como su sangre hervía y subía a su cabeza. Apretaba las manos tratando de contener la ira, pero sus intentos fueron más que inútiles.
-¡¡¡Maldito hijo de perra!!!- gritó, para después perder el equilibrio y caer sobre el sofá.
-¿Kamui...?- preguntó temeroso Kaito. El sabía que si Gakupo rabiaba de esa manera, era capaz de matar a alguien.
El samurai sacó un cigarrillo de su túnica, y tembloroso intentó encenderlo, todavía rabiando.
Kaito sostuvo su mano, retirándole el mechero para el encender su cigarro.
-¿Me das uno?- preguntó triste.
-Pensé que lo habías dejado.-
-Incluso aveces yo quiero hacer algo malo por mi cuerpo.- rió desanimado.
Gakupo sacó su cajetilla y le tendió un tabaco, el lo tomó y lo encendió.
-Luka.-
-¿Qué?-
-Luka me había estado engañando con Mikuo. La persona de la que se enamoró ese bastardo, es Luka.-
Kaito palideció. Su amigo había encontrado al prometido de su amada en una escena comprometedora con su exnovia.
-No se tú, pero necesito un trago. ¿Quieres una cerveza?- ofreció el azulado.
-Por favor.-
Empezaron a beber, y beber. Rápidamente se vieron ebrios.
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Un rayo de sol atravesó las cortinas de la habitación, directo a los ojos del samurai.
Gakupo se quitó de encima las sábanas que lo cubrían. Sólo quedó vestido de la cintura para abajo, recordaba todo lo que había pasado, a pesar de haberse puesto tan ebrio. Ebrio como nunca.
Con bastantes cervezas encima, se levantó tambaleándose. Kaito estaba tirado en el piso, balbuceando que Gakupo era su mejor amigo, que si sólo encontrara una mujer como el, sería el hombre más feliz del mundo.
El samurai rió.
-Hace calor...- se retiró la parte de arriba del traje, quedándose solamente con sus pantalones.
Levantó a Kaito del piso, y lo cargó cual princesa a su habitación.
-Himpf... no me vayas a dejar solo...-
-No lo haré...-
Gakupo ebrio, conservaba un poco de control sobre todas sus funciones. Por eso, Kaito siempre lo consideraba un "buen borracho".
Recostó a su ebrio amigo en la cama, pero cuando se iba a dar la vuelta para pasar la noche en el sofá, sintió como jalaban con fuerza su brazo, haciendo que cayera, recostándose junto a su amigo.
-Me dijiste que no me ibas a dejar sólo...- balbuceó.
-Está bien, me quedaré aquí.-
Y así fue como ellos dos pasaron la noche juntos.
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-Mi cabeza...- dijo Gakupo masajeándose la frente y entrecerrando los ojos.
-Hermano, eso fue brutal... Creo que no volveré a beber tanto.-
El samurai se levantó de la cama, y miro su reloj.
-Demonios, es muy tarde.-
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